5 reyes de la historia con discapacidad

Publicado el 22 mayo 2019 por Carlosgu82

La elección de Bran, “el Roto”, como rey de Poniente en Game of Thrones nos sorprendió a todos. Si bien su intelecto lo hacía idóneo para el cargo, su condición de inválido supuso un problema a la hora de la sucesión (cosa que arreglaron proponiendo una votación futura). A lo largo de nuestra historia, ha habido reyes y príncipes con serias limitaciones y discapacidades físicas que, contra todo pronóstico, fueron los hombres más poderosos de sus reinos.

5. Ricardo III de Inglaterra

Se creía que la deformidad del rey de Inglaterra y Señor de Irlanda era una leyenda, ya que distintos escritores lo retrataron como jorobado, bajo de estatura, cojo, cruel y sin escrúpulos. Sin embargo, el descubrimiento de su cadáver reveló que el esqueleto tenía escoliosis. Historiadores afirman que, si bien Ricardo tenía un hombro más elevado que otro, no tenía ninguna otra deformidad notable.

Su corto reinado se vio truncado por dos grandes rebeliones, puesto que se sospechaba que después de su ascensión al trono, y para conservarlo, Ricardo había asesinado a sus sobrinos. El rey murió en batalla, a la edad de 32 años, y su cadáver fue enterrado sin pompa.

4. Pipino, el Jorobado

Hijo mayor de Carlomagno y su concubina Himiltruda. En su infancia desarrolló una joroba y esta deformidad, sumada a su presunta ilegitimidad, complicó su sucesión al trono, ya que en la Edad Media se creía que la deformación física o la discapacidad eran una manifestación externa de corrupción espiritual. El príncipe franco vivió en la corte hasta tiempo después de que su padre repudiara a su madre y se casara con otra mujer.

Los historiadores afirman que Carlomagno quería a su hijo y que éste era bien tratado en la corte, así que Pipino tenía esperanzas de heredar el trono. Pero, luego de que su padre lo desheredara en favor de su medio hermano, Pipino se sublevó junto con algunos nobles con el objetivo de matar al emperador y a su familia y reclamar la corona para sí. El complot fue descubierto y el príncipe jorobado fue exiliado a un monasterio, en donde pasó el resto de sus días.

3. Basilio II de Moscú

Conocido como “el Oscuro”, el Gran Príncipe de Moscovia tuvo que luchar ferozmente contra su tío y sus dos primos por el trono. En esta lucha hizo cegar a uno de sus primos y se alió con el otro. Tras pasar cinco meses como prisionero de uno de sus enemigos, Moscú era controlada por su primo; cuando Basilio fue liberado, éste le aplicó el mismo castigo que había sufrido su hermano: lo cegó y desterró.

El príncipe ciego, sin embargo, seguía contando con poderosos aliados que le ayudaron a recuperar el trono. De nuevo en el poder, envenenó a su primo. Basilio II enfermó de tuberculosis y para curarse recurrió a un tratamiento habitual por entonces, que consistía en encender velas en contacto con distintas partes del cuerpo. Sobra decir que en lugar de curarse, el príncipe ciego se provocó quemaduras y una gangrena que aceleraron su muerte.

2. Fernando I de Austria

Los padres del emperador de Austria era primos y, posiblemente, esto fue la causa de su epilepsia, hidrocefalia, problemas neurológicos e impedimento del habla. Dadas las limitadas capacidades intelectuales de Fernando I, un consejo ejercía secretamente el poder. A pesar de esto, el emperador llevaba coherentemente un diario, en el que escribía hasta veinte entradas al día.

Cuando contrajo matrimonio con su prima no pudo consumarlo porque sufrió cinco convulsiones seguidas. Se cree que nunca pudo hacerlo y murió sin descendencia. Una revolución le obligó a abdicar y cederle el trono a su sobrino tras trece años de reinado.

1. Carlos II de España

Apodado “el Hechizado”, la apariencia de este rey de España delataba una larga línea de endogamia (sus padres eran tío y sobrina). Carlos II tenía la característica “mandíbula de los Habsburgo” o el “labio de los Habsburgo”. Su lengua era enorme -lo que le dificultaba masticar y lo hacía babear-, su mandíbula prominente y su labio inferior demasiado grueso.

El rey se desarrolló tardíamente; amamantado hasta los cinco años, pudo hablar a los cuatro y caminar a los ocho. De adulto, era difícil comprender su habla, su musculatura era débil y, además, era infértil. A pesar de esta decadencia física, Carlos II fue capaz de reinar, haciendo frente a Luis XIV, recuperando el poder adquisitivo del reino, calmando el hambre y logrando la paz. Murió a los 38 años, sin descendencia y, según su médico, «no tenía ni una sola gota de sangre, el corazón apareció del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenados, tenía un solo testículo negro como el carbón y la cabeza llena de agua».