Siento que una etapa de mi vida está llegando a su fin. No es que esté melancólica, ni mucho menos. Más bien estoy agradecida. Cada persona tiene sus ciclos. Se considera que cada 7 años renovamos por completo todas nuestras células. Y que para los 35 años, nos cuenta Joe Dispenza en su libro “Deja de ser tú”, nuestra personalidad está totalmente formada: con sus hábitos, sus rutinas, sus respuestas emocionales, etc. Eso quiere decir que el 95% de las cosas que hacemos las hacemos en piloto automático: conducir, lavarnos los dientes, reaccionar ante un problema de una forma determinada, alegrarnos por cosas concretas o enfadarnos por ciertos temas que nos disgustan.
Resulta que vivimos en plena inconsciencia, aquella en la que el cuerpo es el rey, desplazando a nuestra mente al segundo plano. El cuerpo es el que recuerda y aprende las cosas de forma automática. Así muchas veces no logramos recordar nuestro pin de tarjeta de memoria, pero al colocar los dedos encima del teclado, van solos y marcan el número correcto. A partir de cierta edad, es el cuerpo quien toma las riendas de nuestra vida.
¿Y dónde queda nuestra libertad? En un mísero 5%. No, no voy a generalizar. Por fortuna somos muchos todavía quienes pasados los 30 seguimos aprendiendo cosas nuevas, creando nuevos conductos neuronales y sobre todo, cuestionando y tratando de cambiar conductos antiguos. Y en este artículo quiero contaros las 4 fases que me han llevado a hacerlo.
La última semana, desde que volví a Madrid, ha estado llena de cambios neuronales y por ello me siento profundamente agradecida. Hay tanto que agradecer en nuestra vida… pero nos olvidamos con demasiada frecuencia de esas pequeñas o grandes cosas que nos van pasando: palabras de reconocimiento que te dedica alguien (gracias, Álvaro de Autorrealizarte), pequeños detalles que te ofrecen sin que te los esperes (gracias, Sandra, mi nueva coachee y seguidora del blog por tu obsequio), aprendizajes que te ayudan a progresar a pasos agigantados (gracias a mi profesora del Coaching Sistémico por el conocimiento transferido y a Enric Corberá por unos vídeos que me han abierto los ojos), gracias a Lorenzo, el kinesiólogo al que visité esta semana y me enseñó tantas cosas sobre mi salud, mental y emocional. Me siento inmensamente afortunada.
Por eso sentarme a escribir un post esta semana me ha costado. He aprendido demasiadas cosas en muy poco tiempo y me siento más sabia pero sin saber aun cómo transmitirlo los demás. Desde el viernes que volví de Holanda hasta hoy jueves, primer día más o menos tranquilo de toda la semana, mi cerebro pero sobre todo mi corazón ha estado alerta y no he sido tanto esta autómata que sigue siendo ella misma al 95%. Siento que he cambiado, no de la noche a la mañana ni mucho menos, pero mi etapa actual va acercándose a su fin para dar paso a una etapa totalmente nueva.
Por eso quiero compartir con vosotros 4 claves, esas que me han permitido dar el paso al cambio, a la comprensión, a la apertura de pensamiento.
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Perdonar
Parece obvio. Todas las corrientes espirituales hablan del perdón, pero algunas se olvidan del perdón a uno mismo. Vivimos en un mundo donde el error se castiga, donde el error avergüenza, donde por ser diferente puede ser tachado por loco… y lo peor es que no nos perdonamos a nosotros mismos por ser como somos, por nuestros pequeños o no tan pequeños errores. Si vives con la culpa a tus espaldas, sencillamente no vives, sobrevives… lleno de miedos, ataduras, rechazo, críticas. Por eso la clave es perdonarse uno mismo. Sólo si te perdonas puedes empezar a quererte.
Pero también perdonar a otros. Vivir con el rencor dentro duele. Al no perdonar, te llenas de amargura y finalmente la viertes en ti mismo y sufres. Perdonar y perdonarse es liberarse de esas ataduras que no te dejan vivir en paz.
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Aceptar
Es la consecuencia de perdonar. Al liberarte de lo negativo en tu vida, dejas de vivir en lucha continua. No significa rendirte ni mucho menos. Hay situaciones en tu vida que puedes cambiar, si así lo deseas. Para ello está el Coaching, por ejemplo, para superar esos obstáculos, especialmente internos, que no te permiten llegar a ese lugar que deseas. Aceptar quiere decir dejar de vivir con el control obsesivo sobre tu realidad. Hay cosas que requieren su tiempo y por impaciencia muchas veces vamos lanzados a conseguir ese objetivo cueste lo que cueste. Y muchas veces cuesta: cuesta salud, cuesta dinero, cuesta tiempo, desgaste emocional. Cuando algo se nos resiste mucho, tal vez lo que la vida nos quiere decir es que tengamos paciencia, que esperemos, que aprendamos… antes de lanzarnos a lo loco. Una gran frase que resume la no aceptación es ésta: “Lo que resistes, persiste”.
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Agradecer
En cuanto has perdonado y aceptado una realidad, es más fácil ver su lado positivo. Todo, aunque cueste verlo de primeras, todo o casi todo tiene un lado positivo. Es lo que en PNL llamamos la intención positiva. El miedo, el sufrimiento, la culpa… todo tiene un lado positivo en nuestra vida, si no, no tendría sentido alguno. La culpa, como leí de un compañero el otro día, puede hacernos sentir “menos malos” (si me arrepiento mucho, es que en el fondo no soy tan malo); el miedo está ahí muchas veces para protegernos; la autocompasión nos permite amarnos a nosotros mismos, aunque a la larga todas estas emociones puedan ser contraproducentes.
Pero también me refiero a agradecer lo positivo, porque lo hay: aprendizajes que extraigo de un problema, personas que están a mi alrededor apoyándome, ver el sol por las mañanas, sentir el aire, poder andar, correr, tener salud, familia, amigos. Todo esto cuenta y mucho.
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Tener el espíritu abierto
Y cuando tu alma se llena de agradecimiento por todo lo que tienes, prepárate para ver coincidencias, señales, personas que de pronto llegan a tu vida y sin que te lo esperes te enseñan algo valioso. Digamos que los tres pasos anteriores te dan la posibilidad de estar en paz, estar limpio de dolor innecesario, rencores, control… porque cuando te liberas de lo que te sobra, dejas espacio suficiente para que entren cosas nuevas en tu vida. Pueden ser conversaciones con esas personas que te hacen aprender algo, una frase leída en un libro que te hace reflexionar, todo sucede poco a poco, a veces no te das cuenta al principio, como me ha pasado en la última semana, pero todo va encajando como un puzzle, cada pieza en su lugar, cada jugada tiene un sentido.
¿Y sabes cómo reconocer que está pasando? Surge un sentimiento de bienestar y serenidad. Estás bien así, en este momento, aspiras a mucho más, claro está, pero no sales corriendo desesperado tras ese resultado que se te escapa, no procuras controlarlo todo para que las cosas salgan como a ti te apetece. Simplemente observas y mueves tu ficha. Porque los verdaderos cambios se van fraguando en silencio, en las entrañas de nuestra alma.
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