Tengo la teoría absolutamente personal y basada en mi autoproclamado status de malamadre de que me importa bastante poco lo que estén aprendiendo mis hijas de 3 y 5 años en el cole. No me malinterpretéis, no es que no me importe, es que me importa mucho más saber si se lo han pasado bien, si han jugado con sus amigas, si se han peleado con alguien, si están tristes porque les ha reñido la profesora… En definitiva, quiero saber si es feliz en el cole. Doy por hecho que va a aprender a escribir, a leer, a sumar y a multiplicar, pero pienso que será más fácil que aprenda todo eso si su actitud hacia el cole es positiva, y esto lo conseguirá si va feliz.
Todo esto surge porque a través de un comentario en Facebook en el perfil de “Pintando una mama” he conocido un artículo que escribió Alicia Bayer en su página “A magical Childhood” allá por 2013. Aquí os dejo la traducción que publicó Maria Luisa Rodríguez Tapia en El Huffington Post. En ese artículo se hablaba de lo que debería saber un niño de 4 años. Si eres de las mías te va a encantar, si eres como la mamá exigente que te contaba antes no lo leas porque te vas a poner mala/malo. Tu te lo pierdes.
El caso es que quiero hacer mi propia aportación a la lista de Alicia Bayer (como dice mi padre, que osada soy…). Para mi, lo más importante que tienen que saber mis hijas es lo siguiente:
1.- Que son importantes, únicas, especiales y que no deben escuchar a nadie que les diga lo contrario.
2.- Que tienen que defender sus ideas siempre, le pese a quien le pese, y hacerlo con la cabeza bien alta, porque sus ideas merecen tanto respeto como las de cualquier otra persona.
3.- Que sus padres van a estar ahí para ellas siempre, aunque la líen parda, aunque les regañen, aunque se enfaden y les griten un poco a veces. Siempre es siempre.
4.- Que son listas, y muchísimas cosas más, pero que ser listas es la base de todas las demás… Y ellas lo son, y mucho!
5.- Que no son menos que nadie. Tampoco más, que no se líen. Pero en su vida se van a encontrar por desgracia con mucha gente que tratará de hacerles quedar por debajo y por ahí si que no paso. Y como en el punto nº 2, volvemos a poner la cabeza bien alta.
Estas cosas se las repito mucho a mis hijas, sobre todo a la mayor, más que nada porque la enana no acostumbra a escucharme… Y además me gusta agacharme y ponerme a su altura para decírselo, mirándole a los ojos… Y espero que a fuerza de repetírselo se lo acabe creyendo todo. No hay nada como tener la autoestima (y la cabeza) bien alta. Yo me lo creo.