¿Con qué he sustituido mi adicción al blog? Se podría pensar que he invertido la mayoría de mi tiempo en corregir mis cuentos para publicarlos. Una buena parte sí que se ha ido en ello, los textos necesitaban revisarse y la edición era algo nuevo para mí y la he aprendido, más o menos, a base de errores. Me imagino que hay manuales que simplifican la tarea pero eso de leerse las instrucciones no es mi manera de funcionar sobre todo si hay algún modo de obviar el estudio de la teoría y es posible pasar directamente a la práctica. Tras realizar el experimento se deduce que el método de ensayo y error no ofrece productos perfectos de entrada pero, a fuerza de repetir, el resultado termina por ser adecuado para la autopublicación. Ya lo decía Baltasar Gracián, en uno de los lemas favoritos de mi primo Andrés, "nada sustituye a la constancia", aunque quizás, en este caso, un poco de formación previa habría ayudado.
La escritura no ha sido lo que me ha tenido absorbida. Creo que mi tiempo libre, que en las horas de trabajo más me vale concentrarme en el paciente, lo he invertido en leer. ¿Qué he leído en concreto? Lecturas variadas y surtidas. Me limitaré a lo que va de año, desde Enero, y empezaré a enumerar por Doctorow. La Señora me regaló tras uno de sus viajes a los USA "All the time in the world", un libro de narrativa breve de este autor. Entre todas las historias destacaría la de Joline. Doctorow es un genio a la hora de reflejar la psicología no solo de sus personajes sino del ambiente en el que se encuentran y en Joline ese don brilla con luz propia. Después de aquello me regaló "El Arca del agua", en Reyes, una novela negra diferente en la que los recuerdos y los olvidos constituyen la base de la investigación. No soy de novela negra pero definitivamente sí que soy de Doctorow, escriba lo que escriba. Otros libros desde entonces han sido: El cerebro de Andrew (psicoanálisis puro y fascinante), Homer and Langley (el síndrome de Diógenes de dos hermanos neoyorquinos), La gran marcha (otro de mis favoritos, en este caso sobre el final de la Guerra de Secesión americana a través de la evolución de diferentes personajes), Loon Lake (una narración compleja de amor, sindicatos, poetas y mafiosos durante la Gran Depresión).
También le he dedicado mi tiempo a Bradbury. Descubrí "Dandelion wine" (traducido al español como El vino del estío) casi por casualidad y me cautivó. Bradbury tiene ese don, te cautiva, convierte las cosas más sencillas en entrañables y el lenguaje más simple en poesía. La novela tenía una continuación, Farewell summer (el verano del adiós) y el mismo escenario sirve para el desarrollo de una historia de Halloween, Something wicked this way cames, en el que dos niños se ven perseguidos por unos feriantes diabólicos. Sobre otro lugar entre la realidad y la fantasía, Summerton, un pueblo perdido en el tiempo, que también se ha olvidado a sus habitantes, versa Somewhere a band is playing. Solo se necesita leer la primera frase para quedar atrapado por la imagen: There was a desert prairie filled with wind and sun and sagebrush and a silence that grew sweetly on wildflowers. There was a railtrack laid across this silence and now this railtrack shuddered."
De La lluvia amarilla de Llamazares me fascinó su lenguaje poético y su ambiente fantasmal, pero ni el Catedrático ni la Señora compartieron mi entusiasmo, les pareció demasiado trágico y oscuro. Escenas del cine mudo, del mismo autor, me aburrió un poco. Con lo que he arramblado como una posesa es con las obras de Luis Sepúlveda. Hace años hermanita ganó uno de sus libros como premio de lengua en el colegio, en concreto "Un viejo que leía novelas de amor". No me acordaba de la historia y al ver el libro en un estante en casa de mis padres decidí que era un buen candidato para su relectura. ¿Cómo pude olvidarme de ese viejo solitario y agudo? ¿y de los sonidos de la selva amazónica? ¿y del olor de las fieras? Al viejo le siguieron "Hotline", un relato policiaco, "Nombre de torero", otra novela negra fascinante, "La sombra de lo que fuimos", "Diario de un killer sentimental y Yacaré". Además descubrí que también escribía cuentos infantiles, una de mis debilidades, y aproveché para leerme su encantadora "Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar" y la entrañable "Historia de Mix, de Max y de Mex."
