Autor: Enrique Santos Discépolo. Hoy rescataré de la memoria una fábula que me contaron de niño y que, me parece, refleja bastante bien una situación habitual: la falta de comprensión y empatía hacia los problemas que entendemos no nos conciernen.
Hay que disponer de una sensibilidad evolucionada para implicarse en causas que nos son aparentemente ajenas e incluso estar dispuesto a luchar por ellas tanto como si fueran nuestras, pero es una buena medida para determinar la calidad humana de cualquier persona.
Cuando la mayor parte evita implicarse para evitarse problemas; cuando giramos conscientemente la vista hacia otro lado para no ver la desgracia; cuando los problemas de los demás, son eso: de los demás y no nos afectan; cuando el llanto y el sufrimiento ajenos, apenas logran conmovernos; cuando colocamos siempre e ineludiblemente nuestra comodidad por delante la pequeña molestia que nos supondría preocuparnos por algo o por alguien. En definitiva: cuando evitamos dar ayuda a quien la precisa y seguimos confortablemente hacia adelante, se agradece que haya algunos que decidan que si es posible y necesario hacer algo por los demás y emplee parte de su tiempo y de su vida en ello. Tal vez si pensáramos que hay pocas cosas que nos sean ajenas, seríamos más proclives a no cerrar ojos y corazón ante las injusticias, las carencias o el dolor…
Un ratón, mirando a través de un agujero en la pared, observa a un granjero y a su esposa abriendo un paquete. Curioso por naturaleza tembló de emoción al imaginar su contenido y quedó aterrorizado cuando descubrió que era: ¡una ratonera!Fue corriendo al patio de la granja a dar la voz de alarma y a advertir a todos los demás: - ¡Hay una ratonera en la casa! ¡Hay una ratonera en la casa!, gritaba sin parar...La gallina, que reposaba plácidamente en una esquina del establo, levanto la cabeza y dijo:-Discúlpeme Sr. Ratón. Yo entiendo que es un gran problema para usted, más no me perjudica en nada. No me incomoda.El ratón fue hasta donde se encontraba el cordero repitiéndole la letanía:- Hay una ratonera en la casa, ¡una ratonera...!- Discúlpeme Sr. Ratón, más no hay nada que yo pueda hacer, solamente rezar por usted. Quédese tranquilo que será recordado en mis oraciones.El ratón finalmente se dirigió entonces a la vaca para hacerle participe de la noticia. La vaca le dijo: - Pero acaso, ¿yo estoy en peligro? Pienso que no. Es más, estoy segura de que no.Entonces, el ratón volvió a su agujero preocupado y abatido por el sombrío panorama que le esperaba y el inevitable fin cercano que presumíaAquella noche se oyó un gran barullo, justo como el de una ratonera atrapando a su víctima.La mujer del granjero corrió para ver lo que había cazado. En la oscuridad, ella no pudo darse cuenta de que la trampa había apresado la cola de una cobra venenosa.La serpiente mordió a la mujer y el granjero la llevó inmediatamente al hospital.Ella, aún no recuperada, volvió a la casa con fiebre (todo el mundo sabe que para alimentar alguien con fiebre, nada mejor que una sopa), así que el granjero agarró su hacha y fue a buscar el ingrediente principal de la sopa: la gallina.Como la enfermedad de la mujer no remitía, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató el cordero. Mas la mujer no mejoró y acabó muriendo y el granjero se vió obligado a vender su vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral. En conclusión: la próxima vez que escuches que alguien tiene un problema y creas que como no es tuyo, no le debes prestar atención... piénsatelo dos veces.
Reflexión final: "Prestad auxilio si queréis hallarlo." (Félix María Samaniego)