5 cosas que nos enamoraron de Oporto y 3 cosas para olvidar

Publicado el 25 noviembre 2016 por Zsazsazsu @ZsaZsaZsuModa
Hace ya casi tres años que una de nosotras visitó la ciudad portuguesa de Oporto y por supuesto, a la otra le quedó el gusanillo de conocerla. Por fin el pasado mes de octubre cuadramos el calendario para hacer una escapada a este lugar Patrimonio de la Humanidad. Más allá de contaros las "maravillas" que podéis visitar, nos gustaría escribir un post con información que pueda resultar útil a quién se anime a hacer este viaje. 




Así fue nuestra escapada: cinco días y una ruta de 840 kilómetros que recorrer en coche (Zaragoza-Oporto) con parada estratégica en Zamora. Dos coches, cuatro adultos, tres niños... ¡vamos allá!
NOS ENAMORÓ...
1.- Callejear
Oporto es una ciudad para desgastar la suela de los zapatos. El casco histórico no es demasiado grande y se puede recorrer a pie con comodidad. De vez en cuando hay que subir o bajar calles con cuestas pronunciadas o algún tramo prolongado de escaleras, pero cada uno de los pasos que des por sus callejas merecerá la pena. Garantizado. Más allá de los grades monumentos que las guías turísticas recomiendan visitar, lo realmente hermoso son las fachadas de los edificios civiles con amplios ventanales y alegres revestimientos de azulejo que inundan de color la ciudad. También son típicas las calzadas y aceras empedradas ¡no olvidéis llevar zapato cómodo!




2.- Desayunar
Te alojes donde te alojes, te recomendamos que te animes a desayunar en alguna de las muchas cafeterías y confiterías que hay por toda la ciudad. Su bollería tiene fama ¡y con razón!, el café es de muy buena calidad y el precio muy económico. Son famosos los pasteles de Belem y los pasteles de arroz.

3.- El Duero
No somos asiduas de barcos, trenecitos ni buses turísticos, sin embargo en esta ocasión nos animamos a subirnos a uno de los cruceros que recorren el río desde la desembocadura hasta el extremo este de la ciudad. El recorrido dura casi una hora y cuesta algo más de 12 euros (niños menores de 12 años gratis).  Nos sorprendió gratamente la vista de la ciudad desde esa perspectiva tan poco habitual. También disfrutamos del río recorriendo el Cais da Ribera, un muelle salpicado de bares, terrazas y restaurantes lleno de vida.



4.- Los puentes
No sólo admiramos los seis puentes de Oporto al pasar bajo ellos en el barco; también cruzamos el puente de Don Luis I a pie al atardecer. Es uno de los paseos imprescindibles de la ciudad, porque la vista de la margen derecha desde el extremo sur del puente es fascinante. Ya que estáis al otro lado, podéis aprovechar para visitar alguna de las famosas bodegas de vino con degustación incluida.

5.- Comercios
En Oporto convive la arquitectura vanguardista con el sabor vintage de lo antiguo. Se ve en sus calles, en sus restaurantes y también en sus comercios. Junto a la famosa librería Lello -imprescindible, sobre todo para fans de Harry Potter-, se conservan algunos comercios de decoración antigua, con suelos de madera maciza y techos altos en cuyas estanterías puedes encontrar productos variopintos de diseño moderno. También hay ultramarinos muy antiguos y desvencijados, donde venden productos típicos, legumbres a granel... Por otro lado, recorriendo sus calles también encuentras a tu paso locales íntegramente rehabilitados siguiendo las pautas de la decoración más actual.
Es singular el Mercado de Bolhao, activo desde 1914 y con una imponente arquitectura que hoy está apuntalada y casi ruinosa. Es un lugar caótico y pintoresco que merece la pena visitar.





PARA OLVIDAR...
1.- El peaje en las autopistas
Entramos a Portugal por la autopista A4-E82 y llegamos hasta Braganza sin haber encontrado un solo puesto de peaje, aunque sí letreros advirtiendo de cobro del mismo. ¿Cómo pagar en las autopistas portuguesas? Es un misterio que ni los mismos portugueses conocen. El sistema de pago ha sido modificado de forma reciente y es bastante complejo. Nadie allí supo informarnos, puesto que el modo de pago es diferente para las matriculas nacionales que para las extranjeras. Nos costó horas contactar con el servicio de atención telefónica de PortugalTools y a pesar de sus instrucciones, no conseguimos liquidar el pago de nuestra ruta por autopistas portuguesas hasta después de nuestro regreso, vía internet. El sistema ViaT sí funciona en las autopistas portuguesas, así que si viajáis con este modo de pago podéis estar tranquilos.
Imagen desde Guía de viaje
2.- El alojamiento
El apartamento que elegimos tuvo sus luces y sus sombras. La principal ventaja fue su ubicación, en pleno centro y muy próximo al puente Don Luis I, lo que nos permitió no perder tiempo en desplazamientos. El principal inconveniente es que la distribución de las camas en las habitaciones no se correspondía con lo anunciado en Booking (donde habían mezclado fotografías y características de diferentes apartamentos del mismo comercializador). Al llegar nos encontramos con un popurrí de literas, sofás camas y camas individuales difíciles de distribuir entre las dos familias que viajábamos. La limpieza no era el punto fuerte del apartamento y para colmo justo debajo de nuestras ventanas había un bar frente al cual se congregaba un grupo de gente ebria y ruidosa hasta altas horas de la noche. Además, el piso no contaba con calefacción ni aire acondicionado; por suerte el tiempo en los días en que nos alojamos fue muy agradable, pero no nos queremos imaginar habitarlo en agosto o en febrero.
Imagen desde Booking
3.- El Café Majestic
El local, inaugurado en 1921, sin duda merece la pena ser visitado por el encanto nouveau de su decoración y así lo recomiendan todas las guías y blogs de viajes sobre Oporto. Sin embargo -o precisamente por ello-  resultó ser una de las decepciones del viaje. Incómodo y estrecho (imposible encontrar mesa para siete), hasta la bandera de turistas haciendo fila en la puerta para ser acomodados -sí, nosotros éramos unos de ellos-, precios astronómicos en una ciudad en la que lo que te llama normalmente la atención es precisamente lo económico que es comer en cualquier sitio y lo peor de todo: camareros groseros, lentos, con caras largas y, en resumen, un pésimo servicio. Aquí tenéis una fotografía de uno de ellos aburrido y bostezando.