Por su carácter, Houdini quiso seguir trabajando durante los días posteriores al incidente, a pesar de padecer fuertes dolores y una fiebre creciente. Finalmente sufrió varios desmayos en una actuación y fue hospitalizado. Tras muchos días de lucha contra la enfermedad falleció en la madrugada del 31 de octubre de 1926, a la edad de 52 años. Y así, de una forma aparentemente tan absurda, desaparecía el mejor escapista de todos los tiempos.
Harry Houdini, nacido Erich Weisz el 24 de marzo de 1874, en Budapest, Hungría, fue uno de los siete hijos de un rabino judío y su esposa. Erich se trasladó con su familia cuando era niño a Wisconsin, EE.UU., y a los 13 años se mudó con su padre a Nueva York, teniendo en la Gran Manzana trabajos esporádicos, hasta que empezó a interesarse por las artes del trapecio.
Houdini empleaba su tiempo libre en estudiar magia (adquirió a lo largo de su vida una gran erudición en historia de la magia y llegó a acumular una formidable biblioteca especializada en la materia, que posteriormente legó a la Biblioteca del Congreso de Washington) y en competir en varios eventos atléticos, como la natación. En aquel entonces, Erich consiguió un libro llamado "The Memoirs of Robert-Houdin, Ambassador, Author, and Conjuror, Written by Himself", que narraba las memorias del mago Jean Eugène Robert-Houdin, a quien el joven de inmediato convirtió en su ídolo. Ya en 1894, Erich comenzó su carrera como mago profesional y cambió su nombre al de Harry Houdini, el primer nombre es un derivado de su apodo de la infancia "Ehrie", y el segundo un homenaje a su ídolo.
Houdini concebía la magia como un espectáculo en sí misma y demostró gran habilidad para liberarse del interior de cajas fuertes arrojadas al mar, de camisas de fuerza colgado boca abajo de rascacielos, y de toda suerte de esposas, cuerdas, baúles cerrados con candados y cadenas de cualquier tipo. Escapó de camisas de fuerza, de barriles, cajas, bidones, bolsas, sacos, ataúdes, jaulas y habitaciones cerradas. También se dice que escapó de "un monstruo marino", probablemente un calamar gigante o ballena, de cuyas tripas consiguió salir airoso. El público que le veía deseaba a la vez que triunfara y que fallara; la sensación de peligro inminente era poderosa en cada uno de sus números.
Uno de los escapes clásicos que se asocian con Houdini es 'La Metamorfosis', que tanto en su época como en el futuro inspiraría a muchos otros magos. El ilusionista era atado e introducido dentro de un saco, a su vez dentro de un baúl, todo ello era atado y sujetado con candados. Entonces una ayudante subía encima del baúl, levantaba una cortina y 3, 2, 1… Al instante siguiente la cortina bajaba mostrando a un Houdini liberado en el lugar que ocupaba la ayudante.
Entonces se abría el baúl y se desataban todas las cuerdas del saco para mostrar a la asistente dentro de la caja: ambos se habían intercambiado o metamorfoseado. Este número sigue siendo espectacular hoy en día cuando se ejecuta con destreza y habilidad. Se cree que Houdini ejecutó este número más de diez mil veces en toda su carrera.
Las habilidades de Houdini encantaban al público. Hizo un largo viaje por Europa de cuatro años, cosechando grandes éxitos y aumentando así su propia leyenda (también se dijo que pudo haber aprovechado para ser espía traficando con secretos rusos y alemanes). De esa época le viene el sobrenombre de "Rey de las Esposas".
Todos en algún momento de nuestra vida nos hemos sentido fascinados por la magia. Y hemos dado certificado de milagro a lo que "solo" son deslumbrantes trucos de ilusionista. Pero, ¿somos tan fáciles de engañar? ¿Qué mecanismos funcionan, o dejan de hacerlo, en nuestro cerebro, para que seamos incapaces de percibir dónde está la trampa? ¿Los magos tienen poderes paranormales o son personas muy normales, solo que con algunas habilidades más desarrolladas que el resto?
En una entrevista concedida a la revista Muy Interesante, Susana Martínez-Conde, neuróloga gallega, que dirige el Laboratorio de Neurociencia Visual del Instituto Neurológico Barrows, en Phoenix (Arizona), habla de su investigación sobre la relación entre las experiencias visuales y las bases de la consciencia, para lo que ha recurrido a la ayuda de magos e ilusionistas.
Buena parte del trabajo de un mago depende de su capacidad para canalizar la atención de los espectadores. De hecho, algunos de sus trucos pueden aportar pistas sobre la forma en que nuestro cerebro procesa la información visual y construye la experiencia subjetiva que nosotros consideramos la realidad.
Preguntada al respecto de la relación que tienen magia y ciencia, la neuróloga señala: "Yo estudio los trucos de los magos porque manipulan la consciencia. Los magos son unos extraordinarios manipuladores y analizar las ilusiones que utilizan en sus espectáculos es, en el fondo, una manera de investigar el funcionamiento íntimo de nuestro cerebro. De hecho, tienen bastante que enseñarnos sobre cómo alterar los niveles de atención. A partir de sus experiencias, podemos diseñar en el laboratorio experimentos más sólidos que nos den una idea del comportamiento de los circuitos neuronales implicados en la construcción de nuestra propia versión de la realidad".
No os perdáis la entrevista completa en este enlace: "Estudio los trucos de los magos porque manipulan laconsciencia".