33. Simbiosis

Por Lagunamov @Lagunamoc
No hay sala de fiestas en el mundo entero que se pueda soportar mucho tiempo a no ser que pueda uno emborracharse o que vaya con una mujer que le vuelva loco de verdad.
El Guardián Entre El Centeno
Habían pasado unas cuantas horas desde mi incidente con el conductor borracho y nadie pasaba por ahí. Eran cerca de las 5 am y mis ojos me pedían dormir. Las horas estaban pasando factura a mi mente. Mi cuerpo, en cambio, solamente deseaba entrar en calor, no quería descansar, quería poder soportar mejor el frío glaciar de aquel desierto.

Empecé a pensar qué coño hacía allí, enmedio de la nada, sufriendo sólo y muerto de hambre. ¿Cómo había acabado así un tipo que podía disponer de todos los placeres del primer mundo? Seguramente, si no hubiese empezado a viajar, en ese momento habría estado en mi casa durmiendo, pasando calor y con mis amigos cerca... Pero no, mis decisiones habían sido otras y me habían llevado hasta un camino en el que estaba quedándome congelado. El miedo me invadió y me dio un bajón mental.
Recordé la fiesta de despedida que me organizaron mis amigos el viernes anterior a mi partida. Ese día, yo sabía que preparaban algo (aunque intentaron ocultármelo) pero ellos insistían en que no. Quedamos por la tarde para tomar un té y, por casualidad, tuve que salir de la tetería y ausentarme unos minutos. Al volver, la mesa donde estaban sentados estaba vacía, solamente había una cosa encima : un sobre.
Lo abrí y lo leí, me daban pistas para encontrar el lugar en dónde íbamos a cenar esa noche. Tras pasar por un recorrido de unos 6 locales (algunos conocidos por nosotros y otros no) recogiendo cartas y haciendo tonterías que me habían encargado hacer, los encontré en el restaurante donde cenamos. Luego se sumó mi otro grupo de amigos y disfrutamos de una última cena. ¿Por qué no me había quedado junto a ellos en vez de irme a la otra punta del mundo?

Mis pies me avisaron de que algo iba mal y me sacaron de mis nostálgicos pensamientos. Estaban tan helados que me estaban haciendo pasar un dolor insoportable, físico, no mental. Tenía que poner solución a ello.
Así que, recordando lo que me había enseñado Ismael, saqué unas cuantas hojas de la libreta que utilizaba para escribir, recogí algo de pasto que había por allí y rompí una rama de un árbol. Construí una semi hoguera y la enchegué con el mechero. Empezó a arder, parecía que funcionaba, así que me saqué las botas y puse los pies a calentar.
Mi viaje estaba sirviendo para algo! Ya no era un completo inútil en lo que se refiere a la supervivencia. Podía crear un fuego de casi la nada!
Ese fuego no solamente hizo que el dolor se me pasara, sino que también iluminó y despejó mi mente. Sabía que con una hoguera podría aguantar mucho mejor esa noche. Por suerte, no tuve que esperar mucho tiempo más en la entrada de la ruta del desierto.
Cuando empezaba a volver a notar mis pies calientes, escuché un ruido. Parecía el de una camioneta, me levanté descalzo e hice dedo. En la profundidad de la oscuridad que poblaba aquel espacio, pude ver algo brillante que se acercaba a mí y que molestaba, con su ruido, al amante de la harmonía que hay en cada rincón de la naturaleza. Efectivamente, era una camioneta blanca y, lo más importante, al verme, paró.
Me acerqué corriendo a la ventanilla. Al llegar, vi que el conductor era un hombre de unos 50 años, muy moreno y que vestía de una extraña manera.
-Buenas noches. Gracias por parar. Hacia dónde vas? Yo a San Rafael.
-Flaco sube, que te vas a morir si te quedas aquí. Voy a General "..." (no recuerdo el nombre del militar y ,a lo mejor ,en vez de general era coronel jejej), a 80 km de San Rafael. -Me dijo con un extraño acento.
-Perfecto, me dejas casi al lado. Voy a ponerme las botas y ahora vuelvo. No huyas jeje.
Me puse las botas, apagué el fuego y fui corriendo con mi equipaje hacia la camioneta. Me monté y nos pusimos en marcha, dejaba atrás ese maldito desierto.

