Resulta aterrador asumir que nuestra memoria es una gran traidora, que modela los acontecimientos vividos sin atenerse fielmente a la realidad de lo que pasó y los distorsiona y adecua en razón a intereses confesos o inconfesables.
No recordamos los sucesos tal y como ocurrieron, sino del modo en que nos explicamos a nosotros mismos que sucedieron o en la forma en que otras personas nos los explicaron. Y es que la memoria es altamente susceptible de ser alterada por influencia, según han demostrado diferentes investigaciones.
La memoria no es infalible. No es, por tanto, una grabación fiel de los acontecimientos vividos, sino un proceso dinámico. Tratar de recordar una experiencia requiere construir, ya que no hay ni un solo lugar concreto en el cerebro para la memoria.
No disponemos de un sistema de elaboración, almacenamiento y registro preciso de cuanto experimentamos. Lo que hacemos es conceder más énfasis a aquellos elementos que nos parecen más importantes, haciendo caso omiso de otros detalles. En resumen, nuestro cerebro realiza un ejercicio de reconstrucción, no de reproducción.
Por otra parte, los sujetos que están totalmente convencidos de la reconstrucción del pasado que les dicta su mente, no tienen por qué ser más dueños de la verdad que aquellos que se muestran más dubitativos respecto a sus vivencias. El “estoy completamente seguro” vinculado a la memoria, no tiene más posibilidades de ser cierto que el “me parece que fue así.”
¿Y una vez que se ha formado ya un recuerdo firme sobre un evento, esa evocación no cambiará ya nunca? Por lo visto, sí que puede modificarse, y resulta sorprendente cuánto. De hecho, se ha comprobado que esa transformación depende en gran medida de las experiencias que vivamos posteriormente.
El convencimiento de que nuestra memoria es más completa, certera y fiable de lo que realmente es, se debe a que solo en muy contadas ocasiones tenemos pruebas que contradigan esa seguridad. Nuestros recuerdos son tan 'reales' y detallados que nos resulta imposible concebir que puedan estar distorsionados o, incluso, resulten falsos... pero sí.
Moraleja: Ten cuidado con tus recuerdos, pueden no ser tuyos y pueden no ser ciertos.
Reflexión final: "Todos los días son aniversarios que una memoria infiel no conmemora: aniversarios de lejanas dichas, de sueños, de inquietudes y de auroras." (César Brañas)