325.- "Quien conserva la facultad de ver la belleza no envejece."

Por Ignacionovo

Autor: Franz Kafka. Hoy nos ocupamos de la belleza, reino efímero, pero capaz de subyugar con su poder a toda alma mínimamente sensible.
¿Dónde se encuentra la belleza? ¿En la mente? ¿En los ojos? ¿En quién la posee o en quién la observa? Afortunadamente no hay consenso, ni respecto a esto, ni respecto tampoco a un patrón o a un canon único que determine oficialmente lo que resulta o no resulta hermoso.
A veces nos sorprendemos al comprobar que a los demás les parezca bello, lo que a nosotros, en el mejor de los casos, sólo nos provoca indiferencia, pero a cambio, otras veces somos incapaces de aclarar el porque consideramos estupendo o magnífico, lo que para el resto es simplemente ordinario.
Otro debate es el que se produce entre fondo y forma: la belleza interior y la exterior. Por supuesto que hay personas con valores apreciables que no asoman y que hay que esforzarse en descubrir, porque al paso no se ven, pero si no queremos engañarnos para, ¿la mayoría?, la belleza sólo es lo que muestra la fachada, ya que lo que hay dentro se encuentra tan lejos y hay que trabajar tanto para alcanzar a verlo, que no merece el afán. O, en palabras irónicas de la escritora Jean Kerr: “Estoy harta de todo ese sin sentido de que la belleza está en el interior. Eso es muy adentro. ¿Qué es lo que quieres, un páncreas adorable?”
Termino la entrada de hoy aludiendo al llamado “Síndrome de Stendhal”: una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones, cuando el individuo que lo padece ha sido expuesto a una acumulación de belleza artística, pinturas y obras maestras. Algo parecido a sufrir un desmayo como consecuencia de una sobredosis de belleza.
El escritor francés Stendhal, que dió nombre a la dolencia, fue el primero en describirla tras una visita a Florencia.
"Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme".
Reflexión final: mirar dos veces para ver lo justo, sólo una para ver lo bello, pero sin olvidar que la belleza exterior no es más que el encanto de un instante y que la apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma. (George Sand)