Jean Gentil (México-República Dominica-Alemania), coproducida por Canana con el apoyo del ubicuo Fondo Hubert Bals del Festival de Rotterdam, es una cinta hecha con buen gusto, trata de un tema pertinente y su protagonista, el contador desempleado haitiano Jean Remy, provoca la solidaridad inmediata por parte del espectador más endurecido. Y, sin embargo, la fórmula ya es conocida. Y se empieza a desgastar. El filme, eso si, ganará varios premios y menciones festivaleras -ya lo hizo: en Guadalajara 2011, el premio especial del jurado; en el BAFICI 2011, una mención; otra más en Venecia 2010- y todo ello será de manera merecida. Y, sin embargo, insisto, el convencionalismo dramático/visual que Jean Gentil comparte con muchas cintas más de la última década empieza a cansar. O a cansarme a mí, en todo caso.Jean Gentil sigue el camino trazado por el cine que apoya la fundación Hubert Bals y que luego es exhibido en Rotterdam o Locarno. La fórmula es la siguiente: en un escenario -relativamente- exótico, seguimos con cuidado los ires y venires del personaje solitario del título, con dosis precisas de naturalismo, humor y reflexión existencial. La cámara fija es la constante, con algunos paneos y dollys por no dejar. No falta la secuencia final notable, en la cual el cuerpo del desafortunado desempleado Remy se muestra como el símbolo de toda una ciudad -Puerto Príncipe- y todo un país -Haití- derruido, desolado, devastado.
En el segundo largometraje de la pareja formada por Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas (su opera prima fue la más lograda Cochochi/2007), la sombra de Kiarostami -y por añadidura, del añejo neorrealismo italiano- es más que evidente. El Jean del título (el verdadero desempleado haitiano Jean Remy) es un tipo serio, tristón, que deja Santo Domingo para irse al interior de la isla, sin tener un rumbo claro. El hombre, tímido, calmo y sereno, se siente abandonado por Dios, a quien le pide continuamente que lo ilumine. Llega en alguna laguna, se baña; encuentra una cabaña abandonada, se refugia en ella; siente la desesperanza, busca alguien para que le quite la vida.
A lo largo de los 84 minutos de duración de la cinta, no suceden grandes cosas, a no ser la contemplación de esta alma (pura) en pena. La fotografía de los propios cineastas/guionistas/editores es controladísima -el manejo de cierta toma extendida en plano general alejado es admirable- y el slow cinema de Guzmán y Cárdenas nunca llega a agobiar porque está aderezado con algunas dosis de buen humor ("Tienes que agarrarles el fundillo", es el consejo que un alegre tipo le da a Jean para relacionarse con la mujeres). Y otra cosa: Jean Gentil no llega a cansar porque antes de la hora y media está usted fuera del cine.
Jean Gentil se exhibe hoy sábado a las 15:30 y a las 20:00 en la Cineteca Nacional.