Y es que a pesar de su ritmo pausado, la narrativa de 45 años comprende varios niveles: por una parte, el misterio de la otra, el primer amor de Geoff que permanece conservada en hielo, en eterna juventud, mientras la belleza de Kate se marchitó hace tiempo y, por otra, el pequeño tormento interior que sufre ella al comprender que lo que damos por supuesto, lo que tenemos por verdades establecidas, puede venirse abajo si se dan las circunstancias adecuadas. Geoff tenía un secreto, un episodio de su pasado que le provocó un trauma que ha renacido con las nuevas noticias. La presencia de Katya, la joven a la que su marido amó (y al parecer, sigue amando), puede sentirse casi como un fantasma rondando por el hogar del matrimonio.
45 años habla de las relaciones personales de dos personajes, que llevan casi en su totalidad el peso de la historia, aunque el hogar común, con ese desván oscuro que podría revelar algunos secretos, también sea un personaje, en cierta manera (y hay que destacar también la aportación del pastor alemán en este sentido, un animal muy noble y silencioso, que se pone a ladrar precisamente en un momento clave de la película). La de Haigh no es una historia apta para todos los paladares, pero los buenos amantes del cine sabrán apreciar su sobriedad y su discurso extremadamente intimista. No se trata aquí de la crónica de una gran tragedia, sino de un hecho que podría cambiar completamente el sentido de cuarenta y cinco años de matrimonio, lo cual signfica prácticamente una vida entera. Mención especial al maravilloso trabajo de Charlotte Rampling, absolutamente merecedora de la nominación al Oscar a la mejor actriz de este año.