Mi salvador me estuvo contando que era muy raro en esa provincia ver a alguien haciendo dedo, que me había subido por pena y que normalmente no veía a nadie. Por esos tiempos, yo también había empezado a sospechar que el hacer dedo no era tan común en sudamérica como yo creía y, por eso, lo que me dijo no me suposo ninguna sopresa
-Es que coger autobuses me parece poco emocionante - dije intentando quitar hierro al asunto.
-Si, claro, es mejor cogerse a mujeres, tienen más de un tubo de escape - Me dijo bromeando.
Al rato, llegamos a una gasolinera y llenó una botella con agua para mate. Le estuve preparando algunos mientras él conducía y ,cuando ya no sabíamos de que hablar, le pregunté sobre las ropas extrañas que llevaba.
-Soy descendiente de los originarios. - Me respondió.Me quedé extrañado, yo no estaba muy lúcido y no sabía qué queria decir con originarios.
-Sí, aquellos que mataron los de tu país cuando vinieron jeje. - Bromeó.
Entonces caí, era indio. Me interesé mucho por su cultura y le hice muchas preguntas. Le hablé sobre los mapuches que conocí en Nahuel Pan, sobre la mina, sobre la expropiación de territorios...El tipo me respondía todas con entusiasmo, le gustaba hablar del tema.
-En Barcelona te has recibido de algo? - Me interrumpió mientras le explicaba mi estancia en Arriba la Luna. -Se ve que sabes mucho.
Sonreí por el alago.
-He hecho la carrera de los locos, soy licenciado en filosofía. Esos que piensan sobre la vida y esas tonterías.
-Filósofo, eh? Vente a mi casa a almorzar, me gusta hablar de esos temas y así me devuelves el favor de levantarte. -Encantado, no me puedo negar a una comida gratis.- Le respondí.
En 3 o 4 horas llegamos a su pueblo. Cuando estábamos entrando, todas las personas que estaban presentes en la entrada empezaron a saludarnos. Debía ser un tipo muy conocido allí y eso que el pueblo no era para nada pequeño.
En un cruce, nos desviamos hacia la derecha y entramos en un campo de viñedos, su casa estaba al final. Tenía un diseño muy extraño, original, llena de pinturas indias y de ventanas no cuadradas. Su mujer nos estaba esperando en la puerta.
-Mira, traigo un mochilero filósofo para el almuerzo, espero que hayas cocinado mucho asado jaja. - Bromeaba mientras la saludaba.
Me presenté a la mujer, la cual vestía más "normal" que su marido, y me invitaron a entrar. La comida estaba encima de la mesa. Abundaba la carne, pero también había algunos platos vegetales para cuando la boca se cansase de saborear gustos fuertes. Me sirvió una cerveza y empezamos a conversar sobre todo tipo de temas, como viejos amigos que se reúnen una tarde de sábado para tomar algo en un bar.
Recuerdo que la comida estaba tan espectacular que hasta que no acabé mi plato no empecé a vocalizar más de dos palabra seguidas. Me preguntaba acerca de todo, le interesaba mi opinión sobre los mapuches, sobre la política, sobre la libertad, etc. Creo que me veía como una especie de sabio que le podría dibujar el camino hacia la iluminación absoluta (nada más lejos de la realidad).
Al acabar de comer, me hizo un tour guiado por su casa. Me estuvo explicando que tuvo que luchar mucho por esas tierras, que se las querían quitar pero que eran de su "pueblo" y luchó por ellas hasta conseguirlas.
Por si no lo sabéis, el tema de las tierras de los originarios en Argentina es un poco complicado. Se las han quitado casi todas y han hecho con ellos todo lo que han querido, pues son bastante pacifícos y siempre intentan evitar el conflicto. Una pena que la sociedad se haya aprovechado tanto de ellos y ahora no tengan casi ninguna tierra en la que vivir, cuando ellos son los herederos naturales de todo el territorio.
Cuando ya no teníamos nada más que contarnos, me llevó al centro y me explicó cómo agarrar un micro hasta San Rafael. Me despedí de él con un abrazo y dándole las gracias por todo, me dio su teléfono por si algún día tenía algún problema.
Del trayecto del micro recuerdo poco, pues dormí durante gran parte de este. Pero, en una de esas pausas que decide tomarse el sueño, pude apreciar que el paisaje desértico había cambiado. Habían muchos árboles y muchos viñedos (la provincia de Mendoza es famosa por el vino). Era muy bonito.

Llegué a San Rafael una hora después, como viajaba sin móvil, lo primero que hice al bajar del micro fue buscar un locutorio para llamar a Nicole, el contacto helpx que me esperaba allí. La llamé y se presentó a los 10 minutos.
-He sobrevivido- le dije al verla.
Días antes de mi llegada, le envié un correo en el que decía:
"Hola,
Os recuerdo que llegaré el 28!! Voy a dedo, así que a lo mejor llego un dia más tarde, pero seria muy raro, normalmente no he tenido problemas, pero si no aparezco el 28 no penséis que he muerto. Me podéis dar la dirección o un tlfono de contacto para cuando llegue a San Rafael?
Gracias. Un abrazo.
Teo."
Así que pilló la broma.
La primera impresión de la que iba a ser mi jefa durante el próximo mes fue buena . Era simpática, la podía entender y era respetuosa.
Mientras me llevaba en coche, me dijo que era suiza y que tenía una finca ("Finca La Carmelita"), mi trabajo consistiría en alimentar a 5 caballos, 3 llamas, 4 perros, 15 gallinas y 5 gansos. Además de hacer otras tareas que ella necesitase. No parecía un trabajo duro.

Mientras más nos acercábamos a la finca, más me daba cuenta de que el lugar era precioso. Era un espacio enmedio de la naturaleza a las afueras de la ciudad y al lado de unos viñedos.Aparcó y me enseñó mi habitación temporal, pues el otro voluntario no se había ido todavía debido a la huelga de buses que había ese día. Me dejó sólo para que descansase y entré en el lavabo para lavarme la cara, llevaba un día sin dormir (bah, el rato del bus no cuenta!!!)
Al entrar y mirarme al espejo, vi a un individuo extraño, con ciertos rasgos familiares pero muy diferente a aquel chico que había dejado Barcelona.
Tenía una pinta mucho más salvaje de la que había tenidos unos meses atrás. El pelo había dejado de ser corto y, en ese momento, unas greñas se me asomaban por los laterales de la cabeza. Además, la barba le añadía madurez a la foto de carnet.
Me gustó verme así, parecía un auténtico viajero, afuera de la sociedad. Salí del cuarto de baño y me tumbé en la cama, todo me dolía, estaba cansadisimo. Pero, ¿cómo no iba a estarlo? 
Mi cuerpo y mi mente habían vivido muchas experiencias desde el inicio del viaje, era normal que estuviese cansado. Se me olvidó el mal rato en el desierto, se me dibujó una sonrisa en la cara y me dormí. Había recordado la razón por la cual merecía a pena viajar.
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