Siempre me intrigó ese momento de máxima tensión e invariablemente se despierta mi curiosidad por saber qué estará pensando el jugador en ese instante crucial.
Si dramatizamos la situación, ese gol podría significar un campeonato y la culminación a todo un duro trabajo previo. Y así, y según entiendo, en la mente del deportista se hará de repente la noche y sentirá una especie de foco radiante reparando sólo en él. De testigos, no siempre mudos, cien mil personas, a las que añadir millones de telespectadores... y todos pendientes de lo que hagas. Sabes que, para bien o para mal, estás escribiendo la historia de ese momento y que lo que hagas será recordado y admirado o lamentado para siempre.
Ante una situación crítica como esta, hay dos maneras de discurrir: “si marcó el gol ganaremos la Copa, haré felices a mis compañeros y a la afición, disfrutaremos de la victoria y nuestra leyenda se engrandecerá. ¡Voy a marcarlo¡” o bien: “si falló, perderemos la Copa, mis compañeros estarán desolados, la afición decepcionada y mañana los periódicos hablarán de mi como el culpable de la derrota. ¡Que gran responsabilidad¡”
Cuenta, obviamente, la técnica, la experiencia y otra serie de variables más o menos objetivas, pero la actitud con la que afrontamos determinados momentos clave en nuestra vida, resulta decisiva para superar cada reto por difícil que resulte.
En este caso, decirte a ti mismo e incluso convencerte de ello, que vas a marcar ese gol, no te garantizará que lo vayas a hacer, pero, sin duda, estarás mucho más cerca de lograrlo que si piensas en todo lo que conlleva fallar.
El pensamiento positivo es el primer paso y el motor que te mueve hacia tus metas. Si de entrada piensas que lo que vas a hacer, va a salir bien, tendrás la mitad del camino recorrido.
Reflexión final: El delantero del post de hoy marcó finalmente su gol, porque las derrotas duelen, aleccionan, fortalecen, pero jamás inspiran. Ahora nos vamos a celebrarlo…