5 pilares para diseñar un modelo educativo que estimule la creatividad

Publicado el 29 marzo 2017 por Javier Díaz Sánchez @javierdisan

Hasta hace pocos años, la enseñanza tradicional seguía un esquema industrial basado en clases magistrales y memorización. Igual que en una cadena de producción, al final del proceso educativo salían individuos muy similares unos a otros. Afortunadamente, algunas empresas empezaron a tomar conciencia de que el éxito y la viabilidad de sus negocios radicaba en que sus profesionales aprendieran a pensar creativamente.

Pensar creativamente significa algo muy distinto de actuar conforme a un procedimiento estándar. Dicho de otra forma, reproducir comportamientos o modelos mentales a la hora de interpretar la realidad no genera diferenciación, y por tanto, nos lleva siempre a las mismas ideas o soluciones. Este modelo de clonación intelectual es incompatible con la realidad actual. Ahora más que nunca necesitamos formar a individuos capaces de enfocar los problemas desde nuevas perspectivas y sin miedo a plantear ideas disruptivas.

"Somos los protagonistas de las nuevas certezas." Clay Shirky

Gracias a Internet y al avance tecnológico, la especie humana asiste desde hace solo unas pocas décadas a un salto evolutivo como ha habido pocos en nuestra historia. Un punto de inflexión quizá comparable al descubrimiento del fuego, la rueda o la imprenta. Pero Internet no va solo de acceder a una gran cantidad de información, sino sobre todo es la posibilidad de interconectar personas e ideas entre si. Es decir, es un escenario en el que la inteligencia colectiva adquiere una nueva dimensión. Así las cosas, parece inevitable que el sistema educativo deba reinventarse y adaptarse a este nuevo contexto.

Un modelo de formación diferente

El sistema educativo debe aspirar a una formación integral del individuo pero las necesidades productivas del mercado de trabajo deben ser tenidas en cuenta a la hora de configurar los planes de estudio. Al fin y al cabo, el objetivo fundamental es que todas las personas se integren con éxito en la sociedad y para ello es necesario que terminen encontrando su hueco en el mercado laboral.

Al margen de que en la actualidad se hable mucho de las competencias STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemática, por sus siglas en inglés), hay un factor transversal que está por encima de todo esto, la creatividad. La capacidad para generar ideas y soluciones realmente originales es una necesidad en un entorno que podemos definir como complejo e incierto. Te lo ejemplifico de la siguiente manera. Pensemos que el principal problema de muchas empresas a la hora de tomar decisiones no es la falta información acerca de su sector, de su competencia, etc. sino precisamente en que hay demasiada. De ahí que usemos términos como el de infoxicación que intentan describir esta realidad . En este sentido, lo que puede ayudar a tomar decisiones es cómo las personas comparamos y relacionamos todos esos datos de los que disponemos. Y es precisamente en esa capacidad para establecer conexiones donde entra en juego la creatividad y el pensamiento crítico.

Ideas-fuerza para cambiar la formación

Decía el escritor norteamericano Ambrose Bierce que "No hay nada nuevo bajo el sol, pero cuántas cosas viejas hay que no conocemos". Bien, pues en los años 50, Louis R. Mobley impulsó un nuevo modelo de formación para IBM con el que pretendía potenciar la creatividad de los trabajadores. Propuso algunas ideas-fuerza muy interesantes pero de entre todas ellas compartiré contigo las que considero imprescindibles para ser incorporadas en el diseño de un modelo educativo estimulante.

1. Formular preguntas no lineales

Las metodologías empleadas en la enseñanza tradicional son inútiles. La mejor forma de estimular la creatividad es plantear preguntas no lineales y dispares entre sí con objeto de que los alumnos y alumnas puedan conectar ideas.

Antes decía que el exceso de información puede representar un problema. De hecho, estamos más inclinados a recabar información que a analizar la que tenemos. Además, cuando analizamos la información lo hacemos intentando someterla a un proceso lineal, como si buscásemos la pieza que nos falta para terminar un puzzle. Pero lo cierto es que no hay que buscar piezas que faltan sino mezclar las que ya tenemos e intentar darle sentido. Es ahí precisamente cuando interviene el pensamiento creativo.

2. Plantear retos y desafíos

La creatividad se potencia cuando asumimos riesgos o experimentamos situaciones nuevas ya que nos obligan a explorar y a reaccionar de manera sorprendente. Por tanto, sacar a la gente de su zona de confort es clave. Este tipo de situaciones ofrecen además importantes lecciones de humildad ya que obliga a los alumnos a aceptar la frustración que supone superar ciertos desafíos y la posibilidad de que nos equivoquemos. Esto es muy interesante de cara a gestionar los egos inflados que exhiben muchos profesionales con los que nos cruzamos diariamente.

3. Fomentar el autoconocimiento

La creatividad depende en gran medida del autoconocimiento. Es imposible superar ciertas barreras y prejuicios si no sabemos que están ahí. Por este motivo, y en relación con el punto 2, conviene poner a prueba a los alumnos para que reflexionen a partir de sus experiencias de aprendizaje e identifiquen sus fortalezas y debilidades.

El problema viene cuando apostamos por un sistema educativo que evita situaciones potencialmente incómodas para el alumno. Que no se sienta mal, que no se enoje, que no se frustre. Es como si todo girase en torno a un único objetivo: que los alumnos y alumnas estén contentos, felices y tranquilos y para lograrlo rebajamos el nivel de exigencia hasta mínimos insospechados.

4. Enseñar a desarrollar la creatividad

Quizá cuestionando parcialmente la conclusión a la que llegó su colega George Land acerca de que la creatividad es un rasgo con el que todos nacemos pero que vamos perdiendo con los años, Mobley defiende que la creatividad se aprende y se puede desarrollar. Para alcanzar este objetivo, su modelo de formación sustituyó los libros y conferencias por adivinanzas, simulaciones y juegos. En definitiva, exponían al alumnado a situaciones en las que la respuesta obvia nunca era la adecuada. Aprender a ser creativo es similar a aprender un deporte. Se requiere práctica para desarrollar los músculos correctos, y un ambiente de apoyo en el que florezca.

5. Equivocarse es una posibilidad

Una de las claves del modelo planteado por Mobley fue dar permiso a los alumnos para equivocarse. Esto no significa que debamos premiar el error pero sí que lo aceptemos como una parte del proceso para alcanzar metas mayores. De hecho, cada gran idea crece de entre cientos de otras malas. Como escuché una vez en una conferencia, la naturaleza nos tiene acostumbrados a que cualquier acto de creación depende de una cuestión de volumen (¿cuántos espermatozoides crees que se necesitan para fecundar un óvulo? ¿cuántas semillas para que una planta germine?). Para la mayoría de nosotros, nuestro principal freno es el techo de cristal que nos ponemos y que se llama miedo a hacer el ridículo. Afortunadamente, los techos de cristal se pueden romper y esa es una importante lección que debemos trasmitir desde un sistema educativo que estimule la creatividad.

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Psicólogo / Humanista digital / Consultor Ayudo a empresas y organizaciones en sus procesos de cambio y transformación. Trabajo en la intersección entre la tecnología y las humanidades.