50 sombras!

Publicado el 18 diciembre 2014 por Universo De A @UniversodeA

Citando el propio musical: “puede que haya quien diga que es una mierda… ¡pero a veces la mierda está bien!”

Sinopsis y ficha técnica

“50 SOMBRAS! El musical”, es la comedia original de la novela erótica actual más influyente: 50 sombras de Grey.

Con más de 60 millones de copias de libros vendidas en todo el mundo, esta trilogía es, sin duda, la historia de amor y sexo que más ha dado que hablar en mucho tiempo.

Lo que se cuenta en el libro ya todos los sabemos… Pero, ¿cómo lo han vivido los fogosos lectores y lectoras que andan repartidos por todo el mundo? En “50 SOMBRAS! El Musical”, vivirás, o mejor dicho, revivirás todas esas sensaciones, pensamientos y pasiones desenfrenadas que sentiste mientras leías el libro.

Todo comienza cuando tres amigas (Pam, Carol y Bea) forman un club de lectura y, una de ellas, decide llevar “50 sombras de Grey”. Esto desata la imaginación de las lectoras quienes, al igual que Anastasia Steele, comienzan a buscar a su Diosa Interior. Leyendo el libro, descubrirán el oscuro universo de Christian Grey, un atractivo multimillonario obsesionado por dominar a Anastasia.

Un espectáculo con divertidos números musicales, esposas, mucho cuero y sin pelos en la lengua… ¡O con ellos! Donde no faltarán las escenas más subidas de tono pero bajo la particular y divertida visión de nuestras amigas del club de lectura.

“50 SOMBRAS! El Musical” ya ha sido estrenado en Estados Unidos, Alemania, Holanda y Francia con un grandísimo éxito de crítica y público y, ahora por fin, llega a España. Se representará a partir del 8 de octubre en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid.

*No recomendada para menores de 16 años.

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Comentario previo

En primer lugar decir, que, al igual que he hecho en el título, nunca escribiré esa coletilla de “el musical” que se pone tanto ahora justo después del título, me parece una cursilada y una vulgaridad absurdamente extendida, que no se hace en ningún otro género (os imagináis “Un tranvía llamado deseo, el drama” o “La importancia de llamarse Ernesto, la comedia”, ¿ridículo, no?), y aunque puede ser medianamente útil para diferenciar las obras musicales en la cartelera, a la hora de la verdad, los auténticamente buenos, no necesitan que los definan porque ya son conocidos como tales (a nadie se le ocurre poner “Cats, el musical” o “Los miserables, el musical”).

Hace muy poco (en mi crítica de la ópera “Muerte en Venecia”, concretamente), reflexionaba en este blog acerca de como al arte y a la belleza se les permite todo, incluso lo que se suele condenar socialmente (que suele ser más grave que una condena penal… pero dejemos el tema, que ya lo tratamos medianamente aquí).

Salvando, mucho, pero que mucho las distancias (y tranquilos, no voy a ponerme con grandes reflexiones en esta crítica porque este blog perdería definitivamente toda credibilidad… sin mencionar que esta obra ni lo merece, ni lo admite por sus características), quizás el libro “Cincuenta sombras de grey” camina por los mismos senderos.

Desde luego, nos podemos quedar en lo superficial, y decir que simplemente se trata del escándalo; no en vano, la gran mayoría de los best-sellers de los últimos años han vivido de eso; sino, recordemos algunos: la saga Harry Potter con su aire de novelita infantil y su colegio de magia, pero sus muertes continuas o su fondo adulto; “El código da Vinci”, con sus críticas a la Iglesia católica y su cuestionamiento de la religión; la saga Crepúsculo, con las obsesiones sexuales de la protagonista; la saga Millenium, con muchísima violencia (incluso sexual); y ahora, la saga de Cincuenta sombras, que nos sorprende con su interés por el sexo extremo.

Veamos lo que tienen en común: todas ellas son accesibles y fáciles de leer, y aunque tampoco se puede decir que estén muy bien escritas, son sumamente simples; además son libros gruesos, aunque con letras y márgenes enormes (para que de la impresión de que es un libro de entidad, y de que la persona que es propietaria del objeto lee… aunque casi siempre se venden en ediciones de bolsillo); están pensados como sagas de varias entregas para seguir explotando la gallina de los huevos de oro… etc; pero sobre todo, se salen de la línea, se dirigen hacia lo escandaloso o políticamente incorrecto para llamar la atención, y a partir de ahí, público, pues a todos nos encanta cotillear, y conocer el nuevo escándalo; y si es un libro, además parecemos cultos.

