487.- “Es por la lógica que demostramos, pero por la intuición que descubrimos”

Por Ignacionovo
Autor: Henri Poincare. Siempre me ha intrigado no llegar a entender por completo, en qué medida somos plenamente conscientes de cada una de las decisiones que tomamos, y que van moldeando nuestro día a día, colocando o recolocando, cada pieza en ese complejo puzle que es la vida.
Desde que nos levantamos y hasta que volvemos a dormir vivimos instalados en una especie de “puente de mando”, obligados a elegir, de manera constante entre un torrente de posibilidades. Ejercemos de intrépidos (es un decir) capitanes, determinando a cada momento lo que queremos, y lo que no. Lo que dejamos, y lo que tomamos. E, incluso, lo que pensamos o dejamos de pensar.
Quizá, visto en la distancia, cada decisión debería regirse estrictamente por las leyes de la lógica. Quizá, deberíamos sopesar pros y contras de cada alternativa y desmenuzar las expectativas y los aspectos positivos y negativos de cada elección… quizá. Y que esta sería, a la postre, la única manera de decidir bien. Pero dónde encajamos aquí un palpito tan efectivo como la intuición. El impulso que nos dice qué es lo mejor para nosotros, sin análisis previo.
Sea como fuere, cada elección va creando nuestra vida. No podemos tener la certeza absoluta sobre nada. Cuando optamos por un camino u otro, o elegimos a una persona frente a otra, o una idea ante su contraria, y sigamos el método que sigamos, lo hacemos convencidos de que en ese momento es lo mejor para nosotros y, por tanto, no cabe volver atrás sobre ello. Elegir es difícil, pero para eso somos diestros capitanes de nuestra alma…, ¿o no?
La bomba de agua

Cuentan que un hombre se encontraba perdido en mitad del desierto y a punto de morir de sed. En su deambular llegó hasta una choza medio destrozada junto a la que había una bomba de agua, vieja y oxidada.El hombre agarró la manija del aparato y empezó a bombear sin parar. Nada ocurrió. Desanimado cayó vencido, momento en el que se percató que al lado de la bomba había una botella. La miró, la limpió -removiendo la mucha suciedad y polvo- y leyó el siguiente mensaje:

"Primero necesitas preparar la bomba con toda el agua de esta botella, mi amigo" PD.: "Haz el favor de llenar la botella otra vez antes de partir."El hombre arrancó la rosca de la botella y, de hecho, tenía agua. De repente, se vio en un dilema: si bebía el agua podría sobrevivir, pero si utilizase el agua para lubricar la vieja bomba oxidada, podría obtener agua fresca y bien fría. Toda el agua que quisiera, y podría llenar la botella para el próximo caminante... “Pero tal vez eso no salga bien”, pensó.¿Qué debía hacer? ¿Volcar el agua en la vieja bomba y confiar en que el agua fresca y fría saldría o beber el agua vieja y salvar su vida de inmediato? ¿Debía arriesgarse a perder toda el agua que tenía, en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables y escritas no se sabía cuándo? Tenía que elegir…Con evidente recelo, el hombre volcó toda el agua en la bomba. Enseguida, agarró la manija y empezó a bombear... y la bomba empezó a chillar. Nada ocurrió al principio, hasta que surgió un pequeño hilo de agua; después un pequeño flujo, ¡y finalmente el agua salió en abundancia! La bomba, vieja y oxidada, hizo manar mucha agua fresca y cristalina. Él llenó la botella y bebió hasta saciarse. La llenó de nuevo para el próximo que por allí pasara. La enroscó y agregó una nueva y pequeña nota manuscrita: "¡Créeme, funciona! ¡Necesitas dar todo el agua antes de poder obtenerla otra vez!"

Reflexión final: “La peor decisión es la indecisión.” (Benjamin Franklin)