Revista Coaching

406.- "Los dioses dejan por prudencia en la oscuridad más tenebrosa los acontecimientos venideros y se ríen del mortal que lleva sus inquietudes más lejos de lo que debe...

Por Ignacionovo
406.- …Sólo quien es dueño de si mismo, es feliz; sólo es dichoso, quien puede decir cada día: he vivido, que mañana Júpiter empañe la atmósfera con tristes nubes o nos conceda un día sereno". Autor: Horacio.
La vida necesita un cauce por el que discurrir y por ello, no es malo fijar la vista en el horizonte y enfocar un rumbo concreto A partir de ahí, resultará conveniente ser prudentes en cuanto a las expectativas, y no molestarse si el libre albedrío o la providencia, echan por tierra nuestra planificación y nos encontramos ante la necesidad de improvisar y reestructurar todo el camino que habíamos trazado previamente hasta en el menor detalle. Los mejores, a mi entender, no son aquellos que lo tienen todo programado en un férreo guión imposible de cambiar, sino los capaces de variar de dirección hacia sus objetivos, en la medida que la vida va presentando nuevas circunstancias.
Eso en un extremo, pero en el contrario, se encuentran los que esperan su destino sin hacer nada por alcanzarlo, viviendo permanentemente en un futuro, que por definición, no acabará nunca de llegar del todo. Podemos tejer todos los sueños que queramos, pero como estamos en la obligación de cumplir algunos, algo habrá que hacer por ellos que no sea simplemente soñarlos.
Lo más adecuado, entiendo, es planificar moderadamente. Es decir, atender sólo cada paso inmediato y no confiar en el destino, siendo con ello dueños absolutos de lo que nos pasa en cada momento. El destino puede y debe ser una meta, pero no una fuerza inmutable que determina lo que sucederá hagamos... o no hagamos.
¿En las manos del destino?
Un general japonés llamado Nobunaga, había tomado la decisión de atacar al enemigo, a pesar de que sus tropas eran ampliamente inferiores en número. Él estaba convencido de que vencerían, pero sus hombres no creían en la victoria. En el camino, Nobunaga se detuvo delante de un santuario Shinto y explicó a sus guerreros:
-Voy a recogerme y a pedir la ayuda de los *Kamis. Después lanzaré una moneda. Si sale cara venceremos, si sale cruz perderemos. Estamos, por tanto, en las manos del destino.
Después de haber permanecido unos minutos dentro del santuario, Nobunaga salió del templo y arrojó la moneda. Salió cara. La moral de las tropas se inflamó de repente. Los guerreros creyeron firmemente que saldrían victoriosos y combatieron con una intrepidez tan extraordinaria que ganaron la batalla rápidamente.
Después de la victoria, el ayudante del general le abordó:
-Mi General, nadie puede cambiar el destino. Esta victoria inesperada es una prueba.
-¿Quién sabe? - respondió Nobunaga, al mismo tiempo que le enseñaba una moneda que tenía una cara en ambos lados.
(* palabra en japonés para aquellas entidades que son adoradas en el shintoísmo.)
Reflexión final: “Yo soy el dueño de mi destino; yo soy el capitán de mi alma.” (William Ernest Henley)
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