Resulta muy complicado mantener un lenguaje fotográfico homogéneo y comprensible. Requiere mucho trabajo y mucha inspiración. No es suficiente con salir a tomar fotos y volver a casa a procesarlas de manera mecánica. Es necesario estar concentrado, recordar en todo momento que no estás ahí para documentar la zona, ni para exponer en la Casa de Cultura del pueblo, ni para vender las fotos en fotolia.com, ni para nada más que aumentar y consolidar el lenguaje fotográfico que requiere el fotonauta.
Esa es la misión.
Porque resulta que a base de tomar fotos y subirlas y escribir textos y responder comentarios y mantener vivo este pequeño rincón de la red, resulta, decía, que sin querer queriendo he logrado esbozar lo que serían los inicios de un lenguaje fotográfico propio, lo cual me llena de satisfacción porque es el objetivo de cualquier artista, pero también de inquietud porque no se si seré capaz de darle la forma definitiva y seguir construyéndolo. Basta con echar un vistazo a las imágenes de los últimos veinte o treinta días para darse cuenta de que hay bastantes que sobran, que no pertenecen a la misma serie, que se han colado como por error, como si en un discurso pronunciado en español metes de repente algunas palabras en alemán. Y lo malo es que no hay ningún error: se han colado porque no tengo otras, porque salgo a tomar fotos y no siempre vuelvo a casa con un buen trabajo hecho, pero aún así he de publicar, así que las subo sin más, porque aunque no sean las que me gustaría, son las que tengo y ellas solas tampoco son tan malas, simplemente rechinan al lado de las demás.
El caso es que todo esto me mantiene con vida. Y aquí es donde de verdad importan las palabras más que las imágenes. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero quien dice eso no recibe las palabras que me dedican a mí los lectores de este blog. Esas palabras son la guinda del pastel. Son el objetivo cumplido, el aplauso cuando se cierra el telón. Son una brisa fresca que me envuelve y cambia el rojo de mis mejillas por una sonrisa de colores en mi rostro. Son como un pellizco que me recuerda que todavía tengo mucho camino por recorrer, no se si será muy largo, pero sí quiero que sea intenso.
El otro día me compré una batería nueva para la cámara. Yo quería una de la marca Canon, porque las imitaciones ya me dieron problemas en el pasado, pero resulta que la chica terminó por venderme la imitación porque es de una marca alemana muy seria y porque tiene 5 años de garantía. Y eso fue lo que me terminó de convencer. Porque me parece que tiene más garantía la batería que yo. No sé si llego a los 5 años. Nadie lo sabe y desde luego nadie firmaría esa garantía en mi caso, ni lo médicos ni los dioses. En manos de ambos estamos. Y también en manos de los lectores del fotonauta y de la gente que me cuida y me quiere.
Entre esos cuatro pilares me muevo y son esos cuatro pilares los que me mantienen con vida.
Una vez más, infinitas gracias a todos.