"Yo tengo un sueño" (I have a Dream), es el nombre popular de su discurso más famoso. En él habló elocuentemente de su deseo de un futuro en el cual negros y blancos pudiesen coexistir armoniosamente y como iguales. Dicho discurso, pronunciado el 28 de agosto de 1963, fue un momento decisivo en el Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos y está considerado como uno de los mejores discursos de la historia.
Las palabras motivan, inspiran, reconfortan, alientan, empujan, acarician, pero también hieren, violentan, destruyen y apagan. Tienen el poder de iniciar y el poder de clausurar. Nunca dejemos de darles la importancia que merecen, porque son capaces tanto de proyectar una vida hasta límites desconocidos, como apagar todo su posible fulgor y consumirla en las sombras de la desesperación. Y agradece cada palabra que te motive a soñar y desprecia aquellas que te digan que no tienes derecho a hacerlo.
LA ESPERANZA
Este discurso, pronunciado por Martín Luther King en la recepción del Premio Nobel de la Paz de 1964, es un canto a la esperanza para todo hombre que cree en la fuerza liberadora del amor.
«Hoy, en la noche del mundo y en la esperanza de la Buena Nueva, afirmo con audacia mi fe en el futuro de la humanidad. Me niego a creer que las circunstancias actuales hagan incapaces a los hombres para hacer una tierra mejor. Me niego a creer que el ser humano no sea más que una brizna de paja azotada por la corriente de la vida, y sin tener posibilidad alguna de influir en el curso de los acontecimientos.
Me niego a compartir la opinión de aquéllos que pretenden que el hombre es, hasta un punto tal, cautivo de la noche sin estrellas, del racismo y de la guerra; que la aurora radiante de la paz y de la fraternidad no podrá nunca llegar a ser una realidad.
Me niego a hacer mía la afirmación cínica de que los pueblos irán cayendo, uno tras otro, en el torbellino del militarismo, hacia el infierno de la destrucción termonuclear.
Creo que la verdad y el amor sin condiciones tendrán la última palabra. La vida, aun provisionalmente vencida, es siempre más fuerte que la muerte. Creo firmemente que, incluso en medio de los obuses que estallan y de los cañones que retumban, permanece la esperanza de un radiante amanecer. Me atrevo a creer que, un día, todos los habitantes de la tierra podrán tener tres comidas al día para la vida de su cuerpo, educación y cultura para la salud de su espíritu, igualdad y libertad para la vida de su corazón. Creo igualmente que un día toda la humanidad reconocerá en Dios la fuente de su amor.Creo que la bondad salvadora y pacífica llegará a ser, un día, la ley. El lobo y el cordero podrán descansar juntos, cada hombre podrá sentarse debajo de su higuera, en su viña, y nadie tendrá ya que tener miedo. Creo firmemente que lo conseguiremos.»