En la primera escena en interiores de 45 Años (45 Years, GB, 2015), su director, el ascendente cineasta inglés Andrew Haigh (segundo largometraje Weekend/2011, inédito en México; serie televisiva gay Looking/2014-2015), adelanta lo que será, en buena medida, la forma y el fondo de su extraordinario tercer largometraje. Realizada en una sola toma extendida de poco más de dos minutos de duración, la escena nos muestra a la maestra retirada Kate Mercer (Charlotte Rampling) llegar a su casa después de la caminata mañanera al lado de su perro Max. Ha recogido el correo y se lo ha entregado a su marido, el administrador también jubilado Geoff (Tom Courtenay). Mientras el hombre, sin rasurar y desgarbado, abre una carta en la mesa de la cocina, la cámara de Lol Crawley sigue a Kate a través de un sencillo paneo a la izquierda, dejando fuera de cuadro a Geoff. Luego, todavía fuera de cuadro, escuchamos al avejentado tipo murmurar que han encontrado a Katya, "mi Katya". Una misiva escrita en alemán y enviada por las autoridades suizas, le informa a Geoff que el cadáver de la tal Katya, una antigua novia a la que conoció antes de casarse con Kate, ha sido encontrado perfectamente conservado en los alpes suizos debido a que un glaciar se descongeló. Cincuenta años antes, Katya y Geoff habían pasado una vacaciones en ese sitio, con rumbo a Italia, pero la muchacha había caído en un hoyo en alguna montaña y su cuerpo nunca había sido encontrado. Medio siglo después, Katya ha regresado a la vida de Geoff. He aquí el tema central de la cinta, de clara raigambre joyceana: no tanto el regreso del pasado sino constatar de que el pasado nunca se fue, sino que sigue ahí, más vivo que nunca, más vital que ese presente confortable, plácido y rutinario en el que viven los viejos Kate y Geoff, a punto de celebrar los 45 años de matrimonio del título. Pero anoté antes que en esa primera escena en interiores está, igualmente, la clave estilística del resto del filme: y es que gracias al paneo a la izquierda antes descrito, no conocemos la expresión de Geoff al abrir y leer la carta. Es decir, nosotros vemos a Geoff hasta cuando la cámara sigue a Kate en el paneo de regreso, hacia la derecha, cuando se sienta al lado de su marido para que él le recuerde lo que significó Katya alguna vez en su vida.Así pues, 45 Años inicia, continúa y, memorablemente, finalizará siguiendo siempre el punto de vista de Kate, esa segura, activa y aún guapa mujer que, en un instante, ve todas sus certezas tambalearse. ¿Por qué balbucea tanto su marido al hablar de Katya? ¿De verdad quiere Geoff ir a Suiza a identificar a su antigua novia cuando ni siquiera se levanta para pasear con el perro? ¿Y por qué él insiste que sí le dijo en su momento cosas que ella no recuerda sobre Katya? En la semana previa a festejar sus 45 años de casados, veremos a Geoff ser acorralado por sus recuerdos y a Kate por sus dudas.El guion, escrito por el propio Haigh sobre el cuento "In Another Country" de David Constantine, está lleno de sutiles alusiones que nos ayudan a imaginar la vida pasada de esta pareja -liberal, de izquierda, combativa, sin hijos- y, por lo tanto, a entender el momento en el que los conocemos, cuando ella, enérgica como es, está dando los últimos toques a su fiesta de aniversario, y cuando él, tranquilo y apacible, no parece tener otro negocio que deambular por la casa, leer un libro, tomar una taza de té. En la medida que avanza la cinta hacia su devastador final, algunos elementos quedarán más claros -la incertidumbre de Kate se convierte en dolorosa certeza de lo que significó Katya para Geoff- y otros quedarán en la oscuridad -¿Geoff siente de verdad todo lo que dice sobre Kate en el emotivo discurso de la fiesta? Sin embargo, hay algo de lo que no tengo la menor duda: que nunca volveré a escuchar "Smoke gets in your eyes", de Los Platters, de la misma forma, y que el rostro de Charlotte Rampling se convierte, en ese impresionante desenlace en puntos suspensivos, en una auténtica pieza de arte por sí mismo.No sabemos lo que pasará cuando termine la fiesta. Más aún: por lo menos yo, no quiero saber nada más. No quiero saber lo que sucede detrás de esos ojos llorosos de la Rampling, de ese postrer gesto de desesperación en medio del salón de baile. Yo no. Ya no.
En la primera escena en interiores de 45 Años (45 Years, GB, 2015), su director, el ascendente cineasta inglés Andrew Haigh (segundo largometraje Weekend/2011, inédito en México; serie televisiva gay Looking/2014-2015), adelanta lo que será, en buena medida, la forma y el fondo de su extraordinario tercer largometraje. Realizada en una sola toma extendida de poco más de dos minutos de duración, la escena nos muestra a la maestra retirada Kate Mercer (Charlotte Rampling) llegar a su casa después de la caminata mañanera al lado de su perro Max. Ha recogido el correo y se lo ha entregado a su marido, el administrador también jubilado Geoff (Tom Courtenay). Mientras el hombre, sin rasurar y desgarbado, abre una carta en la mesa de la cocina, la cámara de Lol Crawley sigue a Kate a través de un sencillo paneo a la izquierda, dejando fuera de cuadro a Geoff. Luego, todavía fuera de cuadro, escuchamos al avejentado tipo murmurar que han encontrado a Katya, "mi Katya". Una misiva escrita en alemán y enviada por las autoridades suizas, le informa a Geoff que el cadáver de la tal Katya, una antigua novia a la que conoció antes de casarse con Kate, ha sido encontrado perfectamente conservado en los alpes suizos debido a que un glaciar se descongeló. Cincuenta años antes, Katya y Geoff habían pasado una vacaciones en ese sitio, con rumbo a Italia, pero la muchacha había caído en un hoyo en alguna montaña y su cuerpo nunca había sido encontrado. Medio siglo después, Katya ha regresado a la vida de Geoff. He aquí el tema central de la cinta, de clara raigambre joyceana: no tanto el regreso del pasado sino constatar de que el pasado nunca se fue, sino que sigue ahí, más vivo que nunca, más vital que ese presente confortable, plácido y rutinario en el que viven los viejos Kate y Geoff, a punto de celebrar los 45 años de matrimonio del título. Pero anoté antes que en esa primera escena en interiores está, igualmente, la clave estilística del resto del filme: y es que gracias al paneo a la izquierda antes descrito, no conocemos la expresión de Geoff al abrir y leer la carta. Es decir, nosotros vemos a Geoff hasta cuando la cámara sigue a Kate en el paneo de regreso, hacia la derecha, cuando se sienta al lado de su marido para que él le recuerde lo que significó Katya alguna vez en su vida.Así pues, 45 Años inicia, continúa y, memorablemente, finalizará siguiendo siempre el punto de vista de Kate, esa segura, activa y aún guapa mujer que, en un instante, ve todas sus certezas tambalearse. ¿Por qué balbucea tanto su marido al hablar de Katya? ¿De verdad quiere Geoff ir a Suiza a identificar a su antigua novia cuando ni siquiera se levanta para pasear con el perro? ¿Y por qué él insiste que sí le dijo en su momento cosas que ella no recuerda sobre Katya? En la semana previa a festejar sus 45 años de casados, veremos a Geoff ser acorralado por sus recuerdos y a Kate por sus dudas.El guion, escrito por el propio Haigh sobre el cuento "In Another Country" de David Constantine, está lleno de sutiles alusiones que nos ayudan a imaginar la vida pasada de esta pareja -liberal, de izquierda, combativa, sin hijos- y, por lo tanto, a entender el momento en el que los conocemos, cuando ella, enérgica como es, está dando los últimos toques a su fiesta de aniversario, y cuando él, tranquilo y apacible, no parece tener otro negocio que deambular por la casa, leer un libro, tomar una taza de té. En la medida que avanza la cinta hacia su devastador final, algunos elementos quedarán más claros -la incertidumbre de Kate se convierte en dolorosa certeza de lo que significó Katya para Geoff- y otros quedarán en la oscuridad -¿Geoff siente de verdad todo lo que dice sobre Kate en el emotivo discurso de la fiesta? Sin embargo, hay algo de lo que no tengo la menor duda: que nunca volveré a escuchar "Smoke gets in your eyes", de Los Platters, de la misma forma, y que el rostro de Charlotte Rampling se convierte, en ese impresionante desenlace en puntos suspensivos, en una auténtica pieza de arte por sí mismo.No sabemos lo que pasará cuando termine la fiesta. Más aún: por lo menos yo, no quiero saber nada más. No quiero saber lo que sucede detrás de esos ojos llorosos de la Rampling, de ese postrer gesto de desesperación en medio del salón de baile. Yo no. Ya no.