Revista Coaching

420.- "Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver."

Por Ignacionovo
Autor: Proverbio judio. Vamos a contar mentiras, o mejor expresado: vamos a contar cuántos tipos de mentiras distintas hay, lo que sin duda es asunto diferente.
San Agustín distinguía hasta ocho tipos concretos de mentiras: las mentiras en la enseñanza religiosa; las mentiras que hacen daño y no ayudan a nadie; las que hacen daño y sí ayudan a alguien; las mentiras que surgen por el mero placer de mentir; las mentiras dichas para complacer a los demás en un discurso; las mentiras que no hacen daño y ayudan a alguien; las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien, y las mentiras que no hacen daño y protegen la "pureza" de alguien.
Los matices resultan importantes a la hora de establecer criterio y seguro que entre las descritas por San Agustín, algunos habrán identificado formas de mentir admisibles e incluso, si se me apura, de necesaria aplicación para una saludable convivencia.
En esencia, engañamos porque consideramos que la verdad puede hacer más daño que la mentira, pero esa es nuestra percepción de los asuntos y pocas veces reparamos en que la parte que escucha, quizá prefiera conocer una verdad dolorosa a una mentira calmante. Si nos surge el dilema, podríamos preguntarnos qué preferimos nosotros: ¿La pura y limpia verdad, porque somos suficientemente maduros para soportarla, o la falsedad que nos deja en la inopia de no saber qué ocurre en realidad?
Según diversos estudios sobre el tema, está comprobado que el ser humano tarda más en mentir que en decir la verdad, lo cual parece razonable: fabular siempre conlleva más tiempo que contar los hechos tal y como son. O sea: mentir es más trabajoso, escasamente ético y además, nos suele meter en problemas. Lo cierto es que no parece un buen negocio.
Si es posible identificar patrones al mentir, también es fácil trazar el perfil de los diferentes arquetipos de mentiroso. A grandes rasgos, podrían ser los siguientes: 
  • El confeso, que engaña como los niños, por temor al castigo. Disfruta saltándose las reglas, pero sabe que mentir está mal.
  • El ocasional, que miente de vez en cuando, para evitar situaciones incómodas o dar explicaciones.
  • El compulsivo, que miente con tanta frecuencia que ya ni se da cuenta de que lo hace. Simplemente, dice lo que se le ocurre sobre la marcha. Es su adicción y lo hace por inseguridad.
  • El que lo hace por aparentar y que camufla sin tapujos lo que le disgusta de su vida y de sí mismo por baja autoestima.
Una mentira no tendría sentido si no es percibida como peligrosa la verdad, pero si el 'mal' de la verdad no perjudica mucho tiempo, los efectos de una mentira permanecen en el tiempo y se carga con ellos hasta que no se puede más.
Reflexión final: ¿Una mentira que te haga feliz, o una verdad que te haga llorar?


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