El canadiense Robin Aubert ha creado À l’origine d’un cri desde el corazón, desde lo más profundo de sus sentimientos y miedos, reflejando los temores de tres generaciones de una misma fanilia como excusa para indagar en la causa de la rabia interior de cada uno de ellos, algo que les lleva a estar en permanente enfado consigo mismos y con el mundo que les rodea, solamente siendo capaces de salir de esa rabia a través del alcohol, el sexo y la violencia.
La espiral de violencia de los protagonistas arranca de forma escalofriante en la película, con un prólogo que nos deja boquiabiertos, a través de una escena fuera de cámara en la que se comete un abuso infantil, y, sin necesidad de ser explícito y mostrar nada más que una pecera, nos hace sentirnos incomodos ante la situación vivida, y plantearnos si la película completa será tan dura... algo que inmediatamente comprobamos, pues con un salto en el tiempo nos traslada al presente de los protagonistas, quienes no tienen nada más en su vida que la violencia, el sexo y el sufrimiento.
De forma lenta y pausada nos muestra la unión de dos generaciones, abuelo y nieto, para salir en búsqueda del tercer miembro, hijo y padre, respectivamente, que ha huido tras la muerte de su actual esposa al no ser capaz de superar la situación a la que se enfrenta, con dos hijos pequeños a los que cuidar solo, y llevándose el cadaver de su amada con él. Pero en vez de mostrarnos escenas escatológicas nos hace emocionarnos con el amor que siente hacia la difunta, y la necesidad de permanecer a su lado, no dejandola marchar de forma definitiva.
Ahora bien, que la película sea lenta no quiere decir que no muestre situaciones de tensión, acelerando el ritmo cardíaco de los espectadores como se acelera el ritmo de los protagonistas, peleando y luchando por sobrevivir, más que vivir, entre copa y copa, buscando el amor en el sexo, y saciando su dolor interior a través del dolor exterior.
Un abuelo que espera la muerte, un hijo incapaz de superar la perdida de su esposa, y un nieto incapaz de tener una relación sentimental estable, que estabilice la vida tan caótica que lleva, nos trasladan a la carretera en lo que bien podría ser una road movie canadiense.
Destacar el trabajo de Patrick Hivon, alter ego del director, que refleja a la perfección el sufrimiento de un joven lleno de frustración y violencia, que cada día lo termina con una pelea y otra mujer más de la que olvidarse a la mañana siguiente, pero que deberá descubrir las similitudes con sus anteriores generaciones, comprobando que todos caemos en los mismos errores, y que, para ayudar a los demás hay que ayudarse a uno mismo primero.
Eso sí, si los personajes masculinos son los protagonistas absolutos de la película, el director no ha querido decir con ésto que las mujeres sean menos relevantes para él, pues claramente demuestra en las distintas escenas de la película la importancia de ellas en la vida de cada hombre. Desde las madres y hermanas, que son quienes se encargan de gestionar, desde las "sombras" la búsqueda, hasta la mujer, quien a pesar de estar muerta tiene un gran peso y relevancia en la vida de su marido, ahora viudo. Y es que el director realiza en toda la película un homenaje a esas mujeres que tanto apoyo dan y gracias a las cuales muchos hombres salen adelante, al igual que recuerda, gracias al abuelo de la película, la importancia de las personas mayores, quienes, en su casa, en la casa de sus hijos, o en una residencia, siguen sabiendo como consolar y dar ánimos en los malos momentos.
Una buena película de sufrimiento humano a la que no le hubiera venido mal algo más de ritmo, pero que nos refleja perfectamente, a través de un buen montaje y banda sonora, los diferentes motivos por los que puede surgir la rabia en tres generaciones distintas, sin nada más en común que el miedo interior, miedo a no cumplir las expectativas, miedo a no sentirse amado, miedo a no haber sido quien esperabas ser... pero miedo al fin y al cabo.Muchas más noticias en No es cine todo lo que reluce.