Su rostro refulge con el brillo de 60 soles e irradia una luz que disipa cualquier sombra en derredor. Una vitalidad juvenil se adivina en sus ojos inquietos, con los que escudriña el bienestar de los suyos y espanta, al clavarles la mirada, amenazas e infortunios. Palabras de cariño y ternura brotan de sus labios, dulces como la miel cuando besan y temblorosos cuando sufren, sin importarles descubrir sus sentimientos. Siempre alerta a las voces y los ecos, sus oídos no se vuelven sordos a los requerimientos de cuántos reclaman una atención incondicional y la disposición absoluta para los demás, nunca para ella. Sus manos están permanentemente abiertas para ofrecer, alimentar y abrazar, pero se escabullen cuando han de pedir o recoger las recompensas a tantos desvelos y tanta entrega. Sus piernas no paran de recorrer la distancia, corta o larga, que la separa del contacto y el afecto de sus seres queridos, sin que los obstáculos o la fatiga los hagan reposar. Y su cuerpo refleja la bondad serena de un alma limpia y buena como sólo una madre y una esposa, una estrella para su familia, es capaz de poseer. Por eso, su rostro resplandece hoy con el brillo de 60 soles, tantos como años cumple, al contemplar emocionada el fruto de su amor fértil y generoso. ¡Felicidades!