Revista Cultura y Ocio

34.- Análisis del programa sobre la Iglesia católica en la Universidad, en La Tuerka CMI (17-marzo-2011)

Publicado el 20 marzo 2011 por Javiersoriaj

Hoy me ha interesado profundamente el programa, quizá porque el hecho que lo motiva ha sido una espita para abrir un debate que seguía ocultándose, y que de repente, para lo bueno y para lo malo, ha vuelto a poner en el ojo del huracán un tema que hay que resolver. No podemos seguir permitiendo esta laicidad vigilada, este criptoconfesionalismo que seguimos padeciendo, no podemos seguir permitiendo que una moral privada derivada de creencias sea impuesta de una u otra manera a una sociedad. No podemos seguir permitiendo privilegios intolerables.

¿Cómo dar la visibilidad a la protesta contra los privilegios de la Iglesia católica? Pues por ejemplo, mediante la performance realizada en la capilla de Somosaguas de la Universidad Complutense, dirigida específicamente contra el machismo y la homofobia de la Iglesia católica y contra sus privilegios en la Universidad, si bien es evidente que abriendo muchos espacios detrás del hecho y la reivindicación puntual para generar un debate con muchas aristas vivas. En el programa de hoy sobre el tema, eso sí, he echado de menos en la mesa, en un debate sobre cuestiones religiosas y espacios educativos, a Lucía Figar, si bien ya sé que sus competencias directas no se ejercen para la universidad.

Mucho se ha dicho y escrito esta semana sobre el acontecimiento, que ha llevado incluso a la detención de 4 de los y las participantes, dada la presión, entre otras, de Mª Dolores de Caspedal, de Manos Limpias, y evidentemente de toda la ultraderecha mediática, capaz de sentirse insultada mientras insulta, de sentirse ultrajada mientras ultraja, de sentirse perseguida mientras le gustaría que volviesen las persecuciones a la antigua usanza… Como modernos San Pablos reconvertidos tras caer del caballo, una caterva de impresentables lanzan proclamas para volver a encender las hogueras, mientras, eso sí, en estos casos no recurren a la comparación con “Europa”, tan útil para otras cosas, no vaya a ser que alguien se plantee por qué un país como Francia tiene definitivamente resuelto el tema de la laicidad del Estado ¡¡¡desde 1905!!! Y además, insultando, manipulando la información y exagerando datos y rompiendo cualquier supuesta “objetividad” al menos en la narración de cómo fueron los hechos. En uno de los vídeos incluso un representante de la Iglesia católica corrige al periodista de Veo 7, impaciente por dar visibilidad a los “zarandeos” que supuestamente se le hicieron al pobre capellán.

Y es que en este país todavía parece que hay mucho nostálgico de la Constitución de Cádiz (si no de la eliminación de cualquier constitución) cuyo progresismo se agotaba en un liberalismo antidemocrático, y que hacía mención expresa a la confesionalidad del Estado con aquel artículo 12 que decretaba que “la religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera”, o quizá nostálgicos de los Concordatos que daban el control de las mentes a la Iglesia a través del dominio del sistema educativo, además de indecentes ventajas económicas, que todavía perviven. Concordato de 1854 que permitía a las jerarquías eclesiásticas “velar por la pureza de la doctrina de la fe y de las costumbres” y de la educación religiosa de la juventud “aun en las escuelas públicas”. Concordato de 1953 que llega incluso más lejos que el de un siglo atrás, y a cuyos privilegios sólo se “renunciará” en el Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede, que supone la firma de algunos “Acuerdos especiales” que se harán efectivos en 1979. Eso sí, firmados en 1976, y por tanto preconstitucionales, como muy bien señala J.C. Monedero. El hecho de que los Acuerdos sean previos a la Ley para la Reforma Política no deja de ser un indicador claro de qué cosas eran irrenunciables en la “modélica” transición, y qué líneas no podrían rebasarse, sumando los privilegios de la Iglesia católica y su status especial a la monarquía, al modelo territorial y al sistema económico, los verdaderos puntos articuladores de nuestro sistema político, económico y social, y que nunca fueron sometidos al consenso del gran “consenso” de la Transición. Y con el fondo de los pactos de silencio, claro.

Participan en el debate Maite Pina (maestra y miembro de Europa Laica y FAPA Giner de los Ríos), Raquel Mallavillabarrena, Juan Carlos Monedero y Roberto Carballo (los tres profesores universitarios, y la primera además católica de base). Un debate que se abre con una pregunta obvia, que deja abierta la puerta a todo lo que esconde detrás: ¿debería haber capillas en las universidades públicas? si bien es evidente que la pregunta va a ser rebasada inmediatamente, lo que hace J. C. Monedero desde su primera intervención, denunciando los Acuerdos vergonzantes que garantizaron los privilegios de la Iglesia católica preconstitucionalmente. Y además, se ponen sobre la mesa las herencias del franquismo, no superadas, y evidentes en la propia presencia de las capillas católicas en las universidades públicas. Y más allá, los propios acuerdos con la UCM, que “son fundamentalmente económicos”, como señala Maite Pina. Por su parte, Raquel cuestiona las formas de la protesta, y señala que “quizá no fueron muy hábiles en la performance al realizarla ante gentes de buena voluntad”, si bien la repercusión mediática demuestra lo contrario, y la acción ha tenido incluso más alcance del planteado, supongo que cumpliendo ampliamente los objetivos que buscaba. Roberto pone sobre la mesa la diferencia entre las creencias y la razón de ser de una universidad, que obviamente no pueden partir de ellas. 

Hoy tengo hecha buena parte del trabajo, porque no lo voy a saber decir mejor, así que recojo parte de un artículo del profesor O. Celador (“Los acuerdos de la Iglesia católica”, Público, 2 de mayo de 2009), en cuyo título ya están buena parte de las claves de lo que se puede plantear como trasfondo de todo lo planteado: los privilegios de la Iglesia católica en España. Como podéis ver, el título es ya significativo, si bien fácilmente pasable por alto si no nos fijamos, dado que lo tenemos interiorizado, como muy bien señalaba Maite Pina ampliándolo a las “costumbres” sociales. Esa preposición “de” es significativa. No son acuerdos “con” la Iglesia católica, son “de” la Iglesia católica, y en ellos impuso sus exigencias. Decía el profesor Celador: “los redactores de los Acuerdos del 79 eran conscientes de que una democracia asentada no accedería a firmar unos pactos que privilegiasen a la Iglesia católica después del precedente del 53, por lo que optaron por negociar en secreto unos pactos beneficiosos para la Iglesia con numerosas zonas oscuras, con el objeto de que, en el futuro, un Gobierno afín o excesivamente preocupado por el peso y la influencia social de la Iglesia accediese a interpretarlos en clave de constitucionalidad”. Y así, bajo la pretendida aconfesionalidad constitucional, la puerta estaba abierta para seguir manteniendo las prebendas y beneficios, la financiación estatal, la continuación de la religión en las escuelas, la pervivencia de los “regalos” franquistas en forma de capillas universitarias o castrenses… y, conviene no olvidarlo, aunque no sale en el debate, ni siquiera cuando Monedero cierra su intervención pidiendo que se eliminen los privilegios de la Iglesia en espacios públicos, algo muy significativo: todavía hoy los ministros y presidente del gobierno juran o prometen sus cargos ante una Constitución arropada por un crucifijo. Por cierto, en esos Acuerdos, había una cláusula, no muy conocida, parece ser, según la cual las partes deben proceder de mutuo acuerdo si hay dudas en la interpretación de lo estipulado, lo que lleva a que con que una de las partes (la Iglesia) no ceda en las negociaciones, la otra (el Estado) tenga que optar entre resignarse o incumplir el Acuerdo. Para cuestiones de la Iglesia, todo está “atado y bien atado”, no cabe duda. 

No quiero insistir más. Hay mucho escrito en muchos sitios, y ni siquiera voy a recoger los insultos recibidos. Pablo recoge algunos al principio del programa, por si alguien quiere ver cómo “perdonan” los que dicen que lo hacen.

Me perdonáis si no me he centrado demasiado en el debate en sí, pero hoy me ha salido así, aunque cabe señalar el magnífico trabajo realizado por los reporteros Gemma Díez y Camilo Torres, los pájaros de Mordor, y las rimas de NKanino que cierran el programa.

 Sólo, para terminar, una referencia a la “misa de desagravio”, en la que ciertas gentes se creen con derecho de “tratar de salvarme”: no quiero que nadie rece por mí ni piense en mi “conversión”. Lo que sí quiero es que respeten los espacios públicos y a las personas, que dejen los discursos machistas y homófobos, que dejen de tratar de imponer su moral a la sociedad. Y ya de paso, retomen el antiguo Padre Nuestro, aquél que decía “perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” y que fue cambiado sibilinamente por el “perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Qué curioso, si bien antes no cumplían con lo que rezaban, ni ahora tampoco. O mejor, piensen si no está mucho más centrado en el verdadero mensaje cristiano el Padre Nuestro de Benedetti.

Queda un largo camino todavía hacia el laicismo, laicismo que “no resuelve todos los problemas que plantea una sociedad crecientemente desigual, pero sí ayuda a preservar principios vinculados a lo mejor de la tradición ilustrada. (…) Porque el laicismo no conduce a una ‘buena sociedad’, pero sin él no podemos hablar de esa ‘buena sociedad’” (A. G. Santesmases). La lucha sigue. Mi solidaridad con los y las “asaltantes” (La Sexta dixit).


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