India está repleta de sitios sagrados y destinos de pegrinajes. Pero pocos lugares están tan asociados con Krishna, una de las principales deidades, como la localidad de Vrindavan, a orillas del río Yamuna, en el estado norteño de Uttar Pradesh, a escasas horas en auto de Delhi.
En esta ciudad colmada de templos, el nombre de Krishna y el de Radha está en boca de todos.
Krishna, de acuerdo al texto conocido como Mahabharata, nació y pasó su infancia y adolescencia en los bosques de Vrindavan. En India todos conocen los cuentos relacionados con el bebé dios, llamado a veces Krisná khir-chor ("el ladrón de mantequilla"), que le roba a su madre la mantequilla recién hecha. Uno de los relatos más famosos narra como su madre adoptiva, al hacerle abrir la boca a Krishna para ver si se estaba comiendo la mantequilla, vió el universo entero contenido dentro de ella. La deidad pasó su niñez entre pastores y pastoras y tuvo encuentros amorosos con una de ellas, Radha.
Radha y Krishna son los dos nombres unidos para siempre en la mente de los muchos peregrinos que llegan a Vrindavan para cumplir el ritual recorrido por el circuito de templos.
Pero la ciudad tiene un lado más oscuro. Cuando uno comienza a observar los peregrinos que ingresan y salen de sitios sagrados, puede verse numerosas mujeres entradas en años, vestidas de blanco y muchas veces mendigando.
Historias de quebrantos Nadie ha podido explicar exactamente por qué Vrindavan atrae tantas viudas, especialmente de la región de Bengala. Se estima que hay por lo menos 6 mil viudas en Vrindavan, y muchas más en las zonas rurales cercanas.
Algunas llegan para dedicar el resto de su vida a la oración y el servicio a Radha/Krishna. Pero muchas otras lo hacen para escapar de contextos familiares brutales, o porque han sido expulsadas por sus yernos o nueras como si fueran una carga no deseada.
Este es un aspecto de la sociedad india que el gobierno preferiría mantener lejos de la atención internacional, a pesar de sus genuinos esfuerzos por combatirlo.
La organización no gubernamental Maitri, basada en Delhi, provee alojamiento y comida para algunas de las viudas. En un pequeño templo algunas están sentadas en el patio, mientras jóvenes voluntarios reparten arroz y guiso de legumbres. La mayoría ha viajado desde el estado de Bengala Occidental, en el este del país, en una travesía de cerca de 1.600 kms. Muchas lo han hechos solas, dejando atrás a sus nietos y amigos.
Saif Ali Das tiene sólo 60 años, pero parece mucho mayor y camina cojeando. Su marido era alcohólico, cuenta, y murió hace 12 años luego de una caída. Su hija murió en el hospital y su hijo fue asesinado en una disputa por tierras. Luego de la muerte de sus hijos y sintiéndose sola en el mundo, Saif se dirigió hacia el lugar en el que, según había escuchado, podría encontrar seguridad.
Sondi es una mujer fuerte de 80 años. Su esposo murió siendo muy joven y tuvo que criar sola a sus cuatro hijos. Su nuera la echó de la casa, diciendo que su esposo mantenía el hogar "pero tú no tienes marido así que deberás arreglárterlas por ti misma".
Para muchas de estas viudas originarias de Bengala Occidental, donde se habla otra lengua, vivir en Vrindavan rodeadas de personas que hablan Hindi es como haber llegado a otro país. Algunas luchan y no se permiten caer, otras se ven asustadas y quebrantadas.
Supersticiones Las autoridades han abierto cuatro ashrams o comunas espirituales, donde algunas mujeres tienen alojamiento. Pero muchas se ven forzadas a pedir limosna para pagar la renta.
Algunos testigos señalan que las viudas son maltratadas por la población local y son sólo los peregrinos quienes les dan dinero para ganar méritos.
Gauri Dasi abandonó su hogar en la frontera debido a la tensiones de la guerra que derivó en la independencia de Bangladesh en 1971. Llegó a Vrindavan con su marido, con quien tuvo tres hijas, pero su esposo la abandonó y sus tres hijas fueron prometidas en matrimonio cuando cumplieron 10 años. Dasi ha vivido sola en Vrindavan durante los últimos 15 años y dedica su vida a la devoción a Radha, recibiendo algunas monedas a cambio de cantar en los templos.
Muchas de las devotas parecen protagonizar vidas trágicas en las calles de Vrindavan.
El gobierno y los peregrinos pueden salvar a las viudas de la inanición, pero será mucho más difícil acabar con las injusticias y las supersticiones en la región de Bengala.
Para algunas personas aquí, incluso mirar una viuda es considerado mal agüero.