Sentarse en el alféizar de la ventana
Puede parecer muy bohemio y romántico, pero ya no se estila. Sí, todos hemos querido escribirle cartas a nuestro enamorado en nuestro momento más melancólico mientras contemplamos el atardecer y escuchamos el dulce cantar de los pájaros. Desgraciadamente, a no ser que vivas en un pueblo medio abandonado o tu ventana tenga vistas a una idílica playa (en cuyo caso, felicidades), esta no es una opción demasiado recomendable. Probablemente, acabes siendo víctima de miradas de desdén o dedos dedos acusadores por parte de los estúpidos transeúntes sin imaginación. Y algunos ni siquiera tenemos alféizar.
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