¿Ha habido más literatura en español? Por supuesto. Siempre hay clásicos pendientes y otros en los que al releerlos se descubre algo, o más que algo. Me he releído El Quijote, en serio, de principio a fin, e intenté leer por primera vez una de las grandes obras europeas del S.XX, "Las aventuras del gran soldado Svejk", pero me fue imposible. El protagonista no es que sea un inocente, es que es simplemente tonto y no logró interesarme lo más mínimo. Confieso que no le di mucha oportunidad pero me resultó tan irritante que decidí abandonarle a su suerte. Mejor me fue con La Regenta, un personaje mucho más complejo que Ana Karenina, obra que en mi opinión merece la pena por el personaje de Konstantin Dmitrovich Levin y el ambiente de cambio social en el que se desarrolla, pero no por el romance y los celos de la dama. La verdad es que en el S. XIX las aristócratas se aburrían como ostras y cualquier emoción que las encendiese cambiaba sus vidas. El problema es que perdían su identidad para acabar siendo un apéndice del amado que, como es lógico, se olvidaba rápidamente de lo que quedaba de ellas. Los Pazos de Ulloa de Emilia Pardo-Bazán ha sido otra de mis puestas al día, ¡qué manera de escribir!, no creo que la Condesa tuviese nada en común con las lánguidas aristócratas francesas, rusas o de Vetusta.
Bien sûr no podía faltar algún francés. Para conocer a Modiano y saber si podía gustarme empecé por un cuento, Catherine Certitude, una historia sencilla de un padre y su hija. Un acierto. Pasé a su semiautobiografía de "Un pedigrí", que no me convenció, me dio la impresión de ser un hombre resentido y duro. Opté por limitarme a la ficción. En sus novelas, aunque solo he leído algunas, da la sensación de que los personajes son los mismos aunque cambia el plano en el que participan, serían tramas paralelas narradas o bien de primer plano o de fondo. Personalmente el que más me gustó fue el de La calle de las tiendas oscuras. De todos modos sé que no he terminado de captar la esencia de Modiano, según el Catedrático en su obra subyace una crítica a los existencialistas y hay que tener una base de conocimientos sobre estos para detectarla y valorarla como es debido. Dudo que aprenda nunca.
Miro a diario las ofertas de Kindle flash, es fácil, estoy suscrita a su Newsletter. No siempre merece la pena pero cuando lo hace, aprovecho. Un buen ejemplo es la estupenda biografía de Lucrecia Borgia de Darío Fo y otro es la novela de equívocos de Arthur Bennet, Enterrado en vida. A través de una promoción de Casa del libro conseguí Viajes con Charley de Steinbeck, uno de mis escritores favoritos, y eso a pesar de que aún tengo abandonado el final de Las uvas de la ira, el problema es que se me hace un nudo en la garganta de pura tensión ante las injusticias y abusos que se ven obligados a sufrir los protagonistas y tengo que detener la lectura hasta asumir que lo van a pasar mal. Viajes con Charley es un diario de ruta con anécdotas y reflexiones en el que el protagonista es el gran escritor. Con eso lo digo todo.
Casi lo último que he leído ha sido el Premio Pulitzer de este año, "All the light we cannot see" de Anthony Doerr. Un libro sobre las vidas de una muchacha ciega durante la Segunda Guerra Mundial y la de un joven alemán con un talento especial para los aparatos de radio. Son capítulos cortos, muy bien escritos, que cambian de escenario de uno a otro pero sin que esos saltos resulten fuera de lugar o rompan la historia, sino más bien al contrario, hacen que la novela mantenga un ritmo similar al del balanceo de un columpio. En mi opinión la historia tiene un final muy claro y se prolonga de manera innecesaria, no comprendo por qué su autor necesitó añadir ese final-epílogo.
Después de Anthony Doerr me fui a Cabaret Biarritz, de José C. Vales. Después de una reseña en "Érase una vez" en la que mencionaban un cierto paralelismo con "Nos vemos allá arriba", de Pierre Lemaitre, me había quedado con ganas de leerlo. Es la historia de la investigación de un crimen construida a base de entrevistas en la que las piezas encajan, poco a poco, como un puzle. Una crónica social que destila humor, cinismo, falsedad y verdades escondidas entre líneas en las que sale a la luz lo que nadie desea sacar.