El movimiento obrero estaba en plena ebullición. Los sindicalistas de CC.OO. de Madrid convocaron huelgas y manifestaciones que contribuyeron a desarticular la llamada"mafia franquista del transporte". Los fascistas, por su parte, respondían con atentados, con una intención inequívoca: dinamitar el proceso de apertura a base de asesinatos y secuestros, generar un clima similar al que produjo el alzamiento del 18 de julio de 1936 y la posterior Guerra Civil.
Yo asistía con sumo interés al transcurrir de los acontecimientos. La prensa todavía no informaba con absoluta libertad, pero había canales de información alternativos (como por ejemplo, la famosa emisora Radio París, que se sintonizaba perfectamente en Ibi). Por aquel entonces yo también participaba en reuniones de grupos de jóvenes, que se celebraban en los locales parroquiales y a las que asistía como monitor, entre otros, Juan Valls, el actual Concejal del CDL en el Ayuntamiento de Ibi, quien nos enseñaba "propaganda subversiva" que le llegaba por distintos conductos.
El 24 de enero de 1977, un grupo de pistoleros de ultraderecha decidieron ir a la caza de Joaquín Navarro Estevan, dirigente de CC.OO. en el Sindicato de Transportes madrileño. Lo buscaron en el despacho de los abogados, pero llegaron tarde y, al no encontrarlo, ametrallaron a todos los presentes. Fallecieron los abogados, Javier Sauquillo, Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Serafín Holgado y el sindicalista Ángel Rodríguez Leal. Resultaron gravemente heridos Alejandro Ruiz Huertas, Mª Dolores González, Luís Ramos y Miguel Sarabia.
Poco después, Adolfo Suarez comenzó a legalizar partidos como PSOE y PNV. Y en abril, tres meses después del atentado de Atocha, se legalizó el PCE, en el día conocido como Sábado Santo Rojo, por ser durante el sábado de la Semana Santa, festividad católica para así aprovechar y mitigar parte de la oposición política y militar en vacaciones.