Queremos más de todo. De hecho, cuanto más mejor. No queremos vivir, debemos de vivir al límite, con el fin de encontrarle algo de sabor a la vida. Rechazamos la pobreza de las emociones simples y pretendemos multiemociones. El amor ha de ser superlativo, y si obtenemos un triunfo, apenas lo reposamos y ya vamos en busca del siguiente. Introducimos en nuestras vidas más objetos de los que podemos llegar a disfrutar sensatamente, con el reposo y el deleite necesarios y nos creamos nuevas necesidades que conllevan a constantes nuevas obligaciones. Lo importante parece que es acumular (no importa qué) y sentir que no nos falta de nada. Pero, ¿de verdad que no nos falta de nada?
La auténtica solución a este enigma que llamamos vida, creo que no se encuentra en la capacidad de añadir, sino en la de restar. Es decir: desembarazarnos de las cosas superfluas y prescindir y no estar atados a lo menos importante, para paladear lo que verdaderamente si que importa.
Imaginemos un armario en el que hemos ido atesorando todo lo que creímos indispensable incorporar a nuestra vida. E imagina ahora que de ese armario vas sacando y vaciando todo aquello que no te es esencial para ser feliz, ¿qué sacarías?
Quizá llegues a la conclusión de que lo que te provoca y te otorga la verdadera felicidad -lo que dejarías dentro de ese armario, para entendernos- como elementos básicos de subsistencia sin los que no podrías vivir, son tal vez las cosas que más descuidas cada día.
¿Qué hacen por ejemplo el rencor, la rabia o el resentimiento, dentro de ese armario? ¿Por qué guardas todavía una caja con el egoísmo? ¿para qué conservas la tristeza o por qué aún están colgados en perchas tanto el dolor como el fracaso? ¡Saca todo eso de ahí rápidamente y libera tu mente de lastres! Organiza el armario y vacíalo de cosas inútiles que ocupan espacio y que sería deseable que nunca llegaras a usar.
Decía un afamado compositor, al que felicitaban por la hermosa partitura que había creado, que lo más difícil a la hora de componer no era el proceso de ir creando notas inspiradas y enlazarlas de forma armónica; eso para él resultaba sencillo. Lo más complejo de todo su trabajo, confesaba, era una vez culminada la tarea, quitar las notas innecesarias que sobraban y cuya ausencia conseguiría dar forma a la obra perfecta.
Reflexión final: si hemos descargado ese armario del que te hablaba, de aquello que ya no te hace ninguna falta, genial. Procura no volver a llenarlo pronto de nuevo. Deja siempre hueco libre en él, pero sólo para aquello que de verdad contribuya a hacer de tu vida, no un almacén de objetos y sentimientos inservibles, sino un perfecto mundo de emociones inolvidables.