Me pasó tantas veces que ya perdí la cuenta. Es como ver una película en cámara lenta: arranca el día y te das cuenta que el despertador ya no sonó, o quizás lo hizo y ni lo escuchaste y desde ese momento en más el caos empieza a aparecer. Los chicos no se quieren levantar, a todos les falta algo para el colegio (la corbata, las medias adecuadas, el dinero para la excursión o las hojas de otoño con el envase de yougurt vacio que te pidieron para la pequeña).
Para mí es como que la buena onda abandonó este hogar o quizás también se quedó dormida y está difícil que se despierte. No desesperes, que por suerte mucha parte del humor familiar está en nuestras manos y seguro que podemos influir para que al despedirnos logremos hacerlo con un beso.
Acá cinco consejos que te pueden servir para cambiarle la onda al día:
- En el medio del caos, PARA: si empezamos a levantar el tono y gritarnos, cada vez lo hacemos más fuerte porque todos los miembros de la familia tienen algo que decir (o que criticar)
- Si ya sabemos que llegamos tarde, ir rápido solo va a hacer que tardemos más. Hay que bajar las revoluciones y aceptar que algo que no salió como queríamos
- No culpes a los chicos aunque estés convencida de que están poniendo la peor energía en esa mañana donde tenemos una reunión especial: mejor un paso atrás y recalcular
- Miremos el lado gracioso de la situación y cortemos con un chiste, una anécdota, una cara extraña, así en vez de descargar a los gritos lo hacemos a pura risa
- Si no es el momento de hacer el peinado perfecto, siempre podés resolver con algo sencillo para que no salgan con los pelos al viento
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