Cuando ingerimos un vino no solo lo degustamos con el olfato y el gusto, también es importante el tacto, otro sentido en el que juegan un papel importante no solo el paladar, también la boca, los labios y las encías al entrar en contacto con el líquido.
El objetivo de esta entrada es mostrarte las 5 sensaciones que provoca el vino en nuestra boca, casi seguro las habrás percibido con mayor o menor detalle si sueles descorchar un vino alguna que otra vez. Estas sensaciones son: el cuerpo, la temperatura, la astringencia, la efervescencia y la persistencia.
El cuerpo
El cuerpo de un vino viene determinado principalmente por la consistencia o densidad del líquido, aunque también se suelen tomar en cuenta otros elementos como el grado alcohólico o la intensidad de su sabor. Como cabe esperar, un vino joven presenta un cuerpo muy diferente del que puedes percibir en un reserva.
Si degustamos un vino con mucho cuerpo tendremos una sensación de boca llena, hasta el punto de que casi podremos masticarlo. Además, otra forma de distinguir los vinos con cuerpo antes de degustarlos es observándolos en la copa debido a que son prácticamente opacos.
Generalmente, un vino con cuerpo es un vino difícil de olvidar.
La temperatura
La temperatura hay que diferenciarla en dos sentidos, por un lado en el aspecto térmico de acuerdo con los grados centígrados a los que se sirve el vino, y por otro la sensación química que nos produce durante la ingesta como consecuencia de su composición.
Cada tipo de vino tinto, blanco, rosado, espumoso… debe tomarse a la temperatura recomendada por la bodega para poder apreciar con mayor intensidad todas sus notas. Una temperatura de servicio inadecuada puede empeorar las cualidades de cualquier vino.
Además, de acuerdo con su composición, el vino también podrá producirnos una sensación más o menos refrescante en su paso por boca.
La astringencia
La astringencia es otra de las cualidades organolépticas propias de los vinos y es consecuencia de la cantidad de taninos contenidos en éste. Además, los taninos también son responsables de proporcionar al vino su característico color carmesí.
El sabor astringente provoca en nuestra boca una sensación táctil de sequedad, rugosidad y aspereza. Esta reacción se produce cuando los taninos del vino entran en contacto con las proteínas existentes en la saliva.
La efervescencia
La efervescencia es una cualidad presente sobre todo en los vinos espumosos, como los cavas, ya que son los que generalmente desprenden burbujas como consecuencia del gas producido durante la fermentación, provocando esa sensación efervescente o de cosquilleo refrescante en nuestra boca.
En ocasiones, la efervescencia también es perceptible en los vinos jóvenes, principalmente blancos y rosados. Ésta se valora en función del tamaño, la duración y la formación de las burbujas.
La persistencia
Un vino persistente hace referencia a aquellos caldos cuyo sabor tiene la capacidad de perdurar durante más tiempo en nariz y en boca. Generalmente, cuanto más larga sea su persistencia, mayor será la calidad del vino que degustemos. Un vino de excelente calidad puede tener una persistencia superior incluso a los 10 segundos, mientras que un buen vino puede oscilar entre los 3 y 5 segundos.
Si hasta ahora no encontrabas las palabras adecuadas para describir tu experiencia con un vino, es muy posible que estas 5 sensaciones que provoca el vino en nuestra boca te ayuden la próxima vez a identificar mejor sus cualidades.
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