Ahora bien, aparte de la patología mencionada, podríamos señalar otro tipo de 'envenenamiento' también bastante usual: el provocado por la proximidad de gente nociva que causa daño a los demás, avasallando, manipulando y desvalorizando... y sin culpa aparente.
¿Conoces a alguien que siempre te hace sentir deprimido, enojado o cansado? Piensa acerca de esa persona. ¿Es él o ella, un quejoso permanente, alguien que de forma invariable espera que las cosas vayan mal, que siempre te encuentra defectos? ¿Él o ella, parecen más alegres después de haberte criticado o haber descargado sobre ti su rabia o su frustración? Si conoces a alguien así, lo más probable es que tengas una persona 'tóxica' en tu vida.
A algunos novatos en el arte de vivir les puede resultar sorprendente, pero al más o menos avezado, no le parecerá nada extraño comprender que hay personas que destilan odio, humillan al resto, agreden verbalmente, manipulan con mentiras y hacen sentir mal a los demás siempre que tienen ocasión y con una carencia total de empatía. Puede ser el jefe de turno, el compañero de trabajo, el amigo o alguien incluso aún más cercano.
Los expertos determinan que en la nómina de personas dañinas habría que incluir también al autodestructivo, al narcisista patológico, al perverso, al violento impenitente y al estafador. Una colección de lo más florida y ‘agradable’ del carácter humano.
La gente tóxica perturba el bienestar ajeno, vampiriza al semejante y la coexistencia con ellos resulta imposible. A veces se tiene la absurda pretensión de poder cambiarles, hasta que la evidencia del paso del tiempo sin resultado alguno hace desistir, interpretando, lúcidamente, que toda esa negatividad acabará siéndonos transferida.
En la vida nos vamos a encontrar de todo y no tendríamos porque escandalizarnos. Nos toparemos con gente, ojala que la gran mayoría, que contribuyan a alegrarnos el día y a potenciar nuestra autoestima, entusiasmo y energía y habrá otros encuentros, menos favorables, con personas 'contaminantes' cuya compañía nos provocará una tristeza y un pesar persistentes.
Lo mejor, y lo más sensato, es alejarse de cualquier 'elemento tóxico' cuanto antes (como hacemos con todo aquello que entendemos nos pone en peligro). Si no queda más remedio que aguantar, habrá que ser inteligentes y mantenerse estratégicamente distanciados para evitar toda posibilidad de un encuentro fatal (cuanto menos roce, menor angustia). Nos va la vida en ello o al menos la vida que deseamos vivir... que sin duda es una vida en la que no tenemos porqué soportar a quien ni así mismo se soporta.
Reflexión final: "La razón de vivir es tener buenas relaciones personales, tener a gente a quien amar y respetar, y que te amen y respeten." (Brian Tracy)