Los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne (El niño de la bicicleta, Rosetta) han inaugurado este sábado la 59ª edición de la Seminci con Dos días, una noche. Aunque la película ha tenido una tibia acogida entre el público de Valladolid a la salida todas las voces han coincidido en que lo más sobresaliente es la actuación de una irreconocible Marion Cotillard en el papel protagonista.
Cotillard interpreta a Sandra, una joven que descubre en los primeros minutos de la cinta que va a ser despedida: sus compañeros de trabajo han decidido que prefieren quedarse con una prima de 1000€ a renunciar y que ella pueda conservar su puesto de trabajo en la empresa. Este despido justo llega en el momento en el que Sandra está saliendo de una larga depresión y en una situación económica muy precaria en la que su sueldo es esencial para mantener a sus dos hijos. Animada por su marido, Manu, emprende durante dos días y una noche una carrera a contrarreloj para convencer a la mayoría de sus compañeros de trabajo para que renuncien a esa prima y así ella pueda continuar su trabajo.
Los Dardenne continúan haciendo un cine de índole social, aunque en este caso la crisis económica en la que están envueltos todos los personajes de Dos días, una noche comparte el mismo peso que el estado mental de Sandra, sus ataques de ansiedad y la necesidad de tomar constantemente su medicación. Una delgadísima y desmejoradísima Marion Cotillard interpreta a la perfección el papel de una madre depresiva de clase social media-baja, aunque sin llegarnos a tocar la fibra (me viene a la memoria el excelente papel de Matthew McConaughey en Dallas Buyers Club).
Por desgracia el guion de Dos días, una noche es repetitivo y predecible, el resto de los actores parecen sacados de un curso amateur en el que se limitan a decir sus frases con más intención que ganas y si Marion Cotillard brilla ante nuestros ojos es porque es lo único destacable de una película que, a pesar de tener un buen punto de partida, se va resquebrajando a golpe de cámara convulsa y miserias en la ciudad de Lieja. Si con El niño de la bicicleta los hermanos Dardenne parecían haber encontrado su camino, otra vez se han vuelto a perder. Por favor, que alguien les muestre un mapa antes de que sea demasiado tarde.