Y, luego, el otro sabio economista, incansable trabajador, concluyó la tarea diciendo aquello tan simple y al propio tiempo tan esclarecedor de que todo es economía.
Así las cosas, los 2 puñeteros sabios economistas prepararon el camino para que los canallescos políticos comenzaran a escribir nuestra historia que no es otra que la de una serie de guerras para hacerse con el dominio del mundo.
Para que haya guerra son necesarios por lo menos 2 bandos, la izquierda y la derecha, el ying y el yang, el bien y el mal, o como coño quieran vds. llamarlo que, a la postre, es igual, ahora la cosa anda entre los Usa y sus adláteres y China y Rusia y los suyos, la buena, o mala, cosa es que se ha inventado la bomba atómica y, ahora, el peligro de que nos vayamos todos a la mierda es real.
Si toda esta gentuza no se ha liado ya a bombazos atómicos es porque sabe a ciencia cierta que ellos, búnqueres incluidos, se irían todos a esa misma mierda.
Entonces, se trata de hacer la puñetera guerra por otros medios que no sean los tanques, los aviones y los cañones, o sea, mediante el puñetero dinero, el jodido capital.
Pero el dinero no es más que un fantasma, un jodido papel representativo de la fuerza real, la económica, de modo que estamos, otra vez, con el puñetero Adam Smith, el jodido ánimo de lucro y sus mercados, y con el no menos puñetero Carlos Marx y su revelación universal de que todo no es más que puñetera economía.
Y, ahora, concluida la filosofía, comienzan las matemáticas: si todo es economía, ganemos la batalla económica, o sea, la 3ª o 4ª guerra mundial, que yo ya he perdido la cuenta.
Y comienzan las guerras a muerte en los diferentes mercados. Hay mercados reales, en los que se compran y se venden, cosas tan tangibles como la carne y la sangre no ya sólo de los animales sino la de todos nosotros, los mercados de materias primas y los del trabajo, pero hay otros mucho más poderosos en los que lo que se vende es algo mucho más sutil y esotérico, el auténtico poder, el capital, el dinero, pero el jodido dinero, al fin y al cabo, ¿qué coño es?
Se equivoca el que piense que el dinero, el capital son esos dichosos papelitos con los que nos pagan el sueldo, al que lo tenga, o la pensión al que la tenga todavía que todo se andará. El dinero es el puñetero crédito, o sea, el poder, he aquí la canallesca palabra.
Si el dinero fueran los jodidos billetes, el problema se hubiera solucionado hace ya mucho tiempo, poniéndonos todos a hacer funcionar como locos las prensas en las que se fabrican los billetes, coño, no, que eso son sólo papeles, el capital es todo lo contrario, lo que está detrás del tío que da la orden de poner esas máquinas a funcionar.
Vuelvo a escribirlo, el capital es el poder. ¿O habría que escribirlo al revés? Si yo, China, puedo fabricar lo mismo que tú pero mucho más barato, soy yo, China, la que puedo invadir el mundo con mis pacíficos ejércitos de mercancías y con esas puñeteras mercancías hacerme con todo el dinero, los jodidos papelitos, del mundo.
Y una vez que tengo todos tus jodidos papeles, llamémosles dólares, si ya tengo incluso más dólares que tú, que eres el que los fabricas, coño, te puedo sustituir en todo el mundo con el mismo billete verde, con el jodido Lincoln, con el que tú pagas todo lo que compras, entonces, ¿quién es más poderoso, quién es más rico, tú, que me debes ya más de la mitad de lo que realmente tienes o yo, que no te debo nada a ti?
De modo que, en Siria, por poner un ejemplo, China y Rusia le han dicho a Usa que no, que allí no se puede hacer lo mismo que en Libia, porque Siria no es Libia, la situación geoestratégica no es la misma, así que de invadir Siria, nada, y ese genocida canallesco e increíble puede seguir masacrando a un pueblo que lo detesta, con la mayor tranquilidad porque sabe que a él no le va a pasar nada, todavía.
Pero Siria, hoy, ahora, somos todos, si v. se fija lo suficiente comprobará que El Asad y Rajoy con idénticos, incluso, si se fija un poco mejor, verá que, en realidad, son el mismo jodido tipo, un inmoral esencial, un tipo al que le da igual ocho que ochenta, con tal de mantenerse en el poder, a costa, claro está, de machacar a su pueblo, y a un pueblo se le puede machacar de muchas maneras, una a sangre y fuego, El Asad, otra mediante la opresión económica hasta límites tales en los que la gente se vaya muriendo de pura hambre a chorros y en medio de la calle, mientras él, Rajoy y los suyos siguen cobrando millones y millones de euros por arruinar un poco más cada día al país porque eso es lo que han decidido allá, arriba, los que realmente mandan a este lado del muro, que no es el de Berlín sino otro mucho peor aún.
De modo que El Asad tiene a sus generales y Rajoy a sus ministros, pero si nos fijamos bien no es que se parezcan es que son los mismos: si El Asad, el canalla genocida tiene un ministro de la guerra o de defensa que no es más que una especie de asesino distinguido, aquí, tenemos como ministro del ramo a un tío que fabricaba bombas de racimo, coño, ¿dónde está la jodida diferencia, en que al genocida ministro de El Asad quizá algún día le pueda juzgar un tribunal internacional, pero quién coño juzgará a un tío sin el que en algún lugar del mundo no se podían lanzar sobre las masas indefensas las bombas de racimo, el mismo tribunal que va a juzgar a Aznar por haber lanzado sobre Irak las más grandes tormentas de fuego de la historia?
Sí, amables lectores, nos hallamos en presencia de la 3ª o 4ª guerra mundial de la historia sólo que, ahora, además de las bombas reales, a las masas se las castiga con el hambre y la miseria hasta que se consigan los nuevos objetivos militares: que el precio del trabajo del hombre sea el que los empresarios quieran realmente pagar en cada caso, o sea, libertad absoluta de contratación laboral, la vuelta a la puñetera Edad Media o tal vez más lejos aún, a aquélla en la que los más famosos jurisconsultos de la historia no sólo permitían sino que regulaban la esclavitud.