Seguramente, muy pocos de estos best-sellers (libros más vendidos) quedarán para la historia de la literatura y acabarán por desaparecer entre las brumas del tiempo (y de hecho, de muchos de ellos casi seguro que ya no os acordáis ni ahora, ¿entendéis ahora su escasa relevancia?, aquel libro del que tanto se habló, el que tenía que leer todo el mundo, que estaba presente en todas las conversaciones, el imprescindible… ha pasado a mejor vida, como toda moda, si ya lo decía Coco Chanel); sin embargo, el ahora es el ahora, y lo cierto es que, como bien dicen en sus portadas (en una magnífica campaña publicitaria, todo lo hay que decir) los libros de “cincuenta sombras”: “sí, este es el libro del que está hablando todo el mundo”.

¿Pero es sólo el escándalo?, ¿simplemente nos divierte y nos llama la atención lo prohibido, y el hecho de que haya un libro que trate, de forma novelística (formato imprescindible para conseguir una sola venta) la temática del sexo sadomasoquista? (por cierto, con las temáticas que estoy tratando últimamente en el blog, WordPress me lo va a poner con advertencia de para mayores de 18 jajajaja), o en cambio, ¿se trata de algo más profundo?, ¿existe una curiosidad, un deseo de explorar eso?, ¿está nuestra sociedad reprimiendo algo?. Sea como sea, lo cierto es que sexo y violencia siempre han vendido; y desde muy antiguo se ha hablado del eros (el amor absoluto, la capacidad de creación) y del thanatos (la capacidad de destrucción absoluta) y de como conviven y pugnan en nuestro interior.

En definitiva, ¿qué dice el triunfo de “Cincuenta sombras de grey” de nosotros como sociedad?, ¿qué significa o que implica?; ¿y del resto de los demás best-sellers?, no hay duda de que se trata de un apasionante estudio psico-sociológico.

Aunque hay algo que yo, ya sí he estudiado en mis entornos de forma no profesional (obviamente); lo cierto es que las personas que leen best-sellers suelen ser de perfil más bien bajo, escasa cultura, no muy habituados a leer, y no suelen contar con grandes referencias literarias en toda su biografía (en cualquier caso, pensemos, ¿alguien consideraría culto a una persona que sólo mencione best-sellers entre los libros que lee?, seamos sinceros, todos sabemos que no… en el fondo nos damos cuenta de que eso no es leer de verdad)

Sea como sea, el triunfo de este libro ha provocado, entre otras cosas, que pronto vaya a haber una película muy esperada (Hollywood no se pierde ni una, a pesar de la mojigatería americana, ya lo dice la canción, “el dinero hace al mundo girar”), y ahora también hay… musical, recién llegado a España tras su paso por otros países.

Sin embargo, este musical no es una adaptación del libro, sino una parodia de este (quizás porque no habría quien se tomara el libro en serio en un escenario), lo que parece demostrar que los creadores son grandes fans del fenómeno literario, pues las mejores parodias suelen hacerlas precisamente los que mejor conocen aquello de lo que se burlan (precisamente porque entienden a la perfección sus virtudes y defectos).

La parodia es un género muy agradecido, y bien hecha, siempre suele dar un resultado maestro (aunque el de la crítica que escribo no es exactamente el caso); pensemos en nuestra más grande obra literaria de todos los tiempos “Don Quijote de la Mancha” (se burla, y de una manera genial, de los libros de caballerías); o volviendo al género musical, la exitosa y multipremiada “Los productores” (que parodia los musicales de Broadway y a todos aquellos que forman parte de él), quizás porque siempre demuestra una gran sabiduría saber reírse de uno mismo, o, tal vez, porque con humor se digiere mucho mejor aquello que, dicho en serio o de forma dramática, resultaría demasiado desagradable (pensemos en las reacciones hacia “El crepúsculo de los dioses” de Wilder, por ejemplo).

Y sin embargo hay que ser muy cautos con el tema del humor, que es algo tan peligroso como los otros temas de los que últimamente hemos estado hablando; no es para menos, cualquier humorista puede decirte que el humor es algo muy cruel (casi siempre se basa en la desgracia ajena); y aunque quizás siempre ha estado más controlado, a menudo resulta difícil decir donde están sus límites (pues la verdad es que, para bien o para mal, no posee delimitaciones naturales, eso está demostrado) y ha resultado necesario incluso marcar tipos (humor blanco, negro, verde…) y definirlos; además de que todo el mundo sabe que, como dice el dicho, “entre broma y broma, la verdad asoma”, quizás por eso en ocasiones se le tiene tanto miedo, porque nunca termina de ser lo que parece.

¡Pero vamos a dejar las reflexiones profundas que había prometido no hacerlo en esta crítica y esto ya parece una broma!, ¡vamos!.

