Eran Riklis nos presenta en La misión del director de Recursos Humanos (Shlichuto Shel HaMemune Al Mashabei Enosh)una road movie entretenida, distinta y cautivadora sobre un hombre que debe dejar su vida a un lado para llevar a cabo la misión que la empresa le ha encomendado.
La historia nos traslada a la panificadora más importante de Jerusalén, la cual atraviesa una mala racha, pues la crisis está en todos lados, y no deben estropear la imagen que tienen si no quieren perder clientes. En ella, el director de Recursos Humanos pasa la mayor parte de su tiempo, viviendo atrapado por un puesto de trabajo que detesta, lo que ha acabado haciendo que se separe de su mujer y se distancie de su hija.
Ahora bien, hasta aquí sería una película más de corporaciones y líos empresariales, pero todo cambia cuando una de sus empleadas, una trabajadora extranjera, muere en un atentado suicida sin que nadie reclame sus restos, y la panificadora es acusada de falta de humanidad al no haberse enterado de su ausencia y reclamado el cuerpo, o, al menos, reconocido.
Es en este punto donde la empresa le pide que enderece la situación, para que un periodista, cual ave de rapiña, busca una noticia que emocione al lector de su diario, y poco le importa como quede la imagen de la empresa, por lo que debe embarcarse en una complicada aventura que arranca en Jerusalén y terminará en un país que perteneció a la órbita soviética, todo por lograr que la difunta tenga el entierro que se merece, encontrando en su camino pintorescos personajes.
Con esta trama podemos esperar, como mínimo, una película peculiar, y efectivamente lo es, pero además es una muy buena producción donde el guión está magnificamente escrito, hilando con maestría y desparpajo situaciones inverosimiles que, en ocasiones, nos evocan a las grandes comedias francesas, como Bienvenidos al Norte, en las que los secundarios, aunque con poco peso, nos sacan más de una sonrisa con su forma de vivir y pensar, y la manera de relacionarse con nuestro protagonista.
También muchos reconoceran en esta trama un toque de Guantanamera, al tratarse ambas de road movies con féretro y humor de por medio, pero aquí se centra más en la parte personal de sus protagonistas, en su vida y sus frustraciones, y no en la necesidad de criticar la situación actual del país en el que nos ubica, convirtiéndo la película en una producción correcta con un buen toque de humor clásico del Este de Europa.
El reparto sorprende, no sólo por lo desconocido de sus rostros a este lado del mundo, sino también por la solided con la que interpretan a sus personajes, destacando Mark Ivanir, quien encabeza el reparto, y logra que realmente nos pongamos en la piel de un trabajador que no sale de la empresa, y que, por más que lo desee, no encuentra el camino de la felicidad personal. Pero no sólo él destaca, pues cada uno de los peculiares personajes con los que se encuentra estan muy bien definidos, desde el joven abandonado hasta la abuela terca pasando por la mujer que desea volver con su ex pero sabe que no cambiará por mucho que lo prometa. Y eso es lo importante de esta película, las situaciones que los personajes generan, pues ni el ataud ni la carretera tiene tanta relevancia como las relaciones entre ellos, que deben encontrar una forma de convivir en medio de un paisaje gris y desolador.
En el apartado de fotografía sorprende el magnífico recorrido por Israel y Rumanía, ya que estamos poco acostumbrados a las road movie de estos lugares, donde la nieve y el frío sólo se descongelan con el calor de los corazones que buscan volver a prender la llama que se apagó hace tiempo.
Una cinta correcta, en la linea de las comedias actuales europeas, que ofrece más de un momento de humor de calidad, y donde destaca, ante todo, la generosidad con la que han definido a todos los personajes implicados, facilitando su visionado sin un momento de aburrimiento pues, ante todo, es una comedia para todos los públicos.Muchas más noticias en No es cine todo lo que reluce.