Seguro que, más de una vez, habéis ido a ver una película con el hype por las nubes y al final habéis salido del cine totalmente decepcionados porque os habíais creado unas expectativas que no se han visto satisfechas. Pues a mi me ha ocurrido todo lo contrario con esta película. Sinceramente, pensaba que iba a ver un auténtico bodrio y, al final, he visto una película bastante entretenida. No nos engañemos, no es nada del otro mundo, pero cuando llevas el listón tan bajo como lo llevaba yo, a veces hay sorpresas agradables.La primera vez que vi 300 me gustó mucho, era innovadora e impactaba visualmente, pero cuando te pasas los últimos seis años viendo lo mismo una y otra vez (Inmortals, Spartacus) llega un momento que te cansas y por eso no tenía muchas esperanzas con su secuela porque me esperaba más de lo mismo, es decir, patadas eternas, saltos imposibles y chorrazos de sangre por doquier. No me equivoqué pero al menos hay algo más.
En 300: El Origen de un Imperio el que toma el relevo de Leonidas es Temistocles (Sullivan Stapleton) , un héroe ateniense que peleará hasta la muerte, si fuera necesario, para evitar que Grecia caiga en manos de los persas, cuya flota es comandada por la sanguinaria Artemisa (Eva Green). La película vuelve a basarse en una novela gráfica de Frank Miller, en este caso, Xerxes.
En resumen, si dejamos de lado los ya muy sobados recursos marca de la casa (Zack Snyder no dirige pero ha colaborado en el proyecto) y nos centramos en la película en si, el resultado es una cinta adrenalítica que entretiene bastante y gustará a todos los fans de 300.