El Ártico queda muy lejos. Hay nieve, osos polares, esquimales inuit y focas. Allá en el quinto iceberg, ¿hay suficientes motivos para que lo que ocurra en el Ártico nos afecte a nosotros? ¡De sobra! Protejamos el ártico porque…
1 – Es una ventana a nuestro propio futuro. Debido a las especiales características del ártico, el cambio climático afecta con mucha mayor rapidez a esta zona del planeta, las modificaciones, como el deshielo de glaciares o las variaciones genéticas en las especies, son rápidas y evidentes. El ártico es el termómetro de la salud del planeta. Mirando hacia el norte podemos hacernos una idea de lo bien (o mal) que cuidamos la Tierra.
2 – Dar una mano, es dar un brazo. Si facilitamos las prospecciones en busca de petróleo o gas natural, abrimos la caja de Pandora a un peligroso efecto mariposa político que, tarde o temprano, nos alcanzará. Adquirir protección y derechos lleva muchas décadas, perder todo lo conseguido es tan rápido como un par de decretos (sí, tenemos cierta experiencia). Las libertades también son exportables (y extrapolables). No permitas en el ártico lo que no te gustará que hagan en tu costa.
4 – ¡El temido Permafrost! Por mucho que el palabro de marras se nombre una y otra vez, seguimos sin asustarnos lo suficiente. Imaginad capas de hielo en la tierra con 500.000 años de antigüedad. Ahora pensad que, bajo esa capa, se acumula materia orgánica descompuesta con ingentes cantidades de metano (con 25 veces más poder calorífico que el CO2). Derretid el hielo y se duplicarán las emisiones totales del planeta en la mayor flatulencia traicionera de la historia. Se dice que el proceso puede ser irreversible.