Nick es un jóven repartidor de pizzas que vive una vida un poco desastrosa y que comparte piso con su amigo inseparable, Chet. Un día dos delincuentes le secuestran y le obligan a atracar un banco. Para asegurarse de que Nick cumplirá las ordenes le colocan una bomba en el pecho que pueden hacer explotar con un simple mensaje. Nick pedirá ayuda a su colega Chet e intentará conseguir el dinero para los "psicópatas". Lo que no sabe Nick es que los que le han secuestrado son igual de desastrosos, o más, que él.
Poco se puede decir de 30 minutos o menos. Es una de esas películas que se catalogan dentro de la nueva comedia americana y que beben mucho del estilo creado por Judd Apatow. Sin embargo, como les ocurre a casi todas las que intentan seguir este camino de irreverencia que marcó el director, se quedan en las bases politicamente incorrectas y no consiguen arrancar una sola carcajada. Así, acudimos a insultos gratuitos de todo tipo, a frases salidas de tono y de muy mal gusto; y observamos las acciones de personajes realmente irritantes. La película es una sucesión de situaciones límite que pretenden hacer reír al espectador a base de lo más maleducado y cavernícola que pueda representarse, ya sea sobre sexo, violencia, amistad, etc.