Charles Chaplin (el inolvidable "Charlot") realizó en su primer largometraje sonoro, "El gran dictador", una agria sátira de Adolf Hitler. Pero para comprender bien toda la polémica que suscitó la película en su momento, situemos claramente el contexto en el que se rodó. Si recordamos con precisión, la Segunda Guerra Mundial comenzó el 1 de septiembre de 1939 con la invasión alemana de Polonia. Pues bien, el rodaje de la película de Chaplin se inició tan solo ocho días después, el 9 de septiembre, en mitad de un gran hermetismo por las presiones que estaba recibiendo el actor y director para no filmar aquella cinta, por parte de la embajada alemana y de su productora, United Artists, que había recibido amenazas de boicot. Por otra parte, a la política estadounidense, neutral en aquel entonces, le incomodaba que se pudiera poner en duda esa neutralidad. Pese a tener a casi todos en contra, como vemos, y a que las críticas de la prensa fueron negativas, resultó la película de Chaplin que mayor recaudación consiguió.
La película no se estrenaría en Alemania hasta 1958, aunque curiosamente y a pesar de que era, en la práctica, una ácida crítica hacia su figura, esta era una de las películas predilectas que Hitler guardaba en su cine particular. A pesar de estar prohibida en la Europa ocupada por los nazis, se dice que el propio Adolf Hitler pidió que le pusiesen la película, no una, sino dos veces, y jamás se conoció su opinión sobre ella. En una entrevista, Chaplin comentó que hubiera dado cualquier cosa por saber qué pensaba Hitler sobre el filme.
Las similitudes entre Chaplin y el líder nazi se establecieron muy a menudo. Por un lado, compartían el mismo tipo de bigote. Nacieron con un período de cuatro días de diferencia en el mes de abril de 1889. Ambos crecieron en la pobreza, y había similitudes superficiales en su sensibilidad: Hitler fue un artista frustrado y, al igual que Chaplin, un fanático de Wagner. Después de haberle estudiado extensamente, Chaplin declaró que Hitler fue uno de los mejores actores que había visto jamás.
Al conocer, años después, el horror de los campos de exterminio, Chaplin afirmó que nunca hubiera realizado la película de haberlo sabido en su momento.
"El gran dictador", más que una crítica al fascismo y a los gobiernos totalitarios, más allá de la parodia / caricatura grotesca que propone de Adolf Hitler, es un canto a la esperanza, un canto a la democracia, la paz y la libertad. El mensaje del filme, claro y contundente, es subrayado por Chaplin en el mítico discurso final, organizado para celebrar la anexión de Ostelrich a Tomania. El contexto político de la época impediría que este contundente mensaje de paz y libertad llegara dónde tenía que llegar:
“El Gran Dictador” de Chaplin: Discurso final *En este enlace el video subitulado en español
"Realmente lo siento, pero no aspiro a ser emperador. Eso no es para mí. No pretendo regentar, ni conquistar nada de nada. Me gustaría ayudar en lo posible a cristianos y judíos, negros y blancos. Todos tenemos el deseo de ayudarnos mutuamente. La gente civilizada es así. Queremos vivir de nuestra dicha mutua... no de nuestra mutua desdicha. No queremos despreciarnos y odiarnos mutuamente.
En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede garantizar la subsistencia de todos. El camino de la vida puede ser libre y magnífico, pero hemos perdido ese camino. La voracidad ha envenenado el alma de los hombres, ha rodeado el mundo con un círculo de odio y nos ha hecho entrar marcando el paso de la oca en la miseria y en la sangre. Hemos mejorado la velocidad pero somos esclavos de ella. La mecanización que trae consigo la abundancia nos ha alejado del deseo. Nuestra ciencia nos ha vuelto cínicos. Nuestra inteligencia duros y brutales. Pensamos en exceso y no sentimos bastante. Tenemos más necesidad de espíritu humanitario que de mecanización.
Necesitamos más la amabilidad y la cortesía que la inteligencia. Sin estas cualidades la vida solo puede ser violenta y todo estará perdido. La aviación y la radio nos han acercado los unos a los otros. La naturaleza misma de estos inventos requería la bondad del hombre y reclamaba una fraternidad universal para la unión de todos.