Revista Espiritualidad

381.- "Digámoslo de una vez: no se trata de evitar el dolor, porque el dolor es inevitable; se trata de escoger las consecuencias."

Por Ignacionovo
Autor: Maurice Maeterlinck. Hablemos de dolor y de sufrimiento. Si, ya sé que no es uno de los temas que uno puede esperar encontrar en un blog pretendidamente motivador, pero podemos ser optimistas y vitales, pero jamás ilusos, y no hay que olvidar que el dolor y el sufrimiento forman parte de la vida cotidiana de muchos y son capaces de aplastar cualquier voluntad de ser feliz.
Todo dolor es importante. Digo esto, porque a veces se tiene la pésima idea de minusvalorar el dolor ajeno, al parecernos lo que hace sufrir a otra persona algo nimio o banal. Le restamos toda trascendencia al contemplarlo sólo desde nuestra perspectiva; aquella que nos dice que nosotros jamás sufriríamos o lloraríamos por tal o cual cosa. Absurdo e injusto, a mi entender.
Por tanto, nunca nos desentendamos de las lágrimas y del sufrimiento de los demás, simplemente porque no nos parezca que sus motivos no sean suficientes para llorar y padecer: lo son en cualquier caso.
¿Cómo despertar ante el dolor?, dándose cuenta de que nuestro malestar tiene su origen no en las situaciones que nos provocan angustia, sino en cómo reaccionamos ante ellas. En el momento en el que empezamos a ser conscientes de que el dolor no proviene de fuera, sino de dentro y de cómo reaccionamos y de lo que pensamos acerca de lo que nos pasa, estamos en el camino de desprendernos del sufrimiento.
Pero para superar el dolor, primero hay que saber ‘digerirlo’, comprender de dónde proviene, entenderlo, explicarlo y al fin, sobreponerse a él. Huir de pensar sobre la raíz de lo que nos mortifica, es como dar una patada a la piedra que nos encontramos en el camino con el fin de posponer el tropiezo. Indefectiblemente la piedra estará más adelante y alguna vez habrá que pararse ante ella y tomar la decisión de apartarla o guardarla en el bolsillo para quitarla por fin de en medio.
Y cualquier cosa antes de habituarse al dolor. Cuando una situación de tristeza se alarga en el tiempo más de la cuenta sin haber intentado resolverla o extirparla, se convierte en compañera de nuestro día a día. A todo nos habituamos y cualquier costumbre con el tiempo se convierte en algo llevadero.No estamos aquí para sufrir y para amargarnos los días recordando injusticias, afrentas, soledades, desapariciones, desamores o tormentos similares. Estamos para intentar ser felices en la medida que podamos y para encontrar la forma de sentirnos bien la mayor parte del tiempo.
Y por último, uno no debe sentirse culpable si se libera del dolor, por muy grande que sea la congoja y la razón que le ha llevado hasta él. Cada uno es responsable de la propia vida, la obligación que nos corresponde es tomar nota del sufrimiento, ser capaces de darle su justo espacio (no más) y seguir adelante.
Reflexión final: “Cuando vaciles bajo el peso del dolor, y estén ya secas las fuentes de tu llanto, piensa en el césped que brilla tras la lluvia; cuando el resplandor del día te exaspere, y llegues a desear que una noche sin aurora se abata sobre el mundo, piensa en el despertar de un niño.” (Omar Khayyam)


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