También comentar que me fue casi imposible encontrar referencias (no sospechosas, algunas hasta diría que no habían visto la obra pues sólo mencionaban escenas de los vídeos que se pueden ver en internet) de esta obra… y lo que encontraba era tan desigual… quizás eso ayudó a bajar al máximo mi expectativa, pues iba temblando ante lo que iba a ver, ya que suelo ser sensible hacia lo vulgar, o al menos hacia la vulgaridad gratuíta, bueno, dejémoslo en hacia lo gratuíto sin más.

Por otro lado decir, sobre todo debido a esa enormísima falta de información y las múltiples contradicciones, que la obra dura cerca de dos horas y no tiene entreacto (de hecho, yo me pasé todo el rato esperándolo… y cuando me di cuenta, ¡había terminado!; eso sí, se pasa muy rápido, todo lo hay que decir).

Aunque quizás no sobra comentar, que muy en parte, la desconfianza de todo lo anterior estuvo potenciada por la cierta necesidad de cautela que me produce el teatro donde se representa; un lugar que tuvo hace años una espantosa y extremadamente decepcionante producción de “Cantando bajo la lluvia” (ahora sé que no se trataba tanto del sitio como del director, Ricard Reguant, error en el que caí alguna que otra vez… pero nunca jamás). Pongo este ejemplo, pues con demasiada frecuencia, este teatro tiene más ínfulas de las que debería. Me explico, a menudo hay montajes en este lugar, especialmente si son musicales, promocionadísimos en prensa y muy publicitados… pero casi nunca dan la talla.

Lo cierto es que este teatro se refleja perfectamente a si mismo urbanística y arquitectónicamente: pretende ser un gran teatro de musicales carísimos de la Gran Vía, y sólo está en un barrio bastante bajo y deprimido (¡en la plaza Tirso de Molina hasta se venden banderas y productos republicanos en fin de semana!, ¡hay pocas cosas más bajas y miserables que esa!); pretende ser un gran edificio, pero hace mucho que se ve que está en decadencia (no le iría mal una restauración); ¡hasta el nombre!, “Nuevo Apolo”, haciendo referencia al gran coliseo del género zarzuelístico, una y otra vez citado en cualquier libro sobre música lírica, no es más que una copia, un recuerdo de lo que fue un gran templo del arte dramático, que ni siquiera estaba cerca de allí, sino en la calle Alcalá por el principio de la Gran Vía….

Con frecuencia sus montajes son pobres (y este, en ciertos aspectos también es así, en la crítica hablaré con más detalle de ello), aunque sus precios no son todo lo ajustados que deberían (y es mejor esperar todo esto así para evitar decepciones); lucen grandes nombres que ocultan un fondo de gran simplicidad, el mejor ejemplo a ese nivel, otro espectáculo que tuvo lugar aquí: “Avenue Q”, muchos Tonys, la gran vencedora frente a “Wicked”, pero, independientemente de su calidad global final (que la hay, y mucha), su humilde origen off-Broadway (fuera del gran circuito teatral de los lugares carísimos, vamos, como la mayoría de los teatros de fuera de la Gran Vía en Madrid) es innegable.

Un buen ejemplo en este espectáculo son los precios de algunas zonas determinadas o el invento de “la butaca Grey”, un sacacuartos demasiado descarado y en el que, salvo empresas (creo que el montaje tiene algún tipo de apoyo de ese tipo, pues vi demasiada gente que se conocía entre sí el día que fuí; sin mencionar que el director contaba en una entrevista lo difícil que es ir a taquilla) no creo que nadie caiga. Seamos realistas, estamos hablando de un montaje de Fringe, no se puede exigir el precio de un gran musical a un producto que ya ni siquiera se considera a si mismo como tal, ni ha sido creado para eso, ni pretende serlo (leer la crítica para más detalles).

Y para más inri diré, que a pesar de que en la mayor parte de los sitios veréis que los precios son “a partir de 25 euros” (lo típico), es mentira, ya que no venden entradas de anfiteatro para este espectáculo (para las cuales sería precio habitual en este teatro); por lo que ningún precio baja de 30 euros (aunque se pueden encontrar reducciones mínimas en algunas webs -tipo “Atrápalo”- en determinados días… a cambio de las típicas butacas espantosas y ladeadísimas); está claro que han querido asegurarse una recaudación mínima.

Y del personal no sabría muy bien que decir; la taquillera (aunque, tal como viste, parece la actriz principal del teatro) no tiene muchas ganas de trabajar, evidentemente no ha ganado un concurso de simpatía (lo dicho, será la prima donna jubilada), y despacha a la gente, literalmente. En cuanto al personal de sala, no sé que te diga, por una parte muy bien porque si hay sitio te dan butacas en la platea (aunque a lo mejor es para evitar abrir el entresuelo sin necesidad), pero tampoco son ningún encanto, ni parecen ser el colmo de la eficiencia, y por más camiseta del espectáculo que lleven, se les ve muy poco motivados. Además, de mis recuerdos de pasadas veces, tampoco tengo yo la imagen de una gran amabilidad o simpatía.

