Autor: Alain Delon. Si algo te parece muy bueno para ser cierto, son tus complejos los que te impiden verlo así. No se trata de una cuestión de humildad o de modestia (impostada o no), es simple y llanamente, la necesidad que tenemos de arraigar en nuestra mente la certeza, de que si al común de las personas le ocurren cosas óptimas en sus vidas, a nosotros también nos debe pasar.
Damos crédito infinito e inmediato a lo negativo y sin embargo, ponemos en cuarentena lo bueno que nos acontece, como si temiéramos, primero que no sea verdad y finalmente, no merecerlo.
Y es un tanto inexplicable, ya que muchos consideran merecer bastante más de lo que tienen en realidad. Entonces, ¿por qué si uno cree merecer más, le sorprende cuando ese 'más' efectivamente llega?
Lamentablemente, lo malo siempre es más creíble que lo bueno. Tiene 'mayor prensa'. De hecho, los desastres se propagan a la velocidad de la luz y con mayor despliegue y eco que los acontecimientos felices. Es una realidad que el dolor lo podemos entender más y resulta más comprensible y más cercano incluso que la felicidad desbordante.
Supongamos que en tu vida jamás te has roto un hueso. No has tenido (afortunadamente) fracturas de ningún tipo. Jamás has sufrido ningún accidente. Pero, ¿qué estarías más dispuesto a creer:?;¿que algún día puedas romperte un hueso producto de una caída fortuita o que te vayas a encontrar un billete de quinientos euros en la calle (cosa que por cierto tampoco te ha ocurrido nunca)? ¿Qué piensas que es más probable que acontezca? ¿Una cosa, la otra... ninguna? En la respuesta a esta pregunta está quizá lo que piensas íntimamente.
Cree firmemente que todo lo bueno que te llega te lo mereces, porque también cuando te fueron mal las cosas, supiste aguantarte con ello y superar la adversidad. Nos suceden cosas buenas y malas, porque así es la mecánica de la vida y todo, estoy seguro, tiende a un cierto equilibrio final... aunque las rachas negativas parezcan eternas y las positivas un suspiro.
Y volviendo a la frase de cabecera, es tan cierta que asusta. Sí, claro que muchas veces hemos comprobado que las personas más valiosas, son justamente las más remisas a mostrar su valor y a presumir de él. Escuchamos permanentemente el vocerío de los que se jactan de logros inapreciables y no oímos casi nunca a quienes tienen todo el derecho a presumir de sus gestas. Sólo los tontos se confunden con esto. Decía Borges: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído.”
Reflexión final: Sería bueno habituarse a pensar que aquello favorable que nos otorga la vida, es tan verídico y creíble como lo pésimo que nos pueda sobrevenir.