417.- "Cuanto mayor es la dificultad, mayor es la gloria por haberla superado."

Por Ignacionovo
Autor: Epicuro. Decía Aldous Huxley que solamente hay una esquina del universo que podemos mejorar: nosotros mismos. Nada más cierto, porque tendemos a pensar que los demás pueden -y en algún caso creemos que incluso están en la obligación- solucionarnos nuestros problemas vitales, y la realidad es que somos sólo nosotros quienes hemos de cargar con esa responsabilidad y sólo de nosotros depende esta tarea.
Cuando estamos en problemas, es confortador encontrar apoyo anímico en los demás -es un bálsamo que ayuda a hacer la adversidad más llevadera-, pero si uno quiere autoengañarse, la mejor manera de salir de las situaciones en las que a veces encallamos, es a través del esfuerzo individual y el afán de superar las dificultades sin dejarse amedrentar por ellas. De hecho, cuando algo malo nos ocurre siempre podemos hundirnos, o flotar, pero es mucho más divertido estar arriba.
Hay una historia que resulta aleccionadora, en cuanto a la disposición que hay que tener para superar determinados abismos que de cuando en cuando aparecen y en los que podemos despeñarnos, si no disponemos de suficiente fortaleza.
ZANAHORIA, HUEVO O CAFÉ
Una hija se quejaba a su padre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban especialmente difíciles. Un problema daba paso a otro y las fuerzas se le iban en resolverlos. En realidad, estaba a punto de dejar de luchar y darse por vencida.
Su padre, chef de cocina, la llevó hasta su lugar de trabajo. Una vez allí, llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte hasta que las ollas hirvieron. En una de ellas colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última introdujo granos de café y las dejó hervir sin decir palabra.
A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón, sacó los huevos y los colocó en otro plato y, finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.
Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿qué ves?" -"Zanahorias, huevos y café", fue su obvia respuesta. Le rogó que se acercara y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Tras sacarle la cáscara observó el huevo duro. Por último, le pidió que probara el café, y no pudo menos que sonreir mientras disfrutaba de su rico aroma.
“¿Qué significa esto, padre?” Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte y dura, pero después de pasar por la olla se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, la cáscara fina protegía su interior líquido, pero después de estar en el agua hirviendo su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo, eran únicos: después de estar en contacto con el agua hirviendo, habían sido capaces de transformar el agua.
"¿Cual eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?
¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido?
¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente; el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.
Reflexión final: ¿Zanahoria, huevo o café?