La Constitución española, ley de leyes en nuestro país, proclama que «los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico» (artículo 9) y que «los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social» (artículo 14). Sin embargo, la ciudadanía percibe que en determinados casos, la actuación de la justicia es menos contundente, cuando no permisiva, con determinadas actuaciones.
¿Funciona la justicia en España?
La Justicia es uno de los tres poderes del Estado, según la separación que ya hiciera Montesquieu en el siglo XVIII, junto con el ejecutivo (que corresponde al Gobierno) y el legislativo (que recae sobre las Cortes). La administración de justicia en España es un sistema (teóricamente) independiente, que está estructurada, dependiendo del asunto a tratar, en distintos juzgados y tribunales. Así, hay juzgados de Paz, de lo Civil, de lo Mercantil, de lo Contencioso-administrativo, de lo Social, de lo Penal… Y por otra parte, hay Audiencias o Tribunales (compuestos por más de un juez o magistrado), entre los cuales están las Audiencias Provinciales, la Audiencia Nacional, los Tribunales Superiores de Justicia de cada Comunidad Autónoma, el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional.
Toda esta variedad de juzgados, diseminados por todo el territorio, lleva a que haya entre 4.000 y 5.000 jueces en nuestro país, que se ocupan anualmente de nueve millones de asuntos (más de 1.700 por juez). A la vista de estos datos, la justicia parece funcionar en nuestro país, aunque la lentitud con la que avanza en algunos casos, de todos conocidos, hacen pensar que no es todo lo diligente que debiera ser (posteriormente, analizaremos las causas).
Por otra parte, está la cuestión de la equidad. En primer lugar, hay que subrayar que los jueces se dedican a administrar justicia en función de las leyes que están en vigor, las cuales están elaboradas por el poder legislativo. Por ello, aunque en algunas ocasiones se les echa en cara la injusticia de algunas sentencias, ello no implica que no se ciñan a la ley (y que sea ésta la que deba ser modificada). Sin embargo, también es cierto que la ley admite interpretaciones, y que en muchos casos una aplicación estricta de la letra de la ley (en lugar de apelar al espíritu de la misma) va en contra de la equidad de las sentencias.
En los últimos años, los jueces salen habitualmente en los medios de comunicación, en ocasiones por la mayor implicación en la búsqueda de la equidad, como cuando emprendieron actuaciones conjuntas contra los desahucios. Pero también existe un grupo de «jueces estrella», que se han hecho famosos por la relevancia de sus actuaciones, no exentas de polémica. Entre otros, podemos citar a Baltasar Garzón, Javier Gómez Bermúdez, Pablo Ruz, José Castro o Mercedes Alaya. En algunos casos, la actuación del instructor le ha ocasionado fuertes críticas por parte de algunos políticos o de determinados sectores económicos afectados por sus actuaciones. La presión de determinados sectores ha llegado hasta el punto de que Baltasar Garzón (que entre otras actuaciones, inició el caso Gürtel) fue condenado a once años de inhabilitación por prevaricación, y recientemente el Consejo General del Poder Judicial ha suspendido a Elpidio Silva por «desatención continuada» (este juez instruía una causa contra Miguel Blesa, presidente de Caja Madrid).
Más allá de los errores que hayan podido cometer estos magistrados en el desempeño de sus funciones, casi nadie duda de que la actuación contra estos jueces tiene un componente político.
5 cambios que deberían hacerse en la justicia española
Resulta complejo enumerar todos los cambios que deberían hacerse en este apartado. No obstante, podemos apuntar cinco parcelas que deberían ser remodeladas o, cuando menos, matizadas:
En cuanto al Fiscal General del Estado, que ostenta la jefatura de este ámbito en España, es propuesto por el Gobierno, emitiendo su opinión tanto el CGPJ como el Congreso. Así pues, aunque también debe ser imparcial e independiente, es un cargo con un sesgo político. Por eso, en asuntos como el caso Blesa, la acusación popular ha denunciado que el fiscal actúa como si fuese un abogado defensor, o en el caso de la Infanta Cristina, el fiscal Pedro Horrach cuestiona al juez Castro, e insiste en la «inexistencia de indicios de los que pudiera derivarse la imputación».
Relacionadas con esta falta de independencia están las escasas condenas por corrupción. España es el segundo país donde más ha aumentado la percepción de corrupción. Hay cientos de causas en marcha contra cargos públicos. Decenas de políticos imputados se han presentado a diversas elecciones. Además, hay muchas actuaciones irregulares que no llegan a investigarse o que han prescrito. Pero en cualquier caso, a pesar de la gran cantidad de casos que hay, son muy pocas las condenas por corrupción, y normalmente son bastante reducidas y a cargos menores (la falta de independencia citada anteriormente tiene mucho que ver en esto).
Acceso a la justicia: El derecho a la justicia está recogido en la Constitución, que incluso recoge, en su artículo 119, que «será gratuita cuando así lo disponga la ley y, en todo caso, respecto de quienes acrediten insuficiencia de recursos para litigar».
Sin embargo, la Ley de Tasas Judiciales, de noviembre de 2012, provoca la indefensión de los ciudadanos ante algunas situaciones. No porque no se pueda acceder a la justicia, sino por que sale más caro que lo que se pretende recuperar. Por ejemplo, si a alguien le ponen una multa de 100 euros, la demanda contencioso-administrativa le costará 200. Esta ley pretendía teóricamente reducir el colapso de los juzgados (además de recaudar), pero en lugar de acometerlo yendo a las causas del mismo, se ha pretendido hacerlo reduciendo las posibilidades de que los ciudadanos acudan a la justicia.
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Pablo Rodríguez es economista.
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