Todo ello sin mencionar que por aquí también se ha expandido esa burda incultura teatral de las palomitas que campa a sus anchas por todos los lados, ¿es que la gente ya no sabe ni ir al teatro?; por fortuna, no recuerdo ver a nadie con ellas ni con bebida. Pero que falta de clase.

Tampoco me parece bien que ni siquiera te den un minúsculo programa de recuerdo; vale que es un teatro privado y no tiene porque elaborar un programa de mano elaboradísimo como sí vemos en los teatros públicos (también es lo mínimo que deben hacer, de alguna forma tienen que legitimar su estatus); pero por favor, un mínimo sería muy agradecido por el público, ya has comprado la entrada, ¡no es cuestión de sangrarte por todos los sitios y que tengas que adquirirlo todo, por favor, alguna deferencia hacia el público!.

Quizás todo lo anterior, se deba también a que se ha perdido esa cultura teatral del acudir a un gran sitio, de calidad, en donde todo son atenciones, amabilidad y se respira lujo por doquier… sin embargo, yo estoy convencido de que el haber recortado en ese tipo de cosas es precisamente lo que ha rebajado tanto la actividad teatral, y lo que la ha reducido a nada, al fin y al cabo, la gente se comporta de acuerdo al sitio al que van. Un buen ejemplo de esto son determinados restaurantes de requinte madrileños (quizás algún día cite nombres), que se han quedado en un recuerdo decadente por el simple hecho de que han perdido las formas totalmente: ni cuidado en el servicio; ni código de vestimenta… etc. Lo mismo pasa en el teatro, pero más llamativamente, al paso que vamos, no se va a diferenciar mucho de ir al cine (otra actividad social que perdió todo su glamour hace mucho, mucho tiempo, y de la que apenas queda algún resquicio en nuestra capital del Reino, en alguno de los palacios del cine que aún sobreviven milagrosamente y por suerte).

Crítica

Como comentaba antes, este musical es una parodia del libro “Cincuenta sobras de grey”, bueno, aunque no llega a ser una adaptación cómica, digamos que es una parodia del total.

La historia parte de un muy buen punto, unas marujas (gran sabiduría del libreto, uno de sus puntos más divertidos; y lo que comentaba antes, que deja muy claro cual es el perfil de los lectores de este libro) montan un club de lectura, en principio proponen libros más o menos imaginables… pero una de ellas tiene preparado el del escándalo.

A partir de ese momento, y a través de su perspectiva (siempre muy divertida) vamos deshojando el libro (o al menos algunas de sus partes).

Tal vez, si la obra se hubiera enfocado más desde la perspectiva marujil; el como influye en sus vidas, lo que implica para ellas en su rutina y cotidianeidad el saber de ese mundo tan alejado y apartado de lo que les estaba destinado o de su educación, y todo eso; hubiera sido una obra seria que funcionaría muy bien, e incluso una obra maestra, pero el texto prefiere concentrarse en parodiar las cosas más tontas y evidentes del libro.

Vamos a entendernos todos aquí y a hablar claro desde el principio, pues será mejor: el musical de “50 sombras!” no es una obra maestra ni pretende serlo; es más su gran inteligencia consiste en que no se toma en serio, ni a si misma, en ningún momento; no es pretenciosa (a pesar de que fue estrenada en el “Fringe” británico; parece que los cursis son patrimonio especial nuestro), es consciente de que es un mero divertimento, flor de un día, y de una moda pasajera… (aunque también os digo algo, la zarzuela “La Gran Vía”, también nos habla, del actualísimo tema en su momento, de las protestas por la demolición de casas para construír la Gran Vía madrileña… y cientos de años después -cuando la propia Gran Vía está en peligro, como publicabamos hace poco, ¡que irónica es la vida!-, aún se sigue representando -de hecho, volvió al Teatro de la Zarzuela hace pocos años con una muy buena nueva producción-; y la verdad, seguramente tampoco se tomaba muy en serio a sí misma).

Y debido a esa gran sabiduría, a que sólo quiere hacer reír a aquellos que leyeron el libro (y ya de paso, también a los que no, pues una parodia se entiende mejor conociendo el producto de origen, pero el humor es universal, algo gracioso lo es en cualquier lado), y ninguna otra cosa, sale adelante.

Por cierto, también comentar que el libro no es lo único que se parodia, el género musical también es caricaturizado: de forma general, por ejemplo los momentos del personaje de Anna imitando burlonamente la tradicción broadwayesca de la canción “yo quiero”, o el estilo de Alan Menken y sus musicales cinematográficos de Disney en la década de los 90; y de forma concreta, títulos como “El fantasma de la ópera” (en la mejor parodia que he visto en mi vida, cuando Grey se lleva a Anna a su “guarida”, y ella vomita al final de unos intentos de gorgorigos operísticos jajajaja), “Los miserables” o “Mamma Mía”.

Por tanto, a pesar de que la historia parte de un punto muy bueno, el desarrollo es bastante deficiente; lo cierto es que el libreto no está bien escrito, ni el argumento bien trazado, hasta me atrevería a decir que no hay mucho. Se trata más bien, de una serie de situaciones cómicas hiladas, una tras otra, de una forma bastante ligera. Por supuesto, no hay la más mínima profundización en los personajes, algo que se nota especialmente en un forzado final en el que todos “consiguen lo que quieren”, aunque no te acaba de encajar, básicamente porque te das cuenta de que no se han molestado en contarte lo que era; entiendes que lo que hicieron es: “había que acabar la obra y se acabó”.

Aunque quizás haya que buscar mucha parte del origen de las deficiencias del texto en el material de partida, la novela (pero tampoco creo que haya que exculpar totalmente a la obra de sus defectos; muchas novelas de caballerías estaban lejos de la perfección, y el Quijote rebosa maestría igualmente).

Sin embargo, como ya he dicho, ello carece de importancia, porque no debemos de buscar grandes profundidades en una obra como esta, donde ni están, ni se las espera, y mucho menos se las ha de escudriñar, pues es tratar de encontrarle los tres pies al gato vanamente. Como ya he dicho, no es el objetivo de la obra.

Tampoco debo de engañar acerca de un asunto que sí, ha sido tratado ampliamente por opiniones en internet: la obra llega a ser vulgar (y no lo oculta, sabe que tema trata y lo explota en todos sus frentes), profundamente, a nivel de lenguaje, gestos, tiene momentos muy chabacanos… pero a su lado hay otros muy ingeniosos y más de alta comedia; si bien no llega a ser en plan película de Grace Kelly (sería ya muchísimo pedirle), lo cierto es que el aspecto ordinario no debería de ser un factor disuasor a la hora de decidirse a verla; si tenéis dudas, os sugiero que veáis el vídeo del número musical “La habitación roja”, si conseguís superarlo, no veréis nada mucho más grave ni desagradable que eso; pero si no es así, ¡huid!. De todos modos, lo dicho, dentro de que la temática principal sea el sexo (y una filia muy concreta), no se trata de un humor intolerablemente escatológico o algo que pueda resultar muy desagradable; digamos que hay concesiones para todo el mundo, para las mentes más soeces, pero también para las más finas, es una especie de compendio no censurado (lo dicho en el comentario previo, el humor difícilmente tiene límite). A mí no me desagradó mucho, aunque en parte ya iba preparado para ello.

Y ahora hablemos de lo que es sin duda lo mejor de esta obra: la música; con unas melodías fantásticas, muy del estilo del género musical (como ya digo, no deja de parodiarlo también) y además muy pegadizas (yo aún sigo cantando algunas… ¡y lo que es peor, no he conseguido encontrar ninguna grabación por internet!); son extremadamente disfrutables, bonitas, agradables… y muy divertidas, por supuesto, recuerdan, salvando mucho las distancias; al estilo de la búsqueda de lo inesperado de Mel Brooks y su “Los productores”; quizás un poco más en su estilo off-Broadway y temática, a “Te quiero, eres perfecto… ¡ya te cambiaré!”, pero sobre todo y ante todo, a “Avenue Q” en su brutalidad, descaro y pocos pelos en la lengua; ya hemos hablado del libreto, podéis suponer como serán en parte las letras, que las ha hecho la misma persona (por ejemplo, más o menos, canta el personaje de Pam en tono de balada: “abre el libro, entre las páginas descubrirás qué… (cambio de ritmo a rock) ¡están cachondos!, ¡y sexys!, ¡y le dan, y le dan sin parar!, ¡están cachondos!”)

En lo que respecta a esta producción que podemos ver en el Teatro Nuevo Apolo (aunque pronto será aplicable a más sitios, pues por lo visto la obra va a salir de gira por España), no parece el habitual montaje que reproduce tal cual el original sólo que traducido, hay muchos localismos y adaptaciones para el público español (quizás el montaje original también los tenía en versión extranjera; aunque la verdad, yo no trago al personaje andaluz, me resulta insoportable tantísimo topicazo… hasta el giro final -que hubiera sido mejor si se hubiera hecho antes- donde por primera vez el personaje de Jose merece la pena), algunas más afortunadas que otras (puesto que, por lo general, estas cosas no suelen salir bien, meter la mano en algo que ya funciona a menudo acaba en desastre); pero en general, una vez más, esta producción tiene también la inteligencia de saber reírse continuamente de si misma (por ejemplo, cuando empiezan a describir a Christian Grey según el libro… y el actor no se parece en nada) y de sus propios defectos, de ahí que consiga mantener la calidad del original, y quizás incluso mejorar en algunos aspectos.

En cualquier caso, lo primero que debo advertir es, como ya he venido insinuando y comentando más arriba, que no nos debemos esperar una grandísima y espectacular superproducción que nos deje anodadados (eso es una de las pocas cosas que quedan claras leyendo opiniones en internet); así, no hay grandes cambios de escenario (directamente no los hay); no encontraréis escenografías o vestuario espectacularísimo… etc. Bien es cierto que se hace un buen juego con la iluminación y con proyecciones, que da muy buen resultado, pero ahí se queda todo, la simplicidad es la norma, no diría que todo queda en manos de los actores como comentan muchos, pero sí una parte proporcionalmente más importante que en otros montajes.

No debemos olvidar el origen de este musical, que fue en el festival de Fringe de Edimburgo, un festival de teatro independiente de origen escocés (pues nosotros también tenemos el nuestro, la franquicia); de hecho, no me resulta difícil imaginar como surgió la idea del musical del que hago la crítica: un par de colegas medianamente metidos en el mundo de la farándula se reunen, comentan el libro, y se ponen a cachondearse del tema; de ello surge la idea de hacer un musical, algo pequeño y que no sea muy difícil de hacer, para que todo el mundo pueda reírse también; juntan gente, y en poco tiempo estrenan en Fringe… pero sopresa, ¡es un bombazo!; unido al éxito del libro y a la expectación de una próxima película (sí, es un poco parasito este musical, ¿pero acaso no lo fue la Gran Vía de Chueca en cierto modo?), la obra es un absoluto éxito inesperado que pocos años después empieza incluso a cruzar fronteras… ha nacido una estrella.

Pero al igual que “Avenue Q” no es capaz de disimular su origen off-Broadway; tampoco lo es “50 sombras!” (originalmente “Cuff me”, es decir, “espósame”; el cambio del nombre es obviamente comercial, para atraer al público que conoce el libro) de disimular su nacimiento en Fringe; así pues, encontramos gran simplicidad en el montaje, pero ello no significa que este no sea eficaz y que no cumpla su propósito final, un buen ejemplo es una orquesta, que se reduce a cuatro músicos (nos los llegan a mostrar tocando detrás del escenario), ¡pero hay que ver lo que logran esos cuatro músicos con sus escasos recursos!, aunque quizás también se debe a la habilidad de la batuta de Guillermo González (a quien no llegamos a ver, yo no por lo menos).

¿Qué indudablemente el montaje podría ser más espectacular, mas grandilocuente y más increíble?, desde luego, pero eso ya es una decisión de la producción y de la dirección, que probablemente tampoco contaban con un grandísimo presupuesto, ni querían arriesgar demasiado, pues quiero creer que ideas e ingenio sí había, pues parecen atisbarse.

Un buen ejemplo de como mejoraría este musical si fuera más grandilocuente son los dos bailarines que hay; es algo que queda terriblemente cutre, sobran todo el rato, y su única función es hacer la comparación del baile perfecto de ellos, frente al paródico y patético de los protagonistas (sin mencionar que ese sesudo desdoblamiento de los personajes no funciona en ningún momento, quizás es de lejos lo más absurdo de la obra)… este chiste hubiera funcionado con un cuerpo de baile completo, un montón de bailarines haciendo la misma danza, perfectamente sincronizados, mientras los protagonistas no son capaces de dar una a derechas… pero con sólo dos, simplemente no funciona; lo dicho, son un recurso totalmente sobrante. Eso sin mencionar las acrobacias (que se ven más en los vídeos que en la función, Sergio Arce debe de haberse cansado de hacer volteretas), casi siempre síntoma de nula comprensión del género; pues hay quien se cree que el musical es sólo espectáculo y lentejuelas, y que poniendo eso ya está todo solucionado… craso error; en el musical, como en casi todo, las cosas gratuítas y sin ningún sentido están fuera de lugar, y mucho.

Sin embargo, como ya digo, “50 sombras!” no es ni una gran obra maestra, ni un gran musical, ni lo pretende, por lo tanto, en su deliverada simplicidad y falta de pretensión (algo cada vez más de agradecer en la cartelera teatral madrileña) es quizás una de sus grandes virtudes (aunque los precios y la campaña publicitaria no vayan a juego con esas ideas; ver arriba mis comentarios acerca del teatro Nuevo Apolo).

Otra cosa que no puedo dejar de criticar, es esa infame manía de utilizar micrófonos y altavoces en el teatro (que encima parece extenderse de forma cada vez más desagradable y peligrosa, ¡ya no sólo en el musical!, por ejemplo en este ejemplo o este otro), que le resta todo encanto al hecho de acudir a un espectáculo en directo, más cuando se supone que estos edificios han sido diseñados para tener una acústica magnífica; sin mencionar que yo si fuera uno de los actores me sentiría insultado por el hecho de que me obliguen a usar algo como eso, ¿qué pasa, que no creen que mi voz vaya a ser capaz de llegar a la última butaca?, ¿qué no tengo las suficientes cualidades para cantar en directo?, ¿entonces para qué me han escogido?. Vergonzoso y horroroso.

Por si fuera poco, y no soy el único que lo ha vivido, el sonido falla en varias ocasiones, de modo que cuesta entender bien a los actores, especialmente cuando cantan; es decir, ¿os empeñais en tener esos espantosos altavoces y encima no contratáis a gente de sonido medianamente competente?, patético, de verdad, encima de ser un gasto de producción absurdo, acaba resultando también inútil y nada favorecedor.

Tampoco puedo dejar de recriminar a esta producción el escaso interés que ha puesto en difundir nada sobre la obra original o sus autores (¡ni siquiera en el dossier de prensa, lo he tenido que buscar todo por mi cuenta, y en páginas extranjeras!, nadie en España parece saber nada del tema, y lo que es peor, tampoco parece importarle); vale que no es necesario ser muy precisos y dar todos los datos minuciosamente de las anteriores producciones, ¡pero al menos decir cosas de la original, como el nombre de la obra, y por supuesto (imprescindible), del compositor y de los libretistas es lo mínimo!; si no fuera porque sé que es imposible, hasta sospecharía que no han pagado derechos de autor, porque esa falta de nombres es cuanto menos extraña….

Pero en fin, concentrémonos en acabar el análisis de esta producción y dejemos las reflexiones varias.

Así pues, nos encontramos con una dirección de escena, de Jesús Sanz-Sebastián, muy eficaz, que sabe sacarle todo el partido a los escasos recursos de los que dispone, y que además goza de una (sorprendentemente, viendo el panorama últimamente) magnífica dirección de actores, no en vano, son uno de los grandes valores de la obra (aunque no hay que quitarles ningún mérito a estos, que los tienen, luego hablo de eso; de todos modos, parece que ha sido un gran trabajo en equipo de ambos: dirección e intérpretes).

Este talento de la dirección se ve muy  bien en todo: los movimientos en escena, las actuaciones, el juego con la iluminación y las proyecciones, y, por supuesto, con el público, a quien también se busca hacer complice de la obra a través de cierta participación pasiva, que seguramente hubiera sido más hábil si hubiera sido mayor y se extendiese más allá de las primeras butacas, pero el recurso en sí es muy bueno (un ejemplo: dos actores fingiendo mantener sexo entre las butacas, mientras ella mantiene una conversación telefónica y va pidiendo a alguien del público que le sostenga determinados objetos o conversa con él… ¡te partes de risa!).

En lo que respecta a las coreografías, están bien, cumplen su función (por ejemplo provocar), pero no las calificaría de brillantes, tampoco es un musical muy lucido en ese aspecto, pues, como ya he mencionado, no hay un gran conjunto de baile. Lo dicho, funcionan con lo que hay.

Ya sólo me queda hablar de los actores, un punto especialmente importante teniendo en cuenta muchos de los factores ya comentados de la obra.

No hay duda alguna de que en este montaje hay una auténtica estrella, una diva sin parangón que espero que haga una gran carrera en el género musical y que estoy impaciente por volver a ver: María Blanco (que además protagoniza casi toda la campaña publicitaria), ella, cuyo papel principal es el de Pam (es decir, la maruja nº 1), hace una interpretación absolutamente radiante y fenomenal, con la que, aunque encaja maravillosamente con el resto del reparto y consigue una gran complicidad, también los devora en escena. Poderosa y maravillosa, se convierte en todo un personaje para recordar e indudablemente una de las personas de quien más se acordará el espectador al terminar la función. Así, a pesar de no tener un personaje con grandísimos matices (ninguno lo tiene, la obra, como se ha dicho, no va de eso) ella consigue realzarlo, darle personalidad y volverlo extremadamente interesante, con su magnífica interpretación.

Y por si fuera poco, no deja de demostrar su gran talento debido a que tiene la oportunidad de hacer doblete, así, interpreta también a la mejor amiga de Anna; papel en el que, aunque la edad de Blanco bien podía ser un impedimento (especialmente al compararla con la monísima y juvenil Teresa Abarca), sus capacidades dramáticas consiguen imponerse y está divertidísima, graciosísima, en ese papel de borracha permanente que sólo es capaz de repetir una y otra vez “¡vaya mierda!”; cuestión importante, pues otro intérprete tal vez no hubiese conseguido que esa expresión fuese otra cosa que una gran vulgaridad permanente que sufrir en el oído una y otra vez, pero es que con Blanco, ¡te partes!, ¡es buenísima!.

Así pues, he quedado deslumbrado por su talento y vis cómica, que encima, como ya digo, ha tenido la posibilidad de demostrar sobradamente en dos papeles totalmente opuestos (maruja casera y borracha juvenil); ojalá tenga la oportunidad de volver a verla en escena próximamente, pues me ha quedado una magnífica impresión de ella; como a la gran mayoría, todo lo hay que decir.

Por su parte, las otras amigas marujas, interpretadas por María José Santos y Celia Vergara, son una eficaz comparsa de la anterior, y funcionan muy bien como secundarias, cumpliendo magníficamente esa función, pero como ya he dicho, se ven eclipsadas (también Blanco tiene más oportunidades de lucimiento, todo lo hay que decir). En cualquier caso, lo hacen muy bien.

Y por cierto, las tres tienen grandes voces.

En cuanto a los “protagonistas del libro”, destacar especialmente a Teresa Abarca, preciosa, muy bien en su papel de ingenua tontita (aunque cómicamente no me terminó de convencer, le falta vis cómica y no termina de parecer natural por eso); y con una voz de canto muy Disney (es más, no me extrañaría nada que la escogieran para doblar a alguna princesa de la compañía), probablemente la más bonita de la producción (también tiene las canciones más melódicas y lucidas en ese aspecto). Sin duda, la otra gran carta ganadora de esta producción.

En lo que respecta a Miguel Ramiro, mucho he leído sobre este hombre, y muchas cosas buenas, pero yo siempre soy exceptico… según salió al escenario, lo vi, y empecé a creerme lo que había leído… aunque poco después empecé a notar que algo rechinaba; y entonces caí en lo que era. Este actor tiene muchísima presencia escénica y un incuestionable carima (y por lo leído, también se deduce que gran atractivo físico), pero ahí se acaba todo. Su interpretación no resulta convincente, y salvo en una o dos canciones, su timbre de voz no me agradaba mucho ni me parecía muy apto para el género musical. Probablemente sería mejor modelo que actor.

Ángel Padilla, interpretando al “amigo” de Anna, es algo espantoso, cada vez que sale a escena lo único que quieres es que vuelva a irse otra vez, molesta. Desde luego que el personaje resulte repulsivo ayuda bastante, pero es que el actor tampoco hace mucho para lograr que sea interesante o simpático. Vulgar, tópico, chabacano, de lo peor de la función. Menos mal que es un secundario y hay que aguantarlo lo justo.

Finalmente ya sólo queda hablar de los bailarines, de cuya escasa o nula utilidad y función dentro de este musical ya he hablado; aunque Sergio Arce consigue salvarse minimamente de esa quema, porque, para sorpresa de todos, casi al final de la función, en apenas cuatro frases interpretando al hermano de Christian Grey (Elliot), y haciendo una especie de imitación de Christopher Mintz-Plasse (porque quiero creer que fue una interpretación y que no es la voz del actor de verdad), consigue hacernos creer que está muy desaprovechado en esa obra, que puede dar mucho más de sí y que quizás nos encontramos ante un actor con más capacidades que la de mostrar palmito y servir de fondo; o al menos queda esa curiosidad de averiguarlo. Habrá que esperar otra ocasión para saberlo, pero al menos, tenemos un indicio de ello.

Menos suerte corre Eva Manjón, que, absolutamente despreciada, es una figurante total y perfectamente prescindible de la obra. De hecho, la mayor humillación que sufre, es que no se entiende que si Arce interpreta al hermano de Grey, ¿por qué a ella no le permitieron hacer de la amiga de Anna y en cambio María Blanco está haciendo doblete?… esto no parece hablar muy en favor ni de Manjón o de su talento y resulta incomodamente sospechoso… en cualquier caso, es más que evidente que tiene un papel muy desagradecido.

En definitiva, tal y como dicen en el musical (que aunque se estén refiriendo al libro, le es muy aplicable también), “puede que haya quien diga que es una mierda… ¡pero a veces la mierda está bien!”; y es cierto, no todo van a ser obras maestras, no siempre va a ser todo el ribete de la perfección. El musical de “50 sombras!” ni lo es ni lo pretende, y sin embargo da un gran resultado: es muy divertido (dentro de su estilo, que no olvidemos, hay de todo); como musical funciona muy bien y se pasa una velada totalmente agradable. Yo, concluyendo, y siempre teniendo en cuenta todo lo arriba dicho (para tomar una decisión con fundamento) me parece completa y absolutamente recomendable.