Los chicos se hacen adictos a la tecnología y tenemos que limitar las horas. ¿Pero qué pasa cuando están sin conexión? Debemos dejarlos ser chicos, en vez de querer que actúen como adultos
De chica viví en un departamento, igual que mis hijos ahora. Teníamos una televisión en el living y otra en la cocina. Pero la cantidad de opciones para chicos era bastante más acotada que ahora. Quizás nos reuníamos a ver algún programa para toda la familia o mirábamos los partidos de fútbol y noticieros que veían nuestros padres.
Mi recuerdo es que la oferta televisiva no era tan increíble como ahora, así que muchas veces de manera consciente nos apartábamos del aparato y nos poníamos a jugar, a dibujar y a recorrer casas de amigas cercanas. Desde segundo grado (junto con mi hermana), íbamos al colegio caminando solas, hacíamos mandados y visitábamos familiares cercanos. Nuestras horas fuera del colegio tenían actividades variadas y se dedicaba poco tiempo a lo electrónico.
La realidad de mis hijos es otra. No hacen mandados ni salen solos a la calle. La oferta que tienen en la palma de su mano es infinita: siempre hay algo nuevo que salió hoy. La plaza del barrio se reemplazó por la Plaza de Internet: se conectan, buscan a sus amigos, juegan, chatean y hasta cambian figuritas.