“Encontramos que los fuertes sentimientos de rechazo social activaban las regiones del cerebro que están involucradas en la sensación del dolor físico, y que rara vez aparecían activadas en los estudios de neuroimágenes de la emoción”, señaló Ethan Croos, psicólogo y autor principal del artículo.
(Fuente: http://www.muyinteresante.es/el-rechazo-social-duele-igual-que-un-dano-fisico )
Y es cierto que, por ejemplo, cuando experimentamos un desengaño amoroso (una forma mundana de rechazo), repetimos una vieja y conocida letanía: “Me han herido” o “Estoy profundamente lastimado” o incluso, y en el extremo: “Me han apuñalado”, emparejando el dolor físico y el dolor emocional. Pues resulta que según la citada investigación, son sufrimientos similares o que al menos, parecen ‘encender’ las mismas regiones cerebrales de angustia y aflicción.
No entendemos ser excluidos de manera deliberada, de algo de lo que queremos formar parte y buscamos razones que la mayoría de las veces ni tan siquiera existen o que aun existiendo, pueden ser subjetivas, ilógicas o hasta inconfesables. Probablemente, pocos se detengan a sopesar los fundamentos del rechazo y en qué medida tenemos que ver con ello. Nos limitamos a sentir sus efectos y a dolernos.
El rechazo social a menudo lo provoca, por ejemplo, no atenerse a las pautas y normas de comportamiento establecidas: “Si quieres ser diferente, no te aceptamos. Solo te aceptaremos, si te avienes a comportarte como el resto y a ser como somos todos los demás.” Absurdo, ¿verdad?, porque la diversidad nos enriquece, pero bastante habitual.
En realidad, habría que dar la bienvenida a nuestra vida no solo a quienes son exactamente iguales nosotros, sino principalmente a todo aquel que siendo radicalmente distinto, pueda enseñarnos todo cuanto desconocemos y que limitando el acceso a nuestra vida a quien nos lo puede enseñar, corremos el riesgo de no llegar a aprender jamás.
Reflexión final: un cierto nivel de rechazo es una parte inevitable de la vida. Asumámoslo sin drama. Doloroso, desde luego, pero no letal. Por una persona que nos rechace, estimo que habrá no menos de un millón dispuestos a querernos. ¿No es suficiente?