Ayer ocurrió algo importante y es que cumplí 34 semanas de embarazo. Y es que desde que me enteré que estaba embarazada, he tenido muchos miedos asociados a las estadísticas de los embarazos múltiples.
Pero ahora… ahora respiro más tranquila.
Los pollitos ya tienen sus pulmones maduros y aunque todavía les queda un poco de cocinado, si ahora me pusiese de parto ya no intentarían pararlo.
Ya no van a mirarme el cuello del útero en cada ecografía como han hecho hasta ahora. A partir de ahora, dejarán que ocurra lo que tenga que ocurrir.
Siento mucho si no he compartido por el blog apenas cosas sobre este embarazo, pero me he hartado de hacerlo en Youtube y en Instagram. No me apetecía solapar tanta información, y además, me he encontrado muy mal durante todos estos meses (hay gente que me critica porque me “quejo”, pero es muy diferente quejarse de contar que estoy mal).
He tenido constante falta de energía y he notado como estos pequeñuelos crecían. De verdad, antes de cada estirón de barriga, pasaba 3-4 días en estado zombie absoluto. Debían estar cogiendo toda mi energía para crecer.
No ha sido un embarazo fácil por los síntomas, el susto del pliegue nucal y ahora… ¡creo que diabetes! Otra vez…
Y digo creo porque hasta el próximo miércoles no tengo cita, pero en la tercera curva larga de este embarazo que me hicieron el pasado martes porque Liam tenía mucho líquido amniótico, midieron el último tubo de sangre con glucómetro, dando un valor de 176 (el máximo es 140). Y eso sin duda no pinta nada bien.
Con Bichito empecé la diabetes gestacional a las 27 semanas, creo recordar. Dieta súper estricta e insulina 3 veces al día. Fue una diabetes difícil de controlar, con muchas hipoglucemias que me lo puso muy muy difícil (me aterraba un chungo en mitad de la calle).
Ahora, a todos nos parecía muy extraño que todavía no tuviese diabetes. Primero por mis antecedentes en el anterior embarazo y segundo por ser gemelar, que aumenta las probabilidades. Pero bueno, al parecer… ¡aquí está!
No me preocupa en el sentido de que tenga que hacer dieta (bueno, un poco sí porque muero de hambre a todas horas) o pincharme insulina (que creo que no dará tiempo ya), sino porque el protocolo del parto cambia y hay pruebas posteriores al parto. Vaya rollo.
Pero es lo que hay y lo aceptaremos según venga.
Ahora muero de ganas de que llegue el próximo 6 de junio para ver en ecografía como están los pollitos y me den resultados de analíticas. Aunque hay mujeres que han aguantado hasta las 40 semanas con un embarazo gemelar, no se recomienda, y el máximo se estipula en 38 semanas (aunque en el hospital me dijeron que las 37).
Si yo me encuentro bien, intentaré aguantar hasta las 38 y sino, me dejaré llevar. Porque aunque sé que para los pollitos lo mejor es estar dentro más tiempo, mi vida es muy complicada ahora mismo con este tamaño.La barriga me choca con las piernas y hasta es complicado sentarme a mear, ¡ja ja!
Si a las 37 semanas ya están bien, pues que salgan, ¡oye!
Una vez nazcan, ya veremos cuando puedo recuperar la rutina del blog, pero mientras tanto, te recuerdo que me tendrás por Instagram en el usuario @mamaingeniera. Que sea tan fácil compartir cualquier cosa con el móvil que tenemos en la mano durante todo el día, hace que no sea complicado estar presente.
Sentarse en el pc, redactar un post y ponerle una foto, ya lleva mucho más tiempo que ni últimamente, ni en las próximas semanas tendré.
¿Tienes ganas de conocer a los pollitos? ¿Querrás que cuente los detalles del parto en un futuro post?