- Involucra a tu hijo/a en la preparación de la comida y en las tareas previas a la misma. No está nada mal que pueda observar cómo se elabora la comida, que toque los ingredientes y que pruebe sabores nuevos. Si logramos que el niño/a viva la comida (y su elaboración) de una forma alegre y entretenida más disfrutará comiéndola. ¿Quién no ha metido el dedo en el pastel antes de terminarlo?
- Ponle platos de comida adecuados a su edad. Si le pones la cantidad suficiente él/ella será capaz de terminárselo y, por lo tanto, tendrán la sensación de que "pueden acabar con el plato". Además a qué madre/padre no le da alegría escuchar "¿puedo repetir?"
- La comida debe poder ser una oportunidad para poder compartir actividades con tu hijo/a. Muchos padres dicen que trabajan todo el día y que no pueden. Pues bien, estos pequeños momentos del día, si se aprovechan bien, pueden valer más que si dispusiera de todo el tiempo del mundo. No se trata de cantidad sino de calidad. Por lo tanto, ¿por qué no comer todos juntos?
- Utiliza la hora de la comida para hablar de cómo ha ido el día, de cómo se va a planificar la tarde, de lo bien que lo pasó en la excursión, de lo que le ha pasado a pepito, de todo excepto hablar de la propia comida en sí. Es decir, tiene que ser un espacio de comunicación.
- Aprovecha las golosinas y los dulces cómo modo de recompensar su buen comportamiento. ¿A quién no le gusta un dulce? pues si sabemos administrarlos y los sacamos únicamente después de comer o después de merendar, verán recompensada su hora de comer y además el hábito de la hora de la comida se verá reforzado.