Ese sobrante que crece ante la excitación pasajera del animal que brota de las venas es tenido en cuenta como un totem generacional, fuente del producto que desemboca en la fertilidad que toda mujer, lo acepte o no, quiere absorber, producir, generar. El fruto de su cuerpo.
Todo lo demás es impuesto e impostado. Hacerse el boludo suele ser una decisión. Si no vas decidido la institución te asusta y apabulla, porque no hay discernimiento entre tu cuerpo y la intención. Para no verse fagocitado por el organismo es preferente atraer las voluntades y captar intencionalidad.
Veo a otro lado. Me disperso para escapar e irme más allá de las circunstancias, que ameritan y llevan a galopar. No.
Quiero ser más preciso. Basta de alegorías. De dar vueltas a la tangente. Es tan gente…