Autor: Guión Hampton Fancher. La película que traigo hoy hasta el blog, ‘Blade Runner’, se ha convertido en un icono del cine de ciencia ficción. Uno de esos largometrajes que pagan la osadía de adelantarse a su tiempo con un reconocimiento tardío.
La trama se sitúa en el futuro más o menos cercano, en el que seres fabricados a través de ingeniería genética son empleados en trabajos peligrosos y como esclavos en las ‘colonias exteriores’ de la Tierra. Estos 'replicantes', concebidos para ser ‘más humanos que los humanos’, se asemejan físicamente a los hombres, aunque con una mayor agilidad y fuerza física, a cambio, y sin embargo, carecen de respuesta emocional.
Con el fin de descubrir y detener a los androides, declarados ilegales en el planeta Tierra tras un sangriento motín, se utiliza una prueba de empatía (Test Voight-Kampff), con preguntas centradas en el tratamiento a los animales y que funciona como indicador esencial de la ‘humanidad’. Mientras los humanos muestran pasiones y preocupaciones por otros seres vivos, sus copias son indolentes. Esto es lo que permite diferenciarlos. La película va tan lejos como para obligar al espectador a reevaluar lo que significa ‘ser humano’.
Algunos de entre aquellos que han extraviado por completo su fe en los hombres, estarían dispuestos a afirmar que muchos humanos reales serían incapaces, hoy en día, de superar un test de empatía; tal es el comportamiento absurdo, cruel y falto de toda compasión con el que se manejan muchos cotidianamente. A pesar de ello, y de las múltiples contradicciones que nos hacen abrazar lo peor y lo mejor (a medio camino entre dioses y bestias), es preferible pensar que hasta el más abyecto de los hombres es capaz del mayor de los altruismos y que esa capacidad innata en todo ser humano de hacer bien, puede estar dormida, traspapelada, encubierta, pero nunca muerta.
Como dice la frase de hoy, todos hemos visto en otros conductas difíciles de creer: actitudes gratuitamente crueles, formas de villanía superlativas, hostilidad, soberbia, traición, envidia... pero, recordando a Ghandi, no debemos perder la fe en la humanidad, que es como el océano: no se ensucia porque algunas de sus gotas estén sucias.
Reflexión final: Diálogo de ‘Blade Runner’. -No sé por qué me salvó la vida. Quizá en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca, no sólo su vida, la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: ¿De dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda?