El joven delincuente estaba tan harto de su vida que decidió ahorcarse con un viejo cinturón esa misma tarde de invierno. Pasó la soga por encima de la viga de madera del techo y apiló un montón de libros- que había robado de una casa la semana pasada- para encaramarse sobre ellos y así anudar el cinturón al cuello cómodamente.
Antes de subirse encima de la pila se le ocurrió abrir uno de los libros, al azar. Allí dentro leyó las siguientes palabras:
"... A la mañana siguiente se despertó tarde, tras un sueño agitado que no lo había descansado. Se levantó bilioso, irritado, de mal humor, y consideró su habitación con odio. Era una jaula minúscula, de no más de seis pies de largo, y tenía un aspecto miserable con su papel amarillento y lleno de polvo colgando en jirones de las paredes".
Al joven delincuente le picó la curiosidad. Aquéllo podía no significar nada pero también podía significarlo todo, así que comenzo a leer muy intrigado la historia del estudiante Raskolnikov y le pareció tan entretenida que en todo el invierno no se volvió a acordar más de su vocación de suicida en ciernes.
Así que cuando llegó la primavera ya había devorado a Twain, Aldecoa, Saint-Exupéry, Balzac, Colette, Ray Bradbury... y leyó tanto que al final se sacó dos carreras y una plaza de auxiliar en una biblioteca municipal de su ciudad.
Y el joven delincuente fue tan feliz que vivió hasta los 451º F, la misteriosa edad en la que desaparecen en las cálidas noches de otoño los buenos lectores, entre montones de hojas secas que arden al más leve contacto de la imaginación y se elevan en una casi invisible columna de humo, sueños y ceniza hasta el asteroide B 612(en el que hay tres volcanes) para así fertilizar la única rosa que hay en todo el planeta.
Fin.
Saludos de Jim y a leer mucho y bien este otoño.