Hace 60 años se produjo uno de los magnicidios más enigmáticos de la Historia. Investigaciones, libros, publicaciones, comisiones y teorías se han sucedido casi desde el momento del asesinato, y todavía no se ha desvelado ninguna prueba concluyente de los grandes enigmas que permanecen seis décadas después: quiénes, cómo y, lo más importante, por qué
El 20 de noviembre del corriente se cumplirán sesenta años del asesinato del trigésimo quinto presidente de Estados Unidos, John Fitzgeral Kennedy. Seguramente volverán a enfrentarse la teoría de que fue Oswald en solitario con la que señala una conspiración. Es uno de los grandes misterios sin resolver de la época contemporánea que despierta siempre el máximo interés en todo el mundo.
Como todo el interesado sabe, el magnicidio ocurrió en Dallas, Texas, hace exactamente seis décadas y, según el informe oficial (el de la Comisión Warren), fue obra exclusivamente de un tirador solitario, Lee Harvey Oswald. Sin embargo, investigaciones y juicios posteriores llegaron a la conclusión de que, al menos, la cosa no estaba tan clara. De hecho, a finales de los años setenta del siglo pasado se determinó que la muerte del presidente fue una conspiración, e incluso el comité que llegó a tal conclusión afeó duramente el trabajo de la CIA, el FBI, los servicios encargados de la seguridad presidencial e incluso el de la propia Comisión Warren. En resumen, se les dijo a todos esos estamentos y organizaciones que habían sido unos auténticos chapuceros. Así las cosas, la pregunta oportuna actualmente sería ¿qué interés tenía la Comisión Warren para actuar como lo hizo? A pesar de todo, una parte significativa de la población (tanto estadounidense como del resto del mundo) sigue anclada firmemente en la teoría del loco solitario a pesar de las evidencias que, al menos, dejan serias dudas.
Existen varias certezas, más allá de los casi infinitos indicios e incomprensibles irregularidades detectadas en la investigación, que llevan a confirmar que hubo más de un asesino aquel mediodía. Por un lado, al parecer, la trayectoria prevista para la comitiva presidencial se cambió a última hora, de manera que incluso los periódicos del día indicaban el itinerario desechado; entonces, ¿cómo sabía Oswald que el coche de Kennedy pasaría por delante del almacén de libros desde donde supuestamente disparó?
Y por otro lado existe un dato puramente físico que descarta totalmente que el dudosísimo personaje fuera el asesino o al menos el único. Según demuestra la película del asesinato que filmó Abraham Zapruder, se produjeron al menos tres disparos en menos de siete segundos, el segundo y el tercero absolutamente perfectos, cosa que es absolutamente imposible. El prestigioso tirador deportivo español José Borja Pérez (varias veces campeón del mundo y de Europa de tiro de precisión, récord mundial de carabina a 100 metros y experto absolutamente fiable) publicó hace treinta años en la revista Historia y Vida una carta en la que explicaba que él mismo había intentado varias veces imitar lo que supuestamente hizo Oswald.
Así, se procuró un arma idéntica (Mannlicher Carcano) y munición casi idéntica a la que oficialmente usó el supuesto ‘asesino solitario’ (dicen los expertos que ningún tirador experimentado escogería ese fusil para hacer este ‘trabajo). Se colocó a cien metros y, con ayuda de un amigo cronometrando (arrancó el crono al sonar el primer disparo y lo paró justo con el tercero), apretó el gatillo tres veces en 15,70 segundos, resultando que los dos primeros acertaron perfectamente en la diana mientras que el otro se quedó cerca; en un segundo intento rebajó el tiempo hasta los 10,40 segundos, haciendo diana perfecta en el primer tiro y dejando un poco más lejos los otros dos; y en la tercera tanda tardó 9 segundos justos, con un blanco perfecto y dos peores que la vez anterior. Asimismo hay que tener en cuenta que la diana utilizada estaba fija, no en movimiento como hace 60 años el Lincoln en el que iba Kennedy, de forma que cuando se tira contra un blanco móvil el tirador ha de ‘correr la mano’, es decir, apuntar delante del objetivo y calcular instintivamente el punto exacto en el que proyectil y diana han de encontrarse. Esta circunstancia dificulta muchísimo más conseguir precisión y exige bastante más tiempo para hacer puntería; y no hay que dejar de un lado otro factor de dificultad, que es el nerviosismo que ha de tener quien va a disparar a una persona y más a alguien tan importante. En definitiva, deduce el experimentador campeón de tiro deportivo, es absolutamente imposible hacer tres blancos perfectos en menos de 7 segundos contra un objetivo móvil con un fusil de cerrojo y a 90-100 metros de distancia.
Finalmente, observando detenidamente los fotogramas 310-314 de la película Zapruder, se ve perfectamente que el presidente, que ya ha recibido un tiro en el cuello, tiene la cabeza caída sobre el pecho y ligeramente vuelta hacia su esposa Jacqueline (izquierda) cuando recibe el tiro fatal en su parietal derecho; esto indica que Oswald, cien metros detrás, no tenía posición para conseguir ese blanco. Además, la cámara lenta muestra sin la menor duda que el impacto fatal que revienta la cara de Kennedy es frontal. La conclusión es que hubo más de un tirador, es decir, fue una conspiración.
Admitida la imposibilidad física de que el enigmático Oswald consiguiera tal proeza, la pregunta ahora sería, ¿quién fue, cómo y por qué? Lo único que parece seguro es que Oswald, él sólo, no perpetró el asesinato. Tal vez estuviera implicado (probable), pero es imposible que un solo tirador hiciera esos blancos perfectos en aquellas condiciones y tirando desde el mismo lugar. Por tanto, de momento y hasta dentro de unos cuantos años, habrá que conformarse con hipótesis.
CARLOS DEL